Corazón de abismo


El susurro salado de océanos está en mi

al que tantas veces me sumergí,
canción de espuma y naufragios,
de eternidad sin fin.
He estado en la noche profunda,
y en la sombra azul,
he nacido para el agua,


He tocado los naufragios de sueños sumergidos,
de amores ahogados en barcos vencidos,
que yacen con calma en los fondos marinos,
como gigantes de madera y óxido,
donde el tiempo ya no respira.


He recorrido los huesos de barcos caídos,
templos de algas y tesoros velados,
y sueños que ya no son.

Desciendo con calma hacia el abismo oscuro,
allí donde la luz es un eco lejano,
y en las entrañas del mar infinito.

Un mundo más puro, un hogar más callado.
El agua, espesa, es un manto absoluto
que cubre las ruinas de vidas calladas
que un día danzaron bajo cielos abiertos

que buscaron horizontes y hoy reposan en paz.

Ha visto la entrada al reino insondable,
la boca abierta de sombras sin nombre,
donde criaturas danzan en silencio eterno
como espíritus libres, ocultos, etéreos.

Allí, en ese umbral donde nadie penetra,
donde la tierra no llega ni el viento se atreve,
he sentido la llamada de un canto perdido,
el murmullo de voces de otras edades.

Y cuando regreso a la superficie,
con el sol desgarrando el velo del viaje,
sé que el mar guarda secretos de sombras
que sólo el silencio se atreve a contar.
Mi corazón late al ritmo del agua,
perdido en el misterio del abismo,
al que siempre deseo regresar

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