
No busco que se crea una sola palabra de todo lo que sigue. Aunque las pruebas son irrefutables y verificables. Simplemente o por una casualidad inconcebible, ha llegado a mis manos. Dejo a ustedes que visiten el camino al infierno.
No he seguido ninguna técnica literaria, las desconozco. He colocado algunos títulos a modo de capítulos, aunque no lo son. Corresponden a las vidas que han que han participado de cada fase de la tragedia.
Respecto de las pruebas físicas serán puestas a disposición para probar cada palabra que se exprese.
No he creído nunca en Dios, sin embargo, hoy le pido encarecidamente que me guíe y nos quite el yugo que pende sobre todas nuestras cabezas.
Casualidad, simplemente una palabra, o más precisamente causalidad. ¿Debía yo estar en ese lugar, en ese preciso momento? Me pregunto una y otra vez si existió un por qué. Por naturaleza soy escéptico, pero los hechos, de una magnitud inexplicable, parecen sugerir no la simple coincidencia, sino más bien la siniestra necesidad de cruzar aquella calle, esa noche y a esa hora. Así “fortuitamente” me hice de aquella carpeta que cambiaría mi vida para siempre.
Mientras con una pandemia se pudo convencer y silenciar al planeta, hechos, extrañamente singulares ocurrían.
En un largo informe se describe la última gran batalla de la humanidad, en la que se buscó la dominación definitiva. Un fármaco capaz de doblegar la voluntad humana, eliminando el libre albedrío.
Se mencionan a tres héroes anónimos, en la aventura más grande y peligrosa y cinco ancianos, confinados en un oscuro geriátrico. Uno de ellos guarda el secreto fundamental. Son partícipes de la guerra total, en que la humanidad verá la luz o caerá en las sombras para siempre….
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