Amor entre tres

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Erika, Thelma y yo, Gustavo vivimos una historia de amor muy diferente a la de la mayoría de las personas. Sí, somos tres, felices en la unión más perfecta que puedan imaginarse. Despectivamente, a veces, nos dicen ¡Ah un trio! Claro salimos de los cánones, ¿Una pareja de tres? Y nos dan vuelta la cara. No entramos en una sociedad machista y pacata. ¡Ah! ¿Piensas que yo soy machista por tener como compañeras a dos mujeres? Estoy muy lejos de serlo. En las sociedades machistas, donde el hombre puede tener varias esposas, estas son objetos, sin derechos. Sin voz, muchas veces se les prohíbe desarrollarse, estudiar, tener una carrera profesional. No pueden tener amigos, tampoco salir de su casa sin el permiso del marido y claro, pueden ser castigadas, a veces brutalmente. ¿Qué la religión lo permite? ¿Y qué diferencia hay? Son sometidas y es lo que importa.

Amo a Erika y amo a Thelma, más allá de lo imaginable. Son dos almas que el destino cruzó en mi vida, y agradezco a la vida, a mi maravillosa suerte por permitirme cuidar a ambas y sentir sus almas integradas a la mía. Haría cualquier cosa por ellas. Se, como ocurre en muchas parejas, hoy en día, que nada es para siempre. Pues bien, nuestro amor será mientras tenga vida, haré todo lo que pueda para hacerlas felices. El tiempo no hará mella en este amor increíble.

Permítanme contarles como nos conocimos ¿Primero una y luego otra? No, nada que ver. Vean como el destino juega sus cartas, bueno, no digo que todo estaba escrito, digo que los tres estuvimos en el momento justo.

Fue en abril, quería conocer un pueblo Andaluz, tomé mi coche y partí desde Málaga rumbo a Gibraltar. Atrás Quedó Marbella y luego Soto Grande, subí buscando La Vila -Fortaleza de Castellar. Me habían dicho que encontraría, en lo alto de la montaña un hermoso castillo y a su alrededor un pueblo del siglo XI. El camino serpenteaba y subía. Vuelta tras vuelta me ofrecía maravillosas vistas. Enormes paredes de roca tapizadas de un verde indescriptible. Y de pronto la vista magnífica del castillo. Extasiado contemplé, abajo, al valle que tiene un enorme pantano (en Andalucía llaman así a los grandes reservorios de agua), para mí, llegado de América son embalses. Su color verde claro el marrón de las montañas y el cielo impecablemente celeste, me llenaron de la paz que siempre encuentro en los maravillosos caminos andaluces.

Cada ruta, cada pueblo, me traen los siglos que estas tierras han vivido.

El castillo hoy es un hotel. Sin pensarlo me registré. Decidí quedarme dos días. El pueblo y tanta historia me esperaba.

Desempaqué, ¡Estaba viviendo en un castillo de siglo XI! No perdí tiempo y salí a recorrer las calles del pueblo. Este rodea al castillo y forman una ciudadela, protegida por un muro que la rodea.

El sol había comenzado lentamente a bajar, pero aún se sentía. Las calles, muy angostas, comenzaron a mostrarme las viviendas muy antiguas. Muchas de ellas están ocupadas. Calles irregulares son de piedra. Subían y bajaban y de pronto una pequeña plaza y en su centro un gran naranjo. Antiguas lámparas colgaban en cada esquina. Las paredes blancas contrastaban con el verde de innumerables macetas.

En uno de los recodos encontré un pequeño bar. Varias personas ocupaban las tres mesas. Me sirvieron un vino dulce (ya tenía hambre) y decidí regresar al hotel y almorzar allí. Entonces, como una maravillosa visión Thelma hizo ingreso al bar seguida de Erika. Fue shock. Dicen que el destino no existe. No todo puede estar predeterminado. No lo sé, pero los tres tuvimos que coincidir, en la misma ruta, hacia el mismo castillo y encontrarnos en el mismo momento en ese bar.

Tomé otra copa de vino mientras observaba a cada una. La charla se hizo fluida y decidí invitar a las dos almorzar. ¡Se alojaban en el castillo! ¡No podía creerlo! Debo aclarar que en esos primeros momentos no pensé para nada en tener un rollo con alguna de ellas. Me había separado dos meses antes y mi soltería, lejos de desagradarme, me llenaba de paz y tranquilidad. Me había jurado no reincidir ¡Que equivocado estaba!

En lo alto del castillo, en una gran sala, instalaron un magnífico restaurante. Allí estábamos los tres, hablando y hablando, contándonos nuestras vidas. En un momento tuve la sensación de estar muchos siglos atrás. Me decía ¡aparecerá el caballero feudal, el dueño del castillo!

Déjenme describir a Thelma, lleva unos fabulosos 38 años. Un metro setenta. Cabello rubio lacio. Es tan simpática, siempre regala sonrisas. Y sus ojos, bueno enormes color almendra. Su carácter es dulce, es muy tierna, pero a su vez, debajo de esa piel hay cierto aire felino, no se como describirlo. Pero nunca es agresiva, más bien diría que refuerza su autoestima. Siempre está muy segura de si misma. Su simpatía asociada a su empatía la hacen única y deseada. ¡Ya se! Estarán pensando que exagero, para nada. Fue la primera con quien me topé aquel maravilloso día, en ese pequeño bar, cerca del castillo. Y les digo que quedé sin habla. Fue como si hubiese visto a un ángel. Ella se dio cuenta, me lo ha dicho. Y, ante mi turbación, me regaló una sonrisa inmensa y un ¡Hola! En ese instante me enamoré, bueno, ya se, hablar de amor por una mirada es demasiado.

El amor, al menos para mí, se va forjando, incrementándose día a día. Formándose, maleándose. Así me ocurrió con Thelma. Aunque el día que los tres dejamos el castillo, ya intuía que sería la mujer de mi vida.

No necesito hablar de su cuerpo (o quizás lo haga más adelante) está perfectamente moldeado, eso, moldeado como si un dios artista hubiese trabajado el bronce, con exquisita ternura, para crear una diosa.

¿Y Erika? ¡Es idéntica, algo más alta y un poco más delgada, pero es morocha! Sus ojos son también muy grandes y verdes, tan verdes. También posee un carácter afable, sincero, es tan cálida, que dan ganas de comérsela. Hay personas que derrochan bondad, no se si es la palabra, no quiero decir bondad o sumisión. No, es quizás que irradian la alegría de vivir, transmiten esa sensación.

Aquel día memorable, mientras me quedaba sin habla delante de Thelma y esta se daba cuenta de mi turbación, entró Erika y me topé con ella. Me quedé prácticamente mudo. Por supuesto ella miró a Thelma y comprendió lo que pasaba, riendo dijo – ¿sabes hablar? Tartamudeando les contesté -el señor feudal, dueño de este soberbio castillo, ha regresado de los siglos y me ha enviado dos ángeles-

Todos reímos y allí empezó esta maravillosa pareja de tres.

Fueron dos días maravillosos, plenos de encuentros y ávidos por conocer nuestras vidas.

Thelma es ingeniera y Erika profesora de literatura y yo escritor, congeniamos maravillosamente. Supe que ambas son amigas desde hace años y vivían juntas, ahora vivimos juntos los tres. Sí, somos una pareja de tres, ya sé, no me lo digan, una pareja es de a dos, nosotros somos de a tres ¿Y qué, les parece mal?

No todo ocurrió instantáneamente, pasaron tres meses en que nos vimos varias veces en la semana. Resulta que los tres vivimos en Málaga, otra “casualidad”. Debo ser sincero, después de mi separación no quería perder mi independencia y mucho menos arriesgarme a otro problema y a más dolor. Durante el primer mes no se me cruzó por la mente entusiasmarme con ninguna de las dos.

El primer mes, pero, durante las noches soñaba y vaya sueños. Me despertaba sudado y feliz. Tan feliz. Nunca soñaba con las dos a la vez. Una noche era con Erika otras con Thelma. Siempre el mismo lugar, pero con una distinta. Recorríamos el paseo costero en Málaga. Siempre de la mano o apretaba su cintura. Lo extraño es que Thelma siempre llevaba uno jeans ajustados y una blusa blanca. Nos sentábamos y yo clavaba la mirada en su escote. Con Erika me pasaba lo mismo, pero iba siempre con una cota falda roja y una camisa lila. Todo pasaba igual, yo le miraba los senos.

Tomé por natural esos sueños, al fin y al cabo, dos beldades aparecían en mi vida y casi el tema erótico se me antojaba totalmente normal.

Comenzó el segundo mes y todo repentinamente cambió. Erika me había llamado, Thelma se encontraba en un viaje relámpago por trabajo. Fuimos a cenar. Voy a confesar que, como Thelma no estaba imaginé que podría, tal vez, conquistara Erika, aunque tendría mucho cuidado, sería un caballero.

Elegimos un restaurante en el paseo costero, en Málaga. Sentados, esperando la cena, mirábamos la Alzaba iluminada. Una mínima brisa nos refrescaba, en esa noche de verano. Hablamos de muchas cosas. No encontraba el momento justo para llevar la conversación hacia donde yo quería. Empecé a ponerme nervioso, si decía una palabra de más arruinaba todo y también la amistad con Thelma. Entonces Erika hizo la pregunta para la cual no estaba preparado

-Voy a hacerte una pregunta, espero que no te incomode- Dijo. Y la hizo -Dime ¿yo te gusto? – Me atraganté y ella comenzó a reír mientras sus ojos enormes iluminaban a la noche.

La tomé de las manos y comprendió que yo era un volcán del cual no salían las palabras y que sentíamos lo mismo. ¿Alguien puede sentirse más dichoso? Olvidé a mi antigua pareja, las peleas, el dolor. Todo desapareció, me hundí en los ojos de Erika y en su alma.

Esa misma noche durmió en mi apartamento. Nos juramos amor y más amor. La descubrí en su intimidad. Llegué a su piel, a sus más profundos secretos. Volamos en una noche mágica, hacia el cielo. Nos descubrimos en el erotismo más puro y excitante. Pocas veces se logra sentir, en el momento de la plenitud sexual, sentirse como una sola alma. Pero no fue solo sexo, fue mucho más. Logramos la plenitud de la tranquilidad, el habernos descubierto.

Desperté primero en la mañana. Ella dormía profundamente. La sabana se había corrido, me senté al borde de la cama. Tiré suavemente de la sabana y contemplé su cuerpo desnudo, ahora todo mío.

Preparé un desayuno y se lo alcancé. Abrió los ojos, me besó y dijo

 -Tenemos que hablar- Un frío me recorrió la espalda, esas palabras en boa de una mujer puede significar muchas veces problemas. Y dijo algo para lo que no estaba preparado -Thelma ¿Has pensado en ella? – No entendía que quería decir. Y completó la frase -Es que ella te ama-

Esa misma mañana Erika me abrió su corazón. Thelma era mucho más que su amiga y no quería hacerla sufrir. ¡Yo estaba como loco! Trataba de estar tranquilo, de no mostrar pánico. ¿Qué podía decirle? Que trataríamos de ser lo más prudentes y precavidos para decirle lo que sentíamos. Dijo -No entiendes- Ella te ama y yo también – No supe que decir. Agregó -Quiero que seas sincero ¿Te atrae Thelma? ¿Y qué le diría? ¿Qué sí? No pude. Erika arremetió -Sí, te gusta, es decir que las dos estamos enamoradas de ti. Quedé absorto. -Siéntate y tranquilo. En unos minutos Thelma llamará a la puerta.

Me vestí imaginando una escena de celos o cualquier cosa peor. Erika no se vistió, simplemente esperó. Minutos después sonó el portero eléctrico. -No vas a vestirte- Le dije. Ella sonriendo dijo que no hacía falta. Golpearon a la puerta -Ve, ábrele -Dijo. Lo hice. Thelma más bella que nunca me abrazo llorando. -Solo dijo – ¡Ámame, ámame!

Erika se vistió, tomó su bolso y dijo ¡amala! Y nos dejó. Desde la puerta del ascensor volvió a mirarnos muy alegre -Ahora somos tres, al fin-

Tomé a Thelma de las manos y sin decir palabra la desvestí. Y allí, en esa mañana increíble llegamos al cielo.

Almorzamos los tres juntos. Decidimos arrendar un gran apartamento.

Han pasado dos años desde aquel día. Se preguntarán ¿Puedes amar a dos personas? Les digo que sí. No es sencillo se runa “pareja” de tres. No hay celos. No puede haberlos. Compartimos todo. Siempre vamos juntos a todos lados, aunque pocas veces salgo solo con una u otra.

Ya sé, van a preguntar ¿Y a la hora de hacer el amor como hacen?

¡Ustedes pretenden saber demasiado! ¡Usen su imaginación!

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