Haciendo la fila

-Disculpe ¿Es ésta la fila para pedir lugar?

-Sí, aquí es ¿recién llega?

-No, hace un tiempo, no sé cuánto

-Y, sí, ¿vio? Acá todo es distinto.

– Al final estamos muertos, me cuesta aceptarlo. Sigo viendo mi cuerpo, a usted y a todas esas personas en la fila. –

– Solo son representaciones, ideas. Usted quiere verlo así, ya no tiene cuerpo y mucho menos cerebro. –

– Sí, pero, estamos hablando, recuerdo mi vida. –

– Nos comunicamos, hablando…no es lo preciso. –

– Cómo sea. ¿Tanto tarda toda esa gente? Los del mostrador van lentos. No serán empleados públicos de este lugar, espero. –

– Para haberse muerto no lo siento mal, veo un dejo de humor. –

– ¿Qué voy a hacerle? Pero un poco de ¿cómo decirlo? Bronca, sí, bronca tengo. Yo me encontraba bien, y ahora estoy aquí estoy. ¿Usted sabe que va a pasar?

– Sí, lo sé. Va a tener que elegir. –

– ¿Elegir qué?

-A donde va a querer ir. –

– ¿Pero no estamos muertos? –

– Claro. –

– ¿Y cómo vamos a ir a algún lado? –

– Vamos a volver a nacer, por eso va a elegir a donde. –

– ¡Es una broma! –

– No, no es así. Digo se regresa para que en una vida siga evolucionando, mejorando. –

– ¿Mejorando? ¡No me va a venir con el cuento de la reencarnación! –

– Es así, no hay otra forma. –

– Pero yo fui siempre a la iglesia. No todos los domingos, pero iba. Es más, tomé la comunión, estoy bautizado. Soy cristiano. –

– Una prueba más por la que pasó. –

– Me la pasé rezando. Cuántas veces me clavé escuchando al cura. No puede ser. ¿Oiga y las iglesias, las catedrales? –

– Inventos, a veces necesarios. –

– ¡Inútiles! Y hay que morirse para darse cuenta. Tendríamos que poder avisarles a los vivos, que no lo son tanto. Imagínese con la falta de viviendas si se usaran para meter gente sin techo. –

–   Lo único que puede hacer es llegar a ese escritorio y decidir a donde quiere ir. –

– ¿De chiquito? –

– Sí, va nacer otra vez –

– ¡No! ¿Todo de nuevo? –

– Distinto, otra vida. –

– No, ¡con lo que me costó terminar la primaria y ni le cuento la secundaria! –

– Es una nueva oportunidad, salvo que…-

– ¿Salvo que qué? ¡No me asuste! –

– Bueno avanzar con una nueva vida tiene sus riesgos –

– ¿Riesgos? ¿Cuáles? –

– Dependerá si usted ha aprendido en la vida que dejó. –

–  Pero, ¡escúcheme! Yo no maté a nadie, bueno ganas no me faltaron. ¡Sí le contara! –

– Cuente hombre, aún falta. –

– No se imagina de dónde vengo. –

– ¿De dónde? –

– De Argentina. –

–  Yo también –

– ¡Aaah! Qué bueno otro argentino –

– Sí y todos los de la fila también. –

– ¿Y cómo? ¿Y los de otros países? –

– Están haciendo fila en otro lado. Acá solo compatriotas. –

– Serán suyos compatriotas a mí me cagaron siempre, bueno no todos. Pepe, el almacenero buen tipo. Servicial. Al carnicero lo tenía entre ojo y ojo. –

– ¿Por qué? –

-Un ladrón. No dejaba de aumentar la carne. Siempre igual. –

– Se hubiese hecho vegano –

– ¿Me está cargando? –

– Para nada. –

– Pero el carnicero no se la llevó de arriba. –

– ¿Qué le hizo?, no me a decir que lo mató. –

– ¡No hombre! Resulta que se casó con una chica joven. –

– ¿Y? –

-Bueno, es decir, cuando iba al mercado, algunas mañanas yo le atendía el negocio. –

– ¿La carnicería? –

-No, a la mujer. –

– ¿Ve? Allí va a tener un problema, las posibilidades de elegir se le van a achicar. –

– ¿Y qué me puede pasar? –

-Seguro usted va a ser el carnicero y le atenderán a su esposa, claro usted no lo va a saber, ella sí. –

– ¡No! No me diga eso. –

– Es una broma, tranquilo, puede tocarle cualquier cosa para elegir. –

– ¡Menos mal! Me vuelve el alma al cuerpo. –

– Cuerpo no tiene. –

– ¡Es cierto! ¡Tanto trabajar, privándome de disfrutar y a ahora se lo lleva toda la bruja de mi mujer! –

– ¿Tan mala fue con usted? –

– ¿Con quién piensa que me metía los cuernos? ¡Con el carnicero! –

-Ya pasó, piense en que va a elegir. –

– Al menos puedo elegir. Me gustaría. A ver, ya sé ser un gran deportista. –

– Que bueno. ¿Se destacó en algo? –

– ¿Yo? No, para nada. Bueno sí, me la pasaba los fines de semana mirando películas, Netflix. Una cervecita, papas fritas y un buen pucho. La gloria. ¿Vio la del muerto que resucita? –

– ¡Déjese de pavadas! Así no funciona la cosa. Si va a elegir algo, va a tener que haber tenido alguna relación con lo que quiera hacer. –

– ¿Y si no? –

– Eligen ellos. –

– ¿Quiénes los del mostrador? No es justo. ¿A quién se le ocurrió todo este embrollo? Al final los católicos la tienen clara. Usted se manda una macana, se arrepiente y listo. Lo perdonan siempre. Por eso abracé la fe. –

– Lamento decirle que no le sirvió para nada. –

– Pero con alguien se podrá hablar. Cuídeme el lugar, voy a ver si me quejo. –

– Gastaba poco usted. Dígame ¿de qué murió? –

– De Coronavirus. –

– Otro más. –

– Bueno, no exactamente. Resulta que estaba mirando, en la vidriera de un negocio, un celular. Iba a entrar a preguntar y se desprendió parte de un balcón, me pegó con todo. Me llevaron a varios centros de salud. Todo ocupado. Así que me dejaron en un hospital. Dos días en el pasillo sin atención y me morí. –

– Pero se murió por el golpe, no por el virus. –

– Sí, pero me pusieron un cartelito colgado del pie: COVID, y aquí estoy. –

– Lástima, ahora va a tener que nacer otra vez, y todo por cambiar el móvil. ¿No tenía uno? –

-Sí, pero vi una propaganda. Ofrecían uno con más cámaras. –

– Ahora no va a poder sacar fotos. –

– Oiga, no me haga sentir peor. –

– Parece que la fila avanza. –

– ¿Y Usted de qué murió? –

– Bueno yo estoy complicado. Me suicidé. Y acá cuando uno llega por sus propios medios lo castigan. Vaya a saber a dónde me mandan. Pero no aguantaba más. –

– Cuente, hombre desahóguese. Tenemos tiempo. –

– Bueno, si me lo pide. Yo estaba casado, cuarenta años. Siempre fiel. Tres hijos. Una casita de tres habientes y un terrenito en Moreno. ¿Conoce Moreno? Trabajaba en una cadena de supermercados. Vivíamos a los tirones. El problema fueron mis hijos. Problema tras problema., unos vagos. Por suerte mi hija se embarazó varias veces (siempre de distintos tipos). Así sacábamos dinero por cada pibe.

– A planeros. Vivían del Estado. –

– En parte, yo trabajaba como un perro. Sabe las veces que me robaron, un barrio bravo. Llovía y se inundaban las calles de barro. Había más carros con caballos que autos. Mi mujer ni me hablaba. Los últimos tiempos producía sonidos guturales. ¡Todavía la veo! Con su camisón desteñido, en chanclas. El pelo, un nido de pájaros. Mis hijos durmiendo todo el día. Y mis nietos gritando por toda la casa.

– ¿Usted era el único que trabajaba? –

– Sí. Con el tema de la pandemia cerró la sucursal del supermercado donde trabajaba. Me indemnizaron, pero uno de mis hijos se llevó la poca plata que me dieron. Estaba desesperado. Y lo peor es que vino la policía. Uno de mis hijos vendía droga. Todos presos. Me largaron. Una mañana, buscando trabajo, me detuvo otra vez la policía. –

– ¿Otra vez? –

-Sí, estábamos en pandemia, me acusaron de violarla. ¡Me comí un juicio! Así que me dio un estrés de locos. No aguanté más. Llegaba a casa y la televisión metía miedo. Que el virus, que los muertos. Y mis hijos le hicieron caso al presidente. Decían ¡no salimos a buscar nada, a ver si nos agarra el virus. –

– ¿Y cómo se mató? –

– Bueno, plata para comprar un arma no tenía. Colgarme no me animaba. Así que salí una noche por el barrio con un celular en la mano. Era viejo, no valía dos pesos. Aparecieron dos ladrones. Me apuntaron con un arma y me exigieron el aparato. Les dije, vagos, no les doy nada. Me pegaron dos tiros y aquí estoy –

-Pero no se suicidó, lo mataron. –

– Sí, pero acá ven las cosas de otro modo. Lo hice a propósito y abogados acá no hay. Estoy jodido.

– Me da pena, eso que recién lo conozco. Al final yo la saqué barata, un pedazo de techo y listo. –

– ¡Déjese de decir pavadas, estamos muertos! –

– ¿Y cómo funciona esto? –

– Le darán a elegir. Tres posibilidades a donde nacer. Usted podrá elegir una y allí lo mandan, al vientre de una mujer, unos meses después nace y empieza todo de nuevo. –

– ¿Otra vez? –

-Sí. Vaya pensando, solo faltan dos lugares y nos toca. –

– Digo yo esto de la reencarnación ¿A quién se le ocurrió? –

Habría que quejarse, siempre nos toman de idiotas. Y después hablan del libre albedrio. ¡Las pelotas! No elegimos nada. Nos llevan de las narices. ¿Usted vio como hicieron el país? Pelota lo hicieron. Y nosotros, dale que dale poniendo el votito cada cuatro años. ¡Todo para alimentar vagos! Siempre lo mismo. Y ahora hay que aguantar acá que nos manden donde quieran. ¡No puede ser! Debe haber un responsable. ¿A que idiota se le ocurrió esto de volver una y otra vez? ¡Eso pasa por dejarse llevar por los budistas! Me quedo con los curas, al menos te comías la hostia y estaba libre de pecados. ¡No yo me voy a quejar! –

– No va a servir para nada. No se haga mala sangre. –

– ¿Qué sangre? si estamos muertos. –

– Es una forma de decir. –

-Yo me voy a quejar. ¿Quién armó todo este circo? Volver una y otra vez, es de locos. Imagínese el grado de complicación. La organización para que cada vida se acabe, reencarne y todo de nuevo. ¿Quién controla a cada persona del mundo? ¿Cómo manejar toda esa información? ¿Y las nuevas almas de donde salen? Porque, que yo sepa, nace más gente que la que muere. Y la mayoría nacen ya castigados, en entornos donde jamás podrán superarse. –

– ¡Deje de hacerse tantas preguntas! Las almas provienen de todo el universo, no solo de la tierra. –

– ¿Quién se lo dijo? –

– Un muchacho que sabe –

– Se da cuenta de lo que dice? ¡De todo el universo! ¿Se imagina la inmensa burocracia para organizar todo eso? ¿Pero que hay un Dios o un mago?

 -No entiende, a veces lo complicado es simple. Ahora cuando le toque, según lo que haya hecho y/o aprendido le van a dar derecho a elegir tres posibilidades. Elije, vuelve a nacer y podrá mejorar, aprender o no. De usted depende. –

– No me convence. Acá hay gato encerrado. –

– No hay gatos, ellos van a otra dimensión. –

– Sí, ya se, se lo dijo un muchacho que sabe. –

– Escúcheme, una vez que aprenda ya no tendrá que hacer la fila y volver. –

– ¿Ah no? –

-N o, será un ser de luz, libre de todo. –

– ¿De luz? ¿No habrá que pagarla por toda la eternidad? –

– Déjese de pavadas y avance, falta poco. –

– Igual me voy a quejar. Renegué siempre de un Estado lleno de empleados públicos y ahora esto ¡mucho más grande! ¿Usted sabe si es difícil conseguir trabajo aquí? Sueldo pasable, obra social, no lo puede echar. –

– ¡Cuántas sandeces! –

. – Esa fila de allí ¿Para qué es? –

– Ah, esos son los no binarios. –

– ¿Qué cosa? –

– No sé cómo explicarle. Ni hombres ni mujeres. Son X. –

– ¡Cómo estamos! ¿Y usted que va a elegir? –

– No voy a tener buenas opciones. Estoy jodido. –

– ¿Porqué?  

-Porque lo que le conté fue de una vida anterior. En la última fui político.

– ¿Usted político? ¡Los que jodieron al país! ¿Y que hizo, donde estaba? –

– ¿Escuchó hablar de los bolsos de la plata y del convento de las monjas que no eran monjas? –

– Sí, claro. –

– Bueno yo fui el cura que custodiaba a las monjas. Bueno custodiar es una forma de decir. monjas no eran. En ese convento, que tampoco lo era, ocultamos decenas de bolsos llenos de dólares, de lo robado al Estado.?

– ¡Pero que hijos de mil! –

– ¡No se puede blasfemar aquí! –

– Ah, ¡pero ustedes se robaban todo y ahora hay que callarse! –

– La carne es débil. –

– Ojalá lo manden al Congo o a un planeta con quinientos grados de temperatura. –

– Pare hombre, no me meta miedo. Ya estamos todos asustados. Siempre meto la pata, en la vida anterior y en la última. –

– ¿Pero se suicidó en la vida anterior o en la última? –

– En la dos. –

-Y ¿Qué más hizo? ¡Cuente, cuente! –

– ¿Para qué, para que me odie más? Me quedé con fortunas del pueblo. También fui el responsable de muchos containers. –

– ¿Qué containers? –

-Con los que sacábamos la plata. Fueron varios barcos, todos a Cuba. –

– Me dan ganas de vomitar. –

– No va a poder. –

– ¡Usted es un caradura! –

– Cara no tengo, lo que usted ve es solo una representación. –

– Se robaron todo ¿Dónde está el dinero robado –

– Se lo cuento, total no se lo va a poder decir a nadie. En Cuba, lugar ideal. Compañeros comunistas. El temple del Che Guevara nos acompaña en la lucha contra el imperialismo. –

– ¡No puedo creerlo! ¿Aún muerto sigue con ese discurso? –

– No, que va, eso fue siempre el discurso del poder para los tontos.

– Por eso anda así. Hablando y haciendo pavadas. –

– Bueno, parece que nos toca a nosotros. Va usted primero. Le miento si espera que le desee buen viaje. Por el contrario que aparezca su alma en el vientre de una madre pobre en Gonzales Catan o en la Villa miseria la Palangana. –

– ¡Váyase al carajo! ¡Igual para usted! –

– ¡Pase el que sigue! –

– Aquí estoy. –

– Ah acá figura que se suicidó. –

– ¡No! El que se suicidó fue el otro… Yo miraba un celular en una vidriera y se cayó un pedazo de techo. –

– ¡Otro más que se muere por un celular! AHH, pero acá dice Covid. –

-No le haga ponen cualquier cosa para hacer números. –

– Acá consta que usted se mandó una gran macana. –

 -No daba más, mi mujer, el trabajo, mis hijos sin trabajo, las noticias dale que dale con las boludeces del presidente y encima la pandemia y el verso de la cantidad de muertos, los contagios y las vacunas. ¡No pude más, tengan compasión! –

– Bueno Veamos qué podemos hacer. Le vamos a ofrecer Irak, el Congo o volver a Argentina. –

– Me quedo con Argentina, viajo poco y no conozco esos países. No sé ni dónde quedan. –

– Argentina entonces. –

– Menos mal. Gracias. –

– ¿Gracias? ¿Porqué? –

– Por mandarme a Argentina, un lugar conocido. Con amplias llanuras, mares, lagos, bosques, cataratas, ríos ¡El granero del mundo! –

– Sí, con políticos como el que pasó recién. –

– A donde lo mandaron, si puedo preguntar. –

– A Miami. –

– ¿Cómo encima lo premian? –

– Va a ser negro, se va a quedar sin trabajo y va a revolver los tachos de basura para comer. –

– Ah, bueno me quedo tranquilo. –

– Ahora usted. Vuelve a su país. Va nacer un martes trece. –

– ¿No puede ser otro día? Soy supersticioso. –

– martes trece de enero. –

– Menos mal verano. –

– Va nacer en la villa miseria 11 14, en Buenos Aires. Veranos muy calientes. Le van a cortar el agua, a veces la luz. Va a una familia con diez hijos. –

– ¡No! ¿Con diez hermanos y a la villa miseria? –

– Sí, una habitación de cuatro por cuatro, pero trabajo no le va a faltar. –

– Menos mal. –

– A los ocho años va a trabajar con los narcos. –

– ¡Pero eso es un delito! ¡Yo no quiero vender drogas! –

-Ya lo sabemos. No se haga problemas, a los nueve años lo van a matar en un asalto. Así que nos volveremos a ver, buen viaje, ah, me olvidaba, su madre fuma paco, es drogadicta, usted va a salir medio desformado. Pero siempre hay otra posibilidad ¡Que pase el que sigue! –

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