En el infinito universo, donde las estrellas corren solitarias,
y sus ecos son ignorados en la inmensidad del vacío,
el alma humana como una chispa ínfima pero necesaria,
lucha por sobrevivir, en su pequeño planeta,
perdido entre la inmensidad y la eternidad.
Los oscuros abismos de la mente,
intentan explicar lo imposible
Buscan acallar la soledad de la muerte.
Encontrar al fin a Dios.
Y el hombre arrodillado llora gritándole al viento
y sus lágrimas se secan en la penumbra del olvido,
pues la soledad es su eterna compañera.
El breve recuerdo de risas perdidas,
de alegrías y sueños rotos.
Corre en la vida y sus latidos, como un tambor
resuenan como un lamento sin fin.
La esperanza es vana pero necesaria,
y la sonrisa de otro ser imperiosa como el agua.
Una mano que lo sostenga, una voz que lo escuche,
La algarabía de unos niños en una mañana de sol,
un mar dócil y brillante repletos de gaviotas
y una boca que pronuncie su nombre
sea acaso más que el consuelo,
sino la razón misma de la vida