Charlas con Adolfo 1958 Segunda Parte

El Diario de mi padre
Las charlas con Adolfo

15 de Enero de 1958

Han pasado algunos días desde mi establecimiento en el pueblo. Desayuno siempre en el hotel, mi residencia ahora. Es una casona de tres pisos con un amplio estar como recibidor. La dueña, doña Elogia, mujer excedida en peso, maneja el lugar con mano firme. Su carácter fuerte no impide su sonrisa permanente y su buen humor.
Están allí siempre los mismos hombres. Eso me llama la atención. Esperaba viajantes, vendedores. En lugar de ello más que un hotel es una gran casa de familia. Un buen catálogo de seres extraños.
Empecemos con los hermanos Roters, mellizos, No los he visto trabajar, es un misterio de que viven. Los supuse dueños de campos. De quizás 60 años. Juegan cartas casi con fanatismo. Luego una pareja mayor: Los Embers. Siempre juntos hablando bajo. No he podido escucharles una palabra. Solo un buen día o cómo está usted señor Mario. Finalmente dos hombres jóvenes, casi idénticos en su aspecto cierran el cuadro. Salen cerca de las diez de la mañana y regresan por la noche. En un principio no presté la debida atención, ellos no cumplen tareas rurales, es extraño.
En estos días he pensado en mi familia allá en Mar del Plata y en esta otra vida. Me dedico con ahínco al almacén, a prestar mis servicios. Pongo todo mi empeño por agradar a don Atilio. Pero por las noches, cuando estoy acostado, los pensamientos llegan enturbiarme el sueño. La mancha del techo junto al ventilador comienza a girar. Vuelvo a días en que imaginaba un mejor futuro.
Cuando mi primera mujer murió en el parto, la tristeza se instaló en mí, sin irse jamás. Pasaron los días, semanas y meses. El respirar implicaba un enorme esfuerzo. Me sofocaba. Quise que cada día fuese el último, lo deseaba. La vida transcurría indiferente a mi pesar. Un dolor silencioso, reptante y brutal se agazapó en un interminable tormento.
Vivir esperando las mañanas y las noches sin un mínimo deseo.
Mi hijo, a cargo de mis hermanas, crecía sin su madre. En aquella época caminaba cuadras y cuadras sin un destino fijo. Me perdía. De pronto me encontraba agotado en algún bar o en una plaza mientras llegaba la noche. Mis hermanas me recriminaban aquellas salidas que imaginaban con mujeres. En ese tiempo vivía con ellas. Rumiaba mis pensamientos imaginando grotescamente como mi amada se deshacía día a día en su tumba.
Años después encontré a Elsa y nos casamos rápidamente. Al principio creí salir de aquella vida dolorosa y sin sentido. En pocos años comenzó otro infierno. Errores propios, falta de previsión, no escucharla. Regresaron los fantasmas aún más sanguinarios. Entonces, ante la inutilidad de la vida en común, huí a los caminos. A la venta ambulante. Ahora aquí con un trabajo que me agrada, lejos de la gran ciudad retorna el ahogo. Las dudas, las culpas nunca perdonadas. Todo vuelve. Debo sobreponerme, olvidar. Dedicarme al trabajo. Al menos no es agotador.
Don Atilio me ha pedido que mañana lleve unos repuestos a la Estancia de los Trama. Va a ser divertido, desde luego no le dije que jamás conduje un carro.

18 de Enero 1958
Frida

Ya es la noche, en minutos iré a cenar. Espero no mostrar toda la alegría que tengo. Hoy conocí a Frida. Aún no puedo creerlo. Llegué con el bendito carro y entregué el encargo. Al regreso crucé el arroyo. Allí estaba ella, bajo el gran sauce. Alzó su vista y nos miramos. Bajé sin saber que decir. Ya era el medido día. Mostraba sus dientes perfectos. Lejos de sentirse intimidada dijo: “El hombre del Buenos Aires”. Tartamudeando le contesté que vivía en Mar del Plata, aunque soy de Buenos Aires.
-Sí, tu esposa e hijos –le dijo–. Imposible dejar de mirarla, ella es maravillosa, sorprendente. Sabe todo lo que le conté a Don Otto. Me pidió que me sentara a su lado. Allí el arroyo transcurre lentamente. Es un lugar muy fresco en éste verano tan caliente.
No la había visto. Le pregunté por qué no había estado en el pueblo. Dijo que había ido a revisar a la gente de tres estancias. -¿Revisando?–le pregunté–. Resulta que esta hermosísima mujer es médica y es nada menos que la nieta de Don Otto. Es evidente que él le ha contado todo.
La invité a cenar. Se reusó. Dice que en hotel la gente hablaría. Mañana domingo iremos hasta Necochea a pasar el día, son unos 80 kilómetros.
Hoy en la cena estaba Don Otto de muy buen humor. Tomaba cerveza. Compartimos la mesa y allí nomás se despachó con un “Ya ha conocido a Frida, veo que lo ha impactado”. Como un estúpido tartamudeé. Alzó la voz y agregó: “Claro que sí”. Le aseguré que mis intenciones son sanas. Su mirada se hizo de hielo, “Eso espero” –dijo–.
He intentado dormir y me es imposible. Me levanté a escribir. Frida, Frida vuelve una y otra vez a mi mente. Siento como si nos conociéramos de toda la vida. No encuentro palabras para describirla. Es muy alta, como yo, un metro ochenta. Delgada pero con un prominente busto. Sus piernas son tan largas y esbeltas. ¡Pero su cara! Ni un Miguel Ángel podría haberla hecho mejor. Mentón recto. Grandes ojos azules y ese pelo corto, lacio y amarillo como trigo. Hoy mientras ella hablaba y hablaba me perdí en su mirada. Se dio cuenta y me preguntó si la estaba escuchando. Fui sincero, le dije que estaba alucinándome. Rió, fue como una música que se alzara en esa soledad.
Su dicción del español es casi perfecta pero ese mínimo acento europeo le imprime a cada palabra una musicalidad asombrosa. Una de sus manos (de largos y finos dedos) rozó la mía. Fue apenas un parpadeo, sin embargo el efecto ha sido formidable. Juro que una descarga eléctrica recorrió cada centímetro de mi piel. Jamás he sentido tal atracción por una mujer. Me ha impactado más allá de la prudencia.
Me han dado trabajo, hospitalidad y saben que soy casado. Guardaré las formas, pero Frida me fascina.
¿Qué hacer cuando la felicidad pasa ante los ojos y sabemos que tomarla no está bien? Soy casado, aunque mi matrimonio no funcione como es debido no debería pensar en Frida. No puedo. ¿Por qué cerrarme a una vida mejor? ¿Es acaso que la sociedad me obliga a cerrar los ojos y dejar pasar la oportunidad? No ser feliz. Sufrir, esperando otra vida que quizás no exista. Respetar las formas sociales impuestas.
¿Si uno sufre es malo tratar de remediarlo? El tiempo corre, es hoy o nunca. Que la imagine junto a mí no significa que deje de lado mis obligaciones con mi familia. La mujer más maravillosa está aquí.
Debo dormir. No será sencillo. Frida, Frida. Deseo tanto que los fantasmas del pasado se vayan. Quiero quédame aquí. ¡Sí, aquí! Por primera vez el dolor insoportable, las noches de insomnio y recuerdos parecen huir, escapar hacia el lejano horizonte.
El cansancio de malos y pesados años llega a su fin. Olvidar. Sí, olvidar y abrirme a una nueva vida. Frida. Frida.

19 de Enero 1958

Regresamos de Necochea a las seis de la tarde. Ha sido un día fantástico. Le abrí mi corazón, le dije toda la verdad. Sabe de mi familia, de mi deambular y soledad. De todo el dolor que me ha perseguido a través de los años y los caminos.
Me ha contado tantas cosas. Es alemana. Riendo dijo que Don Otto piensa que Argentina es un país extraordinario. Que sus gentes somos personas a las que les espera un buen futuro. Que lo tenemos todo. Le dije que no se enojara, que ojala fuese así. Es cierto que poseemos una tierra rica, pero aún nos falta mucho. Quien sabe cuál será nuestro futuro. Dijo que hay que ser optimista. Alzó esos inmensos ojos y agregó -¡Estás tan solo! No pude evitarlo y la besé. Lejos de rechazarme me abrazó muy fuerte. Unas lágrimas, las primeras que yo vería corrieron por su cara. Y dijo -Yo también estoy sola. Viví los horrores de la guerra, la destrucción, la muerte de mis padres y hermanas.
Trabajé en Polonia. Al final del conflicto logré regresar a Berlín. Luego pude escapar a España. Allí lo conocí. Otto me necesita más que nunca. Su estado de salud ya era complicado en aquella época. En estos días ha empeorado. Todo ese tiempo me he ocupado de él.
Mario llegaste a mí como un soplo de esperanza. Algo he aprendido que nada es para siempre. Todo son momentos. Cuando logro dormir me despierto a veces en la noche escuchando gritos, explosiones, fuego. No puedo expresarte en palabras la sensación de desamparo y angustia que he sentido en los bombardeos. Esperar la muerte sabiendo que nada puede hacerse, solo esperar. Sí, la insoportable tensión, día tras día. Cuando las sirenas cesaban sus gritos venía lo peor: salir de los refugios y ver a tus vecinos muertos. Niños, mujeres. Los hombres corriendo desesperados buscando a sus seres queridos entre los escombros.
Ustedes son agraciados no han sufrido lo peor que le puede pasar a un pueblo: la guerra. Todo aquello parece tan lejano, sin embargo el peso sobre mi alma vuelve una y otra vez torturándome. De pronto en una tierra extraña veo el sol, siento el calor del verano. Atrás queda todo aquello y te encuentro. ¿Qué más puedo pedirle a la vida? ¡Quiero que vivamos antes que vuelva la noche! Me haces falta, mucha falta. No puedo creer que comparta este momento de mi vida con un argentino. -Mi sangre es italiana- le dije. Me miró desde el abismo de sus ojos y sonrió -No me importa, vas a hacerme feliz, lo sé, aunque nada dure para siempre. El tiempo sigue corriendo, te necesito tanto.
Le sequé unas grandes lágrimas que lavaban sus enormes ojos azules, profundos como su maravillosa alma. Nos abrazamos jurándonos amor.

20 de Enero 1958

Todo el pueblo duerme aquí a la hora de la siesta. Hace mucho calor. Aprovecho para escribir. Hoy llevé un encargue a Don Otto. Siempre tomando cerveza. Me invitó a sentarme y me convidó.
Hoy sus ojos estaban vidriosos. Lo veo tan cansado, como si un inmenso peso aplastara su ser. No pudo ocultar el temblor de sus manos y hasta de sus brazos. Parece un títere. Le pregunté si la cerveza no le hacía mal. -¿A mí? He tomado cerveza toda la vida, además ¿importa acaso cómo muera? Ya no tiene sentido cuidarse. Hablemos de otro tema. Frida me ha contado. Sus ojos negros sombríos logran perturbarme, no sé por qué. ¿Qué vida habrá pasado ese hombre? No iba a preguntárselo, intuía que no me lo diría. “Parece que la ha conquistado” –dijo–. Otra vez tartamudeaba nervioso ante él.
-Tranquilícese, pero ni se le ocurra hacerla sufrir ¿está claro? Le aseguré que la trataría como un caballero, pero que me daba vergüenza por mi situación.
-¿Vergüenza?” ¡Vaya y hágala sentirse bien!, ha sufrido mucho – gritó.
Es evidente que la felicidad me sonríe. Quizás Frida tenga razón, nada dura para siempre.
Don Otto nos dio su bendición, supongo que el resto del pueblo aceptará verme con ella. No entiendo por qué pero desde su vejez y precaria salud este anciano impone respeto. Diría que es mucho más que respeto. Quizás cierto temor, aunque no veo la razón. Esta noche ella me espera para la cena.
Al final del pueblo tiene una hermosa cabaña, me he mudado a ella. Seré discreto, pero algo me preocupa.

21 de Enero 1958

Nuevamente aprovecho la larga siesta para volver al Diario. Anoche fue tan hermoso amarnos. No tengo palabras para expresar la ternura que nos prodigamos. Somos tan distintos pero ambos necesitamos imperiosamente del otro. Hemos vivido en mundos diferentes y diversos fueron los dolores pasados. Pero algo en común nos une: la necesidad de una voz que pronuncie emocionada nuestro nombre. Ternura sobre todas las cosas.
Luego de amarnos ella sonríe y me dice una y otra vez “Gracias, gracias”. Tiembla, la abrazo y la veo llorar. Le he preguntado por qué esas lágrimas.
“Lloro porque no quiero perderte” –dijo–. Le juré que eso no ocurrirá. Pero temo cuando me mira con una tristeza infinita.
Le propuse que a fin de año, si todo va bien, me separaré de mi mujer y viremos juntos. Ella me miró con una inmensa compasión. Me pidió que no soñara más allá de nuestras reales posibilidades. Le pregunté por qué y solo dijo “Este es nuestro tiempo, ámame, ámame…todo lo que puedas”.
Esas palabras giran en mi cabeza. No veo la razón para no lograr una vida juntos. Mi familia, allá en Mar del Plata no dejaría de tener mi aporte.
Hoy a pesar de la felicidad que me brinda Frida y de las ganas de hacerla feliz hay algo que me da vueltas y no sé qué es.
Antes de entrar en la casa nos sentamos en el columpio.
El cielo se mantuvo despejado. Una sábana de estrellas nos invitó a mirar tanta maravilla. Aquí, lejos de las luces, las estrellas llenan el cielo brillando rabiosamente. ¡Tantos mundos! ¡Toda esa energía y nosotros en este pequeño planeta lleno de hermosos cielos y de tanto sufrimiento, con nuestros míseros pesares. Inmensos para nuestro propio dolor pero que no es nada ante la magnificencia del universo.
Una guerra devasta generaciones, pueblos, países. Mientras ésta tierra corre por un universo ajeno a tanta agonía. La naturaleza nos deja matarnos y tal vez ni siquiera sepa que lo hacemos con metódica determinación. Patria, libertad, palabras vacías ante un solo ser humano asesinado.
Mientras observaba la Cruz del Sur prendiéndose y apagándose volví a mí extraordinaria Frida. De pronto el profundo sentimiento de tristeza y resignación dio a paso a una oleada de cariño. Dejaba de ser, al menos por unos momentos, el hombre solitario de los caminos. Sin hogar. Un ser sin rumbo, perdido entre los pueblos. La aferré más fuerte. Con infinita ternura.
Abrazados sentimos el perfume de los azares que alguien plantara con cuidado y buen gusto.
El pueblo, lejos de parecerse a cualquier otro, se asemeja mucho a una pequeña aldea del norte de Europa. No por sus construcciones, sino por la exquisita presentación de las calles, árboles, foresta y flores. Las pocas casas lucen en sus ventanas hermosas cortinas. A la hora en que el sol baja, son atadas con una cinta roja.
En el bar todos beben cerveza. La caña, la ginebra, tan típica del hombre de campo argentino, no se toman. Otro detalle digno de admiración es la creación de falsos balcones, también adornados con flores. La limpieza incluso en las calles de tierra, es inmejorable.
Pensando en eso la contemplaba adormilada en mis brazos. Su pelo lacio caía sobre su escote, en un deleite de suavidad y placer.
Imagino lejanos y pequeños, ríos allá en su Alemania, corriendo por los prados. El agua acariciando las piedras y ofreciéndose al viajero cansado y sediento.
Su voz, lejos de traerme los helados recuerdos de la guerra y la muerte, me acercan una paz como nunca pude deleitar. Los sueños oscuros mágicamente han comenzado a disolverse.
Una nube cruzó ocultando brevemente las estrellas.
El recuerdo surgido de la profundidad de mi inconsciente se hizo real. Los huesos de mi primera mujer es su tumba. Las recriminaciones de mi esposa. Mi mala suerte. Apreté más fuerte a este ángel maravilloso. Mientras aparecía un cielo impecablemente limpio ella despertó y dijo muy quedamente “entremos”.
Después de amarla volví a decirle que deseaba pasar el resto de mi vida a su lado. Dijo -Mario eres una persona excepcional y llena de amor, lo veo en tus ojos. No hay eternidad ni tiempos infinitos, solo momentos, a veces inigualables. Breves etapas de la vida, donde entre tristezas y dolores, se enciende la luz y nos llena de alegría. No es que estemos en el paraíso. Vivimos en un infierno constante, luchando para escapar. Soñamos con otra vida. Imaginamos siempre que hay otro sitio mejor, más cálido, más fresco, más luminoso, más tranquilo. Pero al final del camino quizás, con suerte, alguna vez lo encontremos. Y cuando imaginamos que al fin hemos llegado todo se acaba y vuelve el dolor. Entonces comprendemos (tal vez) el verdadero significado de la vida. Infierno y paraíso, dolor y placer, suerte y tragedia. Así es fuego e hielo. ¿Qué importa ahora el tiempo Mario?
¡Queridísima Frieda! Entonces la rodee con mis brazos y se entregó en un beso tierno y profundo. Se levantó algo turbada y dijo “es tarde vayamos a dormir”.
La luna había corrido por gran parte del cielo. Los eucaliptos irradiaron todo su perfume. A lo lejos algunos ladridos de perros se confundieron con el sonido de un gran búho.
Plenamente feliz me dirigí a la habitación cuando se me hizo consiente una preocupación. Mi alma plena era ahora turbada por una duda. Como un pequeño y claro estanque, cuyas aguas inmóviles presagian oscuros y temibles secretos en sus profundidades.
Antes de acostarme perplejo recordé a mi mujer y a mis hijos, allá tan lejos y tan solos.
Ella ya duerme. Quiero cuidarla, protegerla de los malos sueños, de los recuerdos. Del caos y el dolor. Acaricié su cabeza y su pelo se desplegó entre mis dedos.
Antes de acostarme escuché otra vez las palabras de Frieda ¡paraíso e infierno! Pero algo que dijo retumbó brevemente en mi cabeza. “Antes del final de la guerra estuve en Polonia.” Hay algo que no está bien. Mañana debo terminar de escribirlo.

22 de Enero 1958

Acabo de despertarme. Aún es muy temprano. Ella ha ido a cuidar a Don Otto, parece que ha pasado una mala noche.
He vuelto a estas páginas. Sombras sobre la felicidad. Ella dijo que había estado al final de la guerra en Polonia y que al acabar ésta regresó a Berlín. Si fuese así hoy tendría cuarenta y cinco años ¡eso no es posible! No debe tener más de veinticinco años. Es extraño.
Al fin ha terminado el día, ha sido largo y caluroso. Antes de descansar necesito aclarar mis ideas, por eso quiero volcar cada palabra que recuerde.
Llevamos con Frida un encargue a la Estancia de los Trama. Aproveché el largo camino en sulky para hablar con ella. No abordé el tema enseguida. Le pregunté sobre Alemania. Su vida allí. La noto reticente. Desvía la conversación hacia otros temas.
Nos detuvimos en el arroyo, a la sombra del gran sauce. Comimos algo y nos refrescamos. Estuvo tan vivaz, hermosa como siempre. Se levantó y fue hasta el arroyo. El sol llenó de oro su cabeza. Me decidí a no decir nada más, pero no pude. Ella me abrazaba y le dije directamente “Si estuviste en Polonia poco antes del fin de la guerra quizás tendrías unos veintiocho años. Regresaste a Berlín y allí todo acabó. Llegaste a la Argentina. Me causa gracia”, ¿Qué? –dijo–.“¡Hoy quince años después tendrías que tener más de cuarenta y cinco años! ¡Es imposible! Eres muy joven”. En cuanto terminé de decir aquellas palabras me arrepentí. Estuvo muy contrariada. Hizo un largo silencio. Luego sorprendentemente dijo: “Mario a veces es preferible ignorar ciertos temas. Ten paciencia. Es muy pronto, algún día podré hablarte libremente. Eso no significa que te quiera menos. Mi vida ha comenzado a brillar por tu presencia. Confía en mí y espera. Te amo, te amo tanto. Es la primera vez en toda mi vida que soy feliz”.
Soy un estúpido, no preguntaré nada más. No quiero herirla. Estoy cansado. Pero ¿qué habrá querido insinuar?

23 de Enero 1958

Ha sido un día extraño. El trabajo en el almacén de Don Atilio comenzó normalmente. Los miércoles y viernes son los días en que hay un intenso movimiento. La peonada viene al pueblo, pasa por el negocio y carga sus carros. Desde herramientas hasta harina. Es interesante ver lo que llevan para tomar.
Un grupo, los de las estancias del este y norte son tomadores de vinos. Lo extraño es que al sur hay una estancia (nunca estuve allí) cuyos peones son rubios. Los acompaña Don Nicanor. Es un tehuelche típico. Largos cabellos renegridos, tez obscura. Cuando uno lo ve llegar imagina que pedirá un vaso y la botella de caña. No es así. Al igual que los cinco o seis hombres que lo acompañan bebe cerveza. Nunca imaginé que se pudiese tomar tanta cantidad. Varias veces hablé con él tratando de sacarle alguna información sobre sus extraños acompañantes. Da rodeos y ninguna explicación. Es el único que se comunica. Quizás sus compañeros no hablen castellano. Visitan regularmente al Anciano.
A las once de la mañana mi patrón me llamó. Y Dijo: “Mario en el fondo lo esperan”. El largo pasillo conduce a una gran puerta. Golpeé. “Pase” –dijeron–. Entré a una gran sala. Cuidadosamente las ventanas habían sido tapiadas. Una gran mesa oval y varias sillas esperaban vacías.
Todas las paredes, hasta el techo acumulan miles de libros.
El Anciano al verme Dijo: “¡pase, pase Mario!”, póngase cómodo. Rengueando se acercó a la cabecera.
A cada costado de la habitación cuatro custodios guardaban silencio. Quietos como estatuas parecían mirar más allá de las paredes. Don Otto al advertir mi intranquilidad agregó “Son mis muchachos. ¡Estamos en un problema Mario! Nos quedan solo cinco días”, “¿Cinco días?” –pregunté–. Comenzó a toser y temblar, le alcanzaron agua
-Voy a mostrarle. La fiesta del pueblo es inminente. He tomado la delantera. ¿Ve estos mapas? Dividí toda la zona en cinco regiones.
-¿Regiones?
-Le ha asignado una zona a cada uno de mis hombres. Usted se hará cargo de la quinta.
-¿Yo? ¿Con que fin?
-¡Mire por favor! Desde el pueblo hasta la estancia de los Trama. Frida lo secundará. Irán por cada camino, y cada puesto, cada hombre y mujer tienen que ser censados.
-¿Censados?
-¿Qué le pasa hoy Mario? ¡No está atento!

Sí, sí lo estoy pero no comprendo…
-¡Por favor, la fiesta de la cerveza! Todo tiene que ser perfecto. Cada persona que visite recibirá el bono correspondiente para la entrada al festival. Van anotar cada nombre. Necesitamos saber cómo van a llegar al pueblo. Si no tienen transporte se lo procuraremos. Tome su carpeta y revise. Nombres, estancias o puestos de residencia, transporte, etc. Todo esto en lo relacionado con lo externo. Mañana comenzarán los armados de las tiendas. Una grande en la plaza. Luego a dos cuadras las carpas que servirán de habitaciones. Por eso es imprescindible el número exacto de concurrentes. Quiero que cada una tenga escrito el nombre de sus ocupantes. Habrá que armar baños. Piense en el agua que pueda consumir cada grupo. Ya ordené el tendido de líneas eléctricas y luminarias. Quiero que cada detalle sea perfecto.
-Pero, pero.
-¿Qué le ocurre?
-Digo, mi trabajo, Don Atilio.
-Olvídese de eso por ahora. Ha sido relevado hasta nuevo aviso.
-¿Cuánta gente va a venir?
-¡Todos! En su sector usted va a ser el único responsable para que nadie falte ¿Está claro?
-Sí. Imagino la gratitud de las personas.
-Nada de gratitud, mucha es gente necesitada. Recuerde que no se debe exigir el tributo de la gratitud por que ella no brinda mercedes, sino que está destinada a restituir derechos.
Vaya ahora a ponerse de acuerdo con Frida. Use la camioneta. No pierda tiempo con un carro. Aún falta lo más complicado el alimento para tanta gente y su preparación.
-Asado. Dije.
-¡Nada de eso es la fiesta de la cerveza! Todo bien alemán. ¡Vaya, hágame el favor! Y llévese ese mapa.
Los hombres que lo cuidaban permanecieron inmutables. Uno dijo algo extendiendo uno de los mapas, pero no lo entendí.
Don Atilio me esperaba. Sonriendo dijo: “¿Qué le ha parecido? Eso es saber dirigir”.
Le pregunte qué pasaría con el trabajo. Dijo: “No se haga problemas, nadie en su sano juicio le objetaría nada a Don Otto, y ¡no haga preguntas por Dios! Cumpla su orden”.
Busqué a Frida. Realmente no entendía que estaba pasando.
No la encontré en el pueblo.
Preparé una vianda y salí con la camioneta.
En las afueras detuve la marcha. Una nube de polvo indicaba a alguien a galope tendido. En minutos el jinete estuvo al alcance de mi vista. Quedé petrificado. Ella, como nunca la había visto, volaba en un gran caballo azabache.
Sus cabellos al viento resplandecían por el sol furioso de las dos de la tarde. Parada sobre los estribos acariciaba el aire. Pasó como una exhalación a mi lado sin verme. Mientras daba la vuelta para seguirla toqué bocina. Detuvo su carrera. Al reconocerme bajó del corcel y corrió a mi encuentro. Fui hasta ella y la levanté en el abrazo. Me beso largamente. -¡Mario! ¡Mario! –gritaba contenta–.
-¡Dios mío! Te podrías haber matado.
-¿Yo? Ven te presentaré a Persifal. El caballo dócilmente se acercó a su mano. Cubierto de sudor brillaba intensamente. Los ojos casi rojos mostraban una personalidad y una fuerza única.
-¡Persifal os presento a mi amor Mario! recio caballero con sangre italiana, larga verborragia y tiernas caricias!
-¡Frida! Debemos volver al pueblo. Don Otto me dio un trabajo, al parecer don Atilio lo sigue en la locura.
-¿Locura? ¿Cuál?
-Algo sobre una fiesta alemana. Me mostró mapas…
-Ah! La fiesta. Tranquilo. Vamos a casa y te contaré. Veremos quien llega primero ¡Es una carrera! ¡Yo con el viento o tú con esa camioneta!
De un salto subió a su cabalgadura y salió como una tromba. Tardé en arrancar y llegar a la casa. Ya en la sala de estar, increíblemente fresca, logré relajarme. Desde el baño gritó:
-¡Mario, estoy en la ducha, ven!
Luego de bañarnos almorzamos.
-Vamos a la cama y te explico- dijo.
-Debes entender a Don Otto, aquí nadie lo contradice.
-Sí, pero a mí el sueldo me lo paga Don Atilio.
-¿No te dijo él que le hicieras caso a Don Otto?
-Sí, pero.
-Mario aquí no se discute lo que Él diga. Me comentó que te quiere como a un hijo.
-¿Eso te dijo?, si apenas me conoce
-Sabe que te amo y que me haces increíblemente feliz.
-¿A pesar de estar casado y tener un pobre empleo?
-¡Eso no importa! La vida son momentos que se proyectan como una película. La tuya a pesar de los problemas con tu mujer ha transcurrido tranquilamente.
-¿Tranquilamente?
-Sí, absolutamente. Jamás vas imaginarte lo que es la guerra. Mis palabras nunca van a llegarte, sencillamente porque el dolor de cada persona no es transmisible. Es una experiencia única .No quiero hablar de ello, solo te lo contaré una vez. Vivía con mis padres en Meissen, en la Sajonia. Un día llegó la guerra. Todavía cuando cierro los ojos veo el magnífico castillo de Albrechtsburg y su escalera caracol. Por debajo del monte del castillo me veo correteando por el casco antiguo.
En los atardeceres subíamos a la montaña del Castillo. Me quedaba con mis hermanos contemplando aquellos soles ocultándose sobre los tejados perfectos. ¿Puedes imaginar la belleza de la armonía? Niños jugando bajo el sol. Prados verdes. Otoños tiernamente marrones. Las noches, en los inviernos blancos, en que en que nos sentábamos frente al fuego del hogar. Mamá nos regalaba cada noche una taza de chocolate caliente.
En un principio tuvimos suerte ya que muchos compatriotas sufrieron inmensas privaciones durante esos tiempos.
Mi padre trabajaba en la Universidad. Pero nada duraría. Los rumores de la guerra nos parecían lejanos. Sin embargo llegó brutalmente.
Nuestros amigos que marcharon al frente comenzaron a morir. ¡Es tan sencillo enviar manada tras manadas de muchachos y hombres a la muerte! En esos momentos hasta ellos mismos deseaban dar su vida por la patria. Tienes que saberlo: nosotros amamos a nuestra nación, por ello no importaron los sacrificios.
En ese tiempo pasaba los días llorando a escondidas. No debía hacerlo frente a los demás, ya que me había propuesto ser fuerte.
Las ciudades se convirtieron en ruinas. Me fui apagando poco a poco.
Me refugié en el estudio y luego, al final, lo conocí a Él. Huimos. Llegamos a este país.
El viaje fue largo y penoso. Nunca más podríamos regresar. Atrás quedaron los sueños y las ruinas. El fin de millones de vidas.
No puedes entender el profundo dolor que siente. No es físico, es un ahogo, como si estuvieses a miles de metros bajo el mar, en oscuridad. Quieres escapar, huir y es imposible.
Sabes que tu país, al que amas más que nada, ha sido convertido en ruinas. Que tus amigos no volverán nunca.
Cuando nos enterábamos de las brutalidades realizadas por los rusos, llorábamos callados, en un silencio hosco, sordo, duro y brutal. Ya no tendríamos ni veranos ni inviernos para disfrutar.
Los rusos entraban en las poblaciones, mataban sistemáticamente a los hombres. Violaban a las mujeres sin distinción. Luego las abrían a punta de bayoneta. Y después llegaron las bombas indiscriminadas.
Mis tías vivían en Dresden. Una de muchas ciudades sin defensas fue convertida en ruinas, por los bombardeos norteamericanos. Miles de inocentes pagaron con sus vidas una culpa que no tenían.
Durante mucho tiempo me despertaba en las mañanas, en éste campo y no quería vivir. Deseaba que la muerte me llevara de una vez. Mis hermanos y mis padres habían muerto… Él me decía al verme destrozada “Naciste para ayudar a los demás. Aquí es el lugar, debes olvidar”. A su vez miro a ese Anciano encorvado y agotado, en límite de sus fuerzas y sufro por él.
-No llores…
-¡Te quiero tanto Mario! acepta lo que Él te diga por favor, solo es una fiesta.
-De acuerdo querida. Mañana temprano empezamos la recorrida.
-Recuerda que cada día deberemos presentarle un informe.
-Lo haremos.
Realmente no entiendo todo esto ¿Qué poder tiene el Anciano sobre tanta gente?

24 de Enero 1958

Ha sido otro día agotador. Recorrimos una buena parte de los puestos, estancias y caminos. Todos vendrán.
Estoy escribiendo a la una de la madrugada, mañana a las seis seguiremos. Necesito dejar en el papel estas palabras, antes que el cansancio me venza.
A las once de la noche salí del hotel para cenar con Frida. Mi patrón me invitó a tomar una copa. No llegué lejos. Don Otto, en la puerta, sentado en su eterno banco de quebracho, me llamó. Le dije que ella me esperaba. Como de costumbre me fue imposible contradecirlo. Ese hombre tiene algo que no alcanzo a comprender. Nadie en el pueblo le dice que no. Es más, me extraña el respeto que le profesan. Le temen ¿Pero quién podría temer a alguien como él?
Me senté esperando que la charla durara poco. La cena ya estaría lista y yo con un hambre de lobo después del trajín de día.
-Don Otto Frida se va a enojar si tardo.
-Que se enoje. ¿Está contento aquí en el pueblo?
-¡Claro! ¿Cómo podría no estarlo? Ella es maravillosa.
-¡Cuídela!
-¡Eso haré con todo mi corazón! La fiesta va a ser estupenda.
-Seguramente será la última para mí.
-¡No diga eso! Todavía le quedan años por delante.
-Mario, no intente darme esperanzas que no existen. Todo se acaba en algún momento.
De pronto regresó otra vez a su mundo.
Luego de un largo silencio continuó:
-Siempre he creído en dos cosas: en la fuerza y en la voluntad. Si las tiene nada podrá detenerlo. O al menos les será muy difícil doblegarlo.
Cuando era joven perdí primero a mi padre y luego a mi madre. Pertenecían la clase media. Él fue funcionario público. Hasta ese momento mi vida había trascurrido sin mayores penurias. Pronto se terminó esa vida monótona y tranquila. Así me vi lanzado a la lucha por la supervivencia.
La magra pensión de mi madre apenas me alcanzaba para comer.
Pienso que la vida al sacarme de la comodidad y arrojarme a las garras de la pobreza y de la miseria, forjaron en mi espíritu a un hombre fuerte. Capaz de soportar los embates más difíciles. Debo a aquellos tiempos mi dura resistencia y también toda mi fortaleza.
Me encontraba en Viena, allí sufrí cinco largos años de calamidades y miserias.
Para muchos, en aquella época antes de la Primera Guerra, esa ciudad podía imaginarse como el lugar de la alegría, de gentes satisfechas. Solo fue así para los afortunados.
Trabajé de peón y pintor, pobres trabajos que apenas alcanzaban para poder alimentarme. Mi única pasión eran los libros y muy pocas veces la ópera. ¡Cuánto sacrificio para poder comprarlos! O comer o leer, las dos cosas a la vez eran imposibles.
Esa vida me ayudó a comprender el mundo que me rodeaba.
Mi camarada fiel fue el hambre ¡Que constante y larga fue la lucha con ella! Me preparó para la otra gran lucha que más tarde vendría.
No puedo olvidar a los miles de desocupados y vagabundos que deambulaban en la oscuridad del sufrimiento. Las noches de los largos inviernos tiritando sin carbón, en sus paupérrimas viviendas.
Seguía mi vida pero observaba y aprendía. Estudiaba a aquellas gentes. Al padre de familia que llegaba a su precaria vivienda el día de cobro. La familia entonces comía. Los siguientes, hasta el próximo salario, conocían un solo nombre: dolor por el hambre.
Frecuentaba a las tabernas no para disiparme o beber sino para mirar a lo más bajo de la sociedad. A ese padre que gastaba los únicos pesos en bebida. Cientos de miles de familias abandonadas a su suerte. Mientas en la otra Viena se reía en los salones, festejaban una fiesta interminable. ¡Vaya si eso me sirvió!
Lo vi todo desde abajo. Desde el mismo lugar del humillado, del pobre, del borracho nauseabundo, del olvidado. ¡Sí, yo sufría el mismo hambre! Pero aprendía más y más.
Comencé a comprender donde se encontraba el enemigo.
Los encumbrados en otra clase social daban vuelta sus caras para no ver todo ese sufrimiento. El terror de caer ellos en ese infierno.
Regresaba cada noche a mi modesta habitación, cenaba frugalmente y leía, leía.
Sí, fueron largos, largos años.
Soñaba con un país donde se lograra un milagro: todas las clases sociales trabajando unidas para el bien común. Imaginaba derechos para los trabajadores. Buenas viviendas. Oportunidades. Desarrollo social. Luchamos por ello ¡vaya si luchamos!
Estoy tan cansado.
Se ha hecho tarde vaya, vaya con Frida. Mañana hablaremos.
Cuando me levanté uno de los hombres que estaba a prudente distancia se acercó. Intenté ayudar al Anciano a levantarse, el gigantón corrió y me sacó el brazo sin decir palabra. Lo llevó muy despacio.
Encontré a mi amada muy enojada. Me recriminó la tardanza. Cuando supo que Don Otto me había retenido cambió totalmente de actitud. Me abrazó con una ternura única. Me dijo al oído: “Vamos a comer, después si no estás cansado… podrías mimarme un poco”.
Ella ya duerme feliz. ¡Nos hemos amado tanto! Estoy rendido. ¿Qué habrá querido decir el Anciano con eso que se preparaba para la gran lucha?

25 de Enero 1958

La noche ha traído un viento fresco que llegó desde el este. Un alivio.
Mientras regresaba a casa, me quedé un rato mirando al sol que se deshacía en la llanura. Caminaba un poco cegado cuando vi al Anciano que descansaba en la plaza. Como de costumbre uno de sus hombres permaneció firme como una roca a varios pasos. Me senté en silencio junto a él. Con temor pensé que si me veía pasar no quedaría bien dejarlo solo. Dormitaba respirando entrecortadamente. De pronto abrió esos profundos ojos oscuros y dijo:
-¿Usted cree en un Dios, en algo después de esta vida? Y ¡no me mienta! Sinceramente no me importa que pase después.
-No. Imagino que la muerte es el final. Sin cerebro, sin conexiones nerviosas supongo que se acaba todo.
-¿Se da cuenta de las implicancias que esa idea genera?
Yo pensaba en Frida y en mi estómago. No tenía deseos de comenzar una larga charla. La luna se levantaba inmensa, ajena a nosotros. Miré a sus ojos fríos, inmutables. Tuve que responderle “Sí” –dije–.
-No hay castigos, ni recompensas. Cualquier vida sería igual a otra. Todo acto de heroísmo o de barbarie carecería de efectos.
-De efectos no. Imagine que alguien causa un enorme dolor a otros. No es gratuito. Es sufrimiento. Y si existe en el mundo un mal específico, acciones que independientemente de las costumbres, sean el mal absoluto, en todos los tiempos, es seguramente el dolor causado a otros. Si se hace sufrir a cualquiera eso es el mal.
-Me refiero al después. Nada de recriminaciones ni premios.
-Quizás.
-¿Quizás? ¿Es ateo o no?
-Tengo dudas ¿Cómo podríamos estar seguros?
-En mi juventud creía firmemente en un Creador. Ya no. Tanto dolor en silencio. Durante la Segunda Guerra me llegaron unas fotos a mis manos. Crímenes cometidos por los rusos. Cientos de mujeres y niños masacrados. Fue una de las pocas veces que lloré en mi vida. ¿Dónde se encontraba entonces ese Dios, dónde?
-¿Por qué tendría que estar Dios de un lado o de otro? Se estaban matando.
-Sencillamente no estaba ni estará nunca al lado del que sufre. Al menos no para ayudarlo. Quizás hemos inventado a un Dios porque no lo teníamos. Es una necesidad creer.
Estando en Leoding, tendría quizás cinco años, otro niño vivía a dos casas de la nuestra. Lo recuerdo tan bien. En el fondo de su vivienda habían cavado un gran pozo. Yo no había visto el peligro. Él se encontraba al otro lado, lo llamé y corrió hacia mí. En un instante lo vi caer. Todavía escucho su grito desgarrador y el golpe del cuerpo en el fondo. Me asomé, aún estaba con vida. Yo gritaba, gritaba. Sus padres lo habían dejado en casa. Corrí a buscar a mi madre. Nada pudimos hacer, cuando lo sacaron estaba muerto. Esa noche recé hasta sangrarme las manos de tanto apretarlas. Imploré para que volviera a la vida. Yo lo había llamado, por mí murió. Lloraba gritando. Ese Dios no estuvo allí. Tampoco en las trincheras cuando las balas cercenaban una y otra vez las vidas de mis camaradas.
Yo fui herido dos veces y sobreviví en infinidad de oportunidades. ¿Por qué no hubo una bala para mí y si para otros?
Durante mucho tiempo pensé que la Iglesia era fundamental para el hombre. Pero yo estoy al final de mi vida y ya no me importa.
Le diré algo fundamental quien tenga el poder deberá llegar a él no por la fuerza. Solo hay una forma, al pueblo no se lo conquista, éste debe entregarse. Para ello hay que amarlo para ser amado. Respetarlo. Y mostrar el ejemplo. Quien comande deberá ser austero.
Volviendo a la fe, ésta tiene un rol fundamental en el Estado. Aunque hoy yo no espero a un Dios, el pueblo necesita de ejemplos. Las enseñanzas de la iglesia sirven para ese propósito.
-Entonces si no hay un Dios, si no hay un después, tampoco habrá dolor, sencillamente nada.
-¿Por qué debería sentirlo?
-Bueno, nadie está libre de culpa.
-¿Usted piensa que yo debería tenerla?
-Don Otto, no conozco su vida, no lo sé. ¿Por qué pensar en la muerte?, mire que noche. Escuche los grillos. Esta paz es una maravilla. El aire huele a eucaliptus. El sonido de algún pájaro que llega a su nido, perros en la lejanía. El campo que nos habla bajo las estrellas ¿No es hermoso?
-Sí, paz. Se ha enamorado por eso habla así. ¿Qué sabe usted? ¿Qué vida ha tenido? ¿Qué ha logrado hasta ahora?
-Nada, sinceramente solo soy un pobre hombre deambulando por los caminos buscando sustento. Pero aquí tal vez encontré el camino. Vivo feliz. Por primera vez siento la inmensa necesidad de darle ternura a alguien tan especial como Frida.
-Usted es un buen hombre.
-Sin duda ha luchado mucho en la vida. Lleva una gran carga. Deje el pasado atrás y disfrute de estos momentos de sutil belleza. ¿Siente la brisa sobre las hojas?
-No puedo Mario, la carga es demasiado pesada. Despierto cada mañana esperando que sea la última. Descansar. Sí, el olvido. Vaya a cenar, su Frida lo espera. Es un hombre con suerte. Vaya.
Me despedí y corrí las cuatro cuadras hasta la casa de Frida.
-¿Qué te pasó? -dijo.
-Don Otto. Ese hombre no se encuentra bien.
-Ya lo sé amor. Sufre mucho. ¿Te dije que te quiero?
-Sí, muchas veces. Por primera vez en toda mi vida siento que puedo descansar a tu lado.
Así termina un largo día.
¡Qué extrañas las palabras de ese hombre, una pesada carga…

26 de Enero 1958

Tuvimos un día terrible. Salimos temprano a terminar con las invitaciones para la fiesta. Frida quiso correr con su corcel. Como de costumbre al galope. Una tromba. La seguí de cerca. Cuando Parsifal entró en el monte y lo vi salir solo me aterroricé. Detuve la camioneta y corrí. Estaba tendida. Golpeó contra una gruesa rama en la frente. El impacto fue brutal. La subí desmayada y aceleré. En un instante llegué al pueblo tocando bocina. La cargué en mis brazos. Don Otto sentado en su eterno banco preguntó qué había ocurrido. A los gritos le expliqué. Uno de los fuertes hombres del Anciano la alzó. El Anciano me tomó del brazo fuertemente.
“¡Cálmese! va estar bien” –dijo–. Temblando lo seguí a dentro del Hotel. La acostaron con una bolsa de hielo en la cabeza. Para mi asombro ella abrió los ojos. Se tocó la frente y dijo: “Que golpe ¿Persifal está bien?” “Sí, y el árbol también ¡Casi me infarto! Ese golpe habría matado a otra persona” –le dije–. “Ella es muy fuerte” –dijo Don Otto–. Cruzó su mirada con la de Frida y ambos sonrieron.
La dejé descansar. Según él, ella posee un organismo privilegiado. Ya no tiene ninguna marca de semejante golpe. Es realmente sorprendente.
La dejaron en el hotel por las dudas. Pasaré la noche solo ¡Ya la extraño! Iré a dormir, mañana es la gran fiesta y tendremos que estar atentos a todo. Si algo sale mal no quiero imaginar cómo se pondría el Anciano.
¡Mar del Plata! Mi familia hace varios días que no llamo. Les haré un giro con algo de dinero.

27 de Enero 1958

Y pasó la gran fiesta. ¡Fue un éxito! No hubiese imaginado que esta gente tan dura pudiese lograr tanta alegría. Don Otto estuvo de un lado para otro controlando cada actividad. Frida, durante un par de horas, lo llevó a su habitación, estaba muy cansado.
Todo empezó muy temprano. ¡Decenas de grandes tiendas! En la calle principal instalaron el palco. Las autoridades dieron comienzo. Primero desfilaron los bomberos y la policía (solo cuatro agentes). El Intendente dio su discurso. Tuvimos carrera de caballos y hasta de carros. Luego fue el turno del desfile de carrozas. Los paisanos se esmeraron. Fue brillante. Se preparó una gran tienda que ofició de comedor. Se la abarrotó de mesas y sillas.
Muchos fueron los asadores. (A pesar del disgusto del Anciano) tuvimos asado con cuero, lechones al asador, corderos. Infinidad de chorizos y ensaladas hermosamente decoradas. Y Por supuesto vinos. Él prácticamente obligó a más de veinte muchachas a ofrecer jarras de cerveza helada, salchichas y chucrut. Las veía ir y venir con sus los típicos vestidos alemanes.
Frida fue un capítulo aparte. Bajo el sol parecía flotar. Se paseaba con la brisa dejándose llevar de mesa en mesa. Su lindo pelo rubio se convirtió en dos trenzas que la hicieron aún más joven. Sonreía a todos, contagiando su risa plena y pura. Obviamente su vestido de campesina alemana fue el más hermoso.
En el desfile Don Otto estuvo atento, aunque no subió al palco.
Pude observar a ese extraño hombre. No miraba a los que orgullosos pasaban frente a las autoridades. Su mirada voló a otro lugar. Tal vez lo imaginé pero no estuvo allí. Duró minutos, lo vi viajar lejos. Quien sabe qué momentos de su vida recordaba. ¿Dónde habrá estado? ¿Cuánto sufrimiento habrá traído de su querida patria?
Hacia la tarde volvieron las cuadreras. También se organizaron juegos para los niños (a cargo de las maestras de la escuelita).
Por la tarde los paisanos sacaron los mates, y tortas fritas. Pero claro Don Otto no se iba a quedar atrás. Organizó una gran mesa con tartas y postres típicos. Por supuesto me hizo probar cada uno de ellos. Acepto que son muy sabrosos. Así mientras me volvía loco con sus explicaciones Frida cortaba pequeños trozos y decía con su vos maravillosa -Querido prueba esta berlinesa, ah mira, pastel de queso, y éste plum cake no te lo pierdas. Esa de allí es la famosa selva negra…
El Anciano casi me ahoga en cerveza, que sumada al vino, café, tortas fritas, asados varios y chorizos me han dejado en un estado lamentable.
Llegó la noche y la fiesta seguía. Una improvisada banda de música tocó una marcha. En un extremo de la plaza se colocaron los dispositivos para lanzar los fuegos artificiales. Y el cielo se llenó de luces. Uno mejor que otro. Las cabezas levantadas gritaba un ¡Ho! o un ¡Ha! Todos se maravillaron. Él cerraba los ojos y escuchaba las detonaciones. Un dineral quemado. Frida no quiso mirarlos, se aferraba a mí en cada explosión. Se alteró mucho.
De cada árbol se colgó un farol de papel.
Al finalizar el espectáculo caminé con ella hacia la entrada del pueblo. Lejos de las luces el cielo en un negro profundo nos extendió una sábana de estrellas. Nos abrazamos y ella dijo:
-¡Qué hermoso! El pueblo parece inundado de luciérnagas. Todo ha sido maravilloso, Don Otto estuvo feliz y yo bueno… estoy a tu lado ¿Qué más puedo pedir?”
Así terminó el memorable día. Agotada se durmió a mi lado. Tal fue su felicidad que no le comenté las sombras que yo veo sobre ese hombre.

28 de Enero 1958

Otro día perturbador. Mientras ella me llena de amor y pasión, el Anciano me sigue produciendo una inquietud perversa. Es una extraña y agobiante sensación. Además el hecho que mi familia se encuentre lejos de aquí enturbia mi alma. Querría que solo existiese la dulce y maravillosa Frida. Irnos. Encontrar algún lugar, dedicarnos solo a nosotros dos. Amarnos más allá de todo. La vida debería darnos otra oportunidad. Permitirnos que nos libremos de las cadenas. Simplemente vivir. ¿Por qué no podemos sentirnos plenos y sencillamente amarnos? ¿Por qué?

Atilio cerró, como cada medio día, el Almacén de Ramos Generales. Crucé la plaza en camino a casa. Ya casi todo el pueblo estaría almorzando y luego dormiría la infaltable siesta hasta las cinco de la tarde. Allí estaba el Anciano bajo un tilo. El guardián, cubriendo sus ojos con lentes, permaneció firme.

Es evidente que gozo de cierto permiso para estar junto a él. Ahora me doy cuenta que nadie se le acerca. Salvo en alguna reunión del pueblo. Cuando estoy a su lado el gigantón de turno se queda a unos cuantos metros. Con nadie más ocurre.

Me acerqué a su banco y lo saludé. Permaneció con los ojos cerrados. Pensé que dormía. Iba a retírame cuando con vos entrecortada pero firme sentenció:

-Siéntese. ¿Sabe usted que es la fuerza?

-¿La fuerza? No entiendo.

-Cuando era niño mi padre me azotaba duramente con un palo. Un día decidí no llorar ni una sola lágrima. Aguantaba cada feroz castigo sonriendo. Me mordía los labios hasta sangrarlos. Pero no emitía ni un quejido. Mi padre se enfurecía. ¡Yo era más fuerte! Muchos años más tarde, en extremas dificultades esa fuerza me sirvió para sentirme como un ser poderoso.

Se interrumpió en un acceso de tos. Me di vuelta, el guardián se acercó, pero él reponiéndose e imperativamente casi gritó “¡Estoy bien!”

-Me propuse que nada ni nadie se interpondría en mi camino. Estuve decidido a vivir una vida plena, para ello no debería atarme a una persona. Y así fue. Mi patria estaría siempre primero. Ni la miseria ni las guerras después lograron doblegarme.
Se interrumpió. Luego de un largo silencio continuó pero ahora sus palabras denotaban un extremo cansancio. El terrible pasado regresaba para torturarlo. Sus manos temblaban descontroladamente.
-Mi vida ha durado una eternidad. Todo vuelve una y otra vez. Las largas noches en Viena. El hambre. El dolor al ver a los miserables sin nada. Luego alistándome en la Gran Guerra. El barro. Cavar, cavar, mientras las ratas nos pasaban a veces entre las piernas.
El frío mordiéndonos. Los largos inviernos. La vida en las trincheras. El silbido que llamaba a subir las escaleras y correr hacia la metralla. Los ojos de los camaradas aterrados pero decididos por su deber y su patria.
Todos esos muchachos. El fuego, el humo el dolor de las pérdidas.
Un día cuando caí herido, ciego por los gases, todo se derrumbó. La guerra terminaba. Habíamos perdido, pero no porque nuestros ejércitos no hubiesen estado a la altura de las circunstancias. Tuvimos un problema moral. Desde la capital se esforzaban en decirnos que no valía la pena seguir la lucha. El enemigo no estuvo solo en el frente, lo tuvimos adentro.
Un Estado puede tener el armamento más poderoso, pero sin un ideal, sin moral no es nada. Fíjese la importancia de estar unidos, de creer.
Todas las clases sociales deben trabajar juntas, no odiarse.
Si un solo ciudadano sufre ya no hay justicia. Todos deben contar con posibilidades similares. Luego algunos serán más inteligentes que otros, tendrán más oportunidades, pero los que no las tengan no deberá sufrir privaciones. Para eso la patria deberá ser querida y amada.
Ahora soy este viejo. Los recuerdos son como hierros al rojo en mi carne.
En aquellos tiempos pensaba cuáles eran las fuerzas que sostenían a un Estado: el espíritu y la voluntad de sacrificio de cada uno por la Nación. No importaba la economía. El hombre jamás va al sacrificio por ésta, pero sí por los ideales.
Tanta lucha para llegar a esto. Un mundo que se ha llevado por delante todos los principios. Toda la sangre derramada, en los campos de batalla, para que el mundo se haya convertido en un gran bazar. ¡No lo soporto! Vender y comprar.
¡La gran culpa la tienen los banqueros! ¡Es inmoral la usura! No lo olvide la razón de ser de los bancos es prestar dinero y obtener ganancias desmedidas.
Años más tarde comprendí en el terrible camino en que estaba nuestra Nación: el maldito interés. Sí, prestar dinero y cobrar por ello es el mayor de los salvajismos. Así empezó a carcomernos lenta pero seguramente. Un Estado no debe permitirlo. Solo el trabajo productivo o de servicios son los que dignifican a un pueblo.
El Anciano cerró los ojos. Alejado del presente se encontraba ahora en el pasado.
-Franz, sí, en aquel invierno recibió un disparo en el pecho. Quedó allí apoyado contra una cerca, con los ojos abiertos, mientras su cuerpo se helaba. No pudimos sacarlo. Días enteros lo vimos. Ni siquiera una simple sepultura.
¡Qué larga lucha fue aquella!
Él hizo un gesto y el hombretón se acercó y lo levantó. Sin mirarme dijo
-Vaya con Frida.
Me quedé allí parado, mientras se alejaba despacio bajo el furioso sol.
Antes de abrir la puerta de la casa de mi amada, el sonido de la chicharra me aturdió. Entonces llegó a mis huesos el frio de la nieve. Todo el calor de aquella tarde no pudo quitarme la imagen de un soldado congelado, apoyado contra una cerca. Al verme desencajado ella me preguntó que me pasaba. No pude decirle. Mientras la abrazaba seguía viendo a aquel soldado imaginario pero real. La figura del Anciano me siguió. Ella al verme temblar me llenó de dulzura.
Nada pudo quitarme el horror de esa fracción de segundo en que con mi propia alma sentí la guerra.
Ese hombre me produce una aversión que no puedo entender. Y esas terribles palabras que dijo sin ninguna razón aparente “Siento culpa pero no arrepentimiento, por que la culpa se origina en la idea de deuda y yo no pude terminar mi trabajo” ¿Qué habrá querido decir? Otras veces siento la necesidad de ayudarlo. Lo veo débil, acabado. Pero sus ojos dicen otra cosa. Fragilidad y violencia, eso es. ¿Pero por qué? Frida lo cuida como a un niño, ella es tan dulce. Lo extraordinario es que él ha hecho lo imposible para que estemos juntos.

1 de Febrero 1958

Hoy hizo mucho calor. Mañana domingo pasaremos el día en la estancia de los Trama, tienen un formidable tanque australiano.
Serían las diez de la mañana, estábamos en plena actividad. El almacén de Don Atilio rebosaba de clientes, entonces escuchamos el grito. Todos corrimos. En medio de la ancha calle de tierra un carro fue rodeado por las personas que pasaban por allí. Tendido muy cerca de las patas del caballo estaba el amigo del pueblo. El gran Thor, un hermoso pastor alemán, sufría bajo el sol. El Anciano rengueando, no tardó en llegar al tumulto, se encontraba solo a unos pasos. No obstante uno de sus hombres lo llevó del brazo. Solo Dijo “¡Atrás!” Inmediatamente le dejaron paso y guardaron silencio. Veo la imagen como una película. Tuve la sensación que todos estaban expectantes, esperaban su orden. Se arrodilló con dificultad. Acarició la cabeza del gran perro. Los ojos de Thor se posaron en los suyos. Quedé petrificado, el pobre animal parecía hablarle. Frida llegó corriendo con uno de los hombres. El Anciano le dijo algo. El corpulento hombre levantó al perro y lo llevó al hotel. Lo pusieron sobre la mesa. Enseguida ella realizó las primeras curaciones. Habló en alemán con Don Otto. Luego me miró. “Debo operarlo, tiene daños internos” –dijo–. En unos minutos varios de sus hombres impidieron que pasaran los curiosos.
El pueblo entero estaba allí. Él daba órdenes precisas. Se trajeron biombos, un tubo de oxígeno. Desinfectantes, vendas y una mesa de cirugía. En menos de media hora todo estuvo dispuesto.
Thor fue medicado para evitar el dolor, dormía aunque se quejaba. Frida gritó “¡Ahora todos afuera! Tú también Mario”. Antes de salir le pregunté en el oído:
-¿pero vos sabes operar animales? Me regaló una de sus hermosas sonrisas.
-Tranquilo, se lo suficiente –dijo.
Llegó la siesta y todos estuvimos bajo los árboles, en la plaza o en bar. Nadie levantaba la voz. Cuatro horas después Ella salió cubierta de sangre. Corrimos. “Va a estar bien. Vayan a descansar” –dijo–. Le pregunté por Don Otto. Contestó que se quedaba cuidando a Thor. Le dije que debería estar muy cansada. “Para nada, el que se ve agotado eres tú. Vamos a casa y comamos algo. En una hora se le pasara la anestesia y debo volver”.
-¿Te dije que aparte de ser hermosa tienes un físico envidiable? No te fatigas y aquel brutal golpe que tuviste fue apenas una caricia.
-Deja eso y comamos.
Durante el resto del día y la noche no volví a verla, tampoco al Anciano. Ambos se quedaron con Thor. Intenté preguntarles a los hombres que hacían guardia en la puerta del hotel. Fue inútil. Parecen de piedra, ni una sola palabra.
Abrimos tarde el negocio.
Esta noche, por primera vez en muchos días, cené solo.
El sueño no llega. Me senté en el porche. La noche sin luna se ha llenado de estrellas. Una leve brisa trae la frescura con el perfume de los tilos.
Hace mucho que no pienso en mi familia, allá en Mar del Plata. Mañana llamaré.
Las palabras de Don Otto vuelven una y otra vez, agitándome.
Sus largos discursos totalmente lúcidos dejan, por momentos, paso a inmensas lagunas y palabras incoherentes. Es claro que sufre una enfermedad que avanza. Imagino una sorda pero brutal lucha en su interior. Ya no le interesa la vida pero hasta el último aliento intenta erguirse, mostrar una fuerza que se va. Eso lo encoleriza. Lo he visto en su eterno banco intentando levantarse solo. Ya no puede, día a día empeora.

2 de Febrero 1958

Luego de tantos días de sol y calor ha llovido todo el día. Al fin un poco de fresco.
Mi ventana está abierta, llega el perfume de la tierra mojada. A lo lejos el resplandor de los rayos se aleja hacia el sur.
Frida tampoco ha estado. Como de costumbre, cuando esto ocurre nadie habla. Supongo que habrá ido a atender alguna urgencia en el campo.
Antes de abrir el almacén pude ingresar al hotel. Los hombres de Don Otto desaparecieron. En un rincón oscuro estaba él. A sus pies descansando sobre una gran manta, dormía Thor. En silencio me senté a su lado. El Anciano alzó pesadamente su cabeza hacia mí. Volvió la mirada hacia el perro. Su mano temblorosa lo acariciaba lentamente. El animal cambió su respiración. Se hizo más calma. Había pasado muchas horas a su lado. Una extraña y estrecha relación entre dos seres tan distintos y tan solos.
Hoy comprendí (o creo entender) a Don Otto. Un anciano duro como piedra, deshaciéndose lenta pero inexorablemente. Es un ser que no necesita del cariño, pero que puede darlo a un perro. Frida le brinda un cuidado y un amor que no entiendo. Son tantas las cosas que ignoro. Se ocupa hasta el cansancio de ese ser indefenso. Aunque la palabra indefenso no es aplicable. Es un despojo humano, pero de ninguna manera es frágil. Como un viejo jarrón de dura arcilla, golpeado una y otra vez, pero aún firme. Ella Intenta hacerle menos pesado el sufrimiento. No solo el dolor físico, quiere aplacarle otro suplicio más profundo, quizás más tétrico. Cuando reposa dormido uno no puede menos que sentir una profunda tristeza al verlo, después de todo solo es un anciano. Pero cuando abre los ojos e intenta incorporarse todos presienten a un furioso animal malherido y aún peligroso.
Quiero imaginar su pasado y no lo logro. Por momentos sus ojos duros parecen echar chispas, mientras vuelan al pasado. Su boca se abre en un esfuerzo por tomar aire. De pronto su cuerpo se agita descontroladamente.
En el lugar y tiempo en que estuviese, seguramente ocurrieron hechos terribles.
Cierra los ojos y se duerme perdiéndose definitivamente.
Es tarde espero que mañana ella vuelva, la extraño tanto.

3 de Febrero 1958

Regresó Frida, ha recorrido el campo vacunando a los niños y haciendo revisiones de salud.
Don Otto amaneció mal y lo han llevado fuera del pueblo. Le pregunté a donde lo internaron y como de costumbre responde elípticamente. El hombre se encuentra muy mal. Sus hombres han desaparecido también.
Hoy tratamos de pensar solo en nosotros. La noche ha sido larga y estupenda. ¡Cuánto tiempo sin sentir de esta manera! Jamás imaginé que sería capaz de brindar tanta ternura y placer.
El tiempo pasa y uno se vuelve un solitario. Imagino a un viejo lobo, que ya ha dejado su juventud y deambula en las noches. Alejándose de los hombres. Olfateando el aire, evitando las tibias aldeas. Año a año pierde el sentido del roce de otro cuerpo. Piel con piel. Algún hocico que disipe, aunque sea brevemente su soledad. Acurrucado en la nevada, tratando de guardar el poco calor de su cuerpo. Soñando que la manada lo sigue, pero se encuentra solo. La dulce Frieda, tan humana ha logrado que en el lobo despierte el instinto, tanto tiempo olvidado. El roce de su piel y una sola mirada de sus ojos son suficientes para traerme a un mundo de color y luz.
Antes de dormirse ha dicho algo, que aunque no es claro, me preocupa “No te enamores de mí Mario, por favor no me ames tanto.” Le dije que ya la amo como nunca lo hice con nadie. Entonces volvió a llorar en silencio. Se lo dije y lo negó.
-Duérmete –dijo–. No he podido.
Estoy aquí en plena noche escribiendo estas palabras. La cortina se mueve por una suave brisa. Escucho al búho y a lo lejos a algunos perros. El aroma de los eucaliptus me invade.
Todo es silencio apenas interrumpido por los sonidos apagados de la noche.
Quiero olvidar esta sensación de desasosiego y ahogo que me embarga. Algo en mi interior me quiere mantener alerta. ¿Pero por qué? ¡Estoy feliz, ella me ama! ¿Qué más puedo pedir?
Suena en mi mente una música cadenciosa, tenue que va creciendo hasta convertirse en el trueno de los dioses. En cielos inmensos. Llega el rayo y el trueno explota en prodigiosos tambores y violines que llevan a un diluvio. Agua que estalla en la tierra ávida. Y el cielo se abre para dar paso a una luz pura que se desparrama sobre la foresta. Sí, recuerdo cada nota de La Cabalgata de las Valkirias. Frida es una de ellas. Una diosa única e irrepetible. Un ser portentoso que el viento ha traído desde un cielo de dolor.
Al fin sus pies fantásticos han tocado una tierra extraña, pero libre de sufrimientos. Ha bajado hasta mis brazos. El camino llegó a su fin. Estoy aquí para darle lo que nunca pude darle a nadie más. Quiero ser pleno, que nada enturbie esta felicidad.
Ella duerme. La veo como un ángel pero sé que sufre.
¿Qué habrá pasado con el Anciano allá en Alemania? ¡Cuántas preguntas y tan pocas respuestas! Me ha dejado entrar en su círculo, amarla intensamente y sin embargo hay tantas puertas cerradas aún. La amo, la amo más que a nadie en toda mi vida. ¿Qué es amar? Quizás este deseo abrumador y magnífico. Mientras mariposas de miles de colores flotan en mi mente y en mi piel cuando ella se acerca. También el terror agazapado como una cobra, el temor de perderla para siempre. La certeza del final. De una noche oscura definitiva, sin retorno. De un vacío absoluto. Sin su amor mi vida caería en un abismo sin fondo y sin fin. Por eso en las noches la abrazo imaginando que nunca, nunca se irá.
En la mañana cuando se ha marchado y estoy en el almacén de ramos generales me desespero imaginándome que no volverá. Llega la noche y Frida vuelve a mi vida, entonces todo está bien. Respiro tranquilamente y me aferro desesperadamente a su cuerpo. La amo, más allá de toda prudencia. Mi necesidad es respirar su aliento y mirarme en sus ojos. Escucharla cuando me nombra y ese sonido sube para mí hasta el infinito, solo para mis oídos.
La noche sigue corriendo indiferente a todo.
Cada minuto del reloj suena en mi alma como un futuro e impredecible cadalso. Las palabras para siempre son vagas, lejanas e ilusorias. ¡No quiero perderla!

6 de Febrero 1958

Hoy trajeron a Don Otto, aparentemente se ha repuesto un poco. Enseguida me mandó llamar. Lo acomodaron en el Hotel, ya no podrá caminar hasta su cabaña en las afueras del pueblo.
Luego de la siesta fui a su encuentro. Por una hendija de la ventana se colaba un solo rayo de sol. Lo encontré recostado. Dos de sus hombres permanecían de pie. Hizo un gesto y nos dejaron solos. Me pidió agua. Temblaba tanto su mano que derramó parte del vaso. Le di de beber. Sus ojos vidriosos aún son dos aljibes oscuros y profundos. Imagino que la noche más oscura bulle en recuerdos esporádicos, en el fondo de su alma.
Me pidió que me sentara a su lado. Comenzó hablando muy bajo, con una enorme dificultad.
-Aún estoy aquí ¿qué le parece?
-Va a mejorar.
-No diga pavadas.
Esbocé una sonrisa. Enseguida le pedí disculpas.
-No se disculpe. Es gracioso. Hace mucho tiempo que no escucho una broma. Ya es hora, todo se acaba y está bien que así sea. Es la vida. ¿No lo cree?
-Sí, así es a mí también me llegará.
Pronunciaba las palabras con un gran esfuerzo. Le dije si no sería mejor que descansara.
-Lo único que me queda es hablar, necesito hacerlo.
En el final uno se pregunta muchas cosas. Que hubiese hecho en tal o cual situación. Quisiera enmendar los errores, pero es imposible. Cuando uno aprende ya es muy tarde.
El recuerdo es dolor que vuelve una y otra vez a acicatear lo que queda de memoria. No tiene ningún sentido, pero se encuentra allí, en la última parte del consciente que nos queda. Fuimos, ya no somos.
En éste tiempo sombrío y en ésta tierra lejana me apago y lo acepto. Pero no estoy satisfecho ¿Cómo podría estarlo? Todo ha sido un desastre. He luchado para ver un mundo diferente, he fallado.
Sin amor a la patria nada es posible. Primero un pueblo debe tener condiciones sociales sanas para la educación individual. Solo aquel que haya aprendido primero en el hogar y luego en la escuela a apreciar la grandeza de su patria, solo entonces podrá sentir el profundo orgullo de pertenecer a su país. Recuerde esto: solo se puede luchar por lo que ama, se ama lo que se respeta y se puede respetar lo que se conoce. El ciudadano se debe sentir responsable.
Deberíamos sacar a los inadaptados incorregibles y forzar a los indolentes y vagos a servir a su pueblo y así servirse a sí mismos.
El mundo no puede ser de los cobardes. Es imprescindible la fuerza de la voluntad. Así el hombre se vuelve inquebrantable.
La Tierra no es otra cosa que una isla, grande y a la vez frágil. Todo se está convirtiendo en un gran negocio.
Los estados luchan por crear más y más bienes. Objetos de venta.
Surgirán guerras por el control de las energías y también para vender armamentos, que serán objetos de consumo.
Surgirán nuevos esclavos ávidos de comprar lo que se les ponga delante de las narices. ¿Ve? Si se elimina el amor a la patria solo quedan negocios. El más espurio apego al dinero. Luché contra eso. La desnaturalización de la pertenencia a un partido político, al Estado.
¿Sabe lo que está destruyendo todo? Las empresas anónimas, las acciones. ¿Quién es el dueño? ¿Quién responde por las fechorías y desastres causados a la comunidad? Nadie. He creído firmemente que los responsables deben pagar. Con sus bienes y con su vida si fuese necesario.
El Anciano se calló y comenzó a temblar justo cuando entraba Frida. Casi gritando.
-Basta, tú Mario, afuera –dijo–. Entraron dos de los hombres que me miraron en silencio. Regresé a casa y comencé estas palabras. Ella tarda. ¿Qué habrá pasado?
¡Cuántas cosas dijo hoy el Anciano! Estuvo muy lúcido. Esos cambios son perturbadores. Un ir y venir. Del presente al pasado y otra vez a éste presente campesino.
Es tarde comeré algo e iré dormir. La extraño tanto.

7 de Febrero 1958

Hoy desayunamos bajo el gran sauce. Amanecía y poco a poco el viento se llevó el silencio y trajo un día pleno de luz y colores.
El pueblo despertó. Un tractor a lo lejos fue seguido por una bandada de pájaros.
La radio quedamente nos iluminó el alma con una música maravillosa. Solo nosotros dos llenamos este pequeño paraíso nuestro con las notas que crecieron y llegaron alto, muy alto, perdiéndose entre las copas de los árboles.
El mundo siguió su camino a través del espacio. Mientras millones de seres nacieron y murieron en esos mínimos minutos. Ajenos a esta felicidad única e irremplazable, disfrutamos esos breves momentos intensamente.
Nada dijimos sobre el Anciano. No quisimos romper el encanto del momento. Ella se pone mal cuando pregunto.
A las nueve partió al campo. Parsifal relinchaba ávido por correr. El horizonte los esperaba.
Un día más ha pasado. Ya es muy tarde y aún no ha llegado.
Poco antes de cerrar el negocio uno de los hombres de Don Otto habló con mi patrón. En minutos me encontraba otra vez junto al Anciano. Esta vez lo acomodaron en el hall del hotel, en un gran sillón. Dormitaba cuando entré. Me senté a su lado. Sin moverse dijo -Ha llegado al fin. Bien. Que le quede claro algo: las injusticias nunca acabarán, ni siquiera en las democracias. Esa es la realidad del hombre en todos los tiempos.
-Modestamente creo que puede ser de otra forma. Hay que ponerles un límite a los gobiernos.
-¡No me diga! Ahora es un visionario
-Disculpe no quise…
¡Explíquese!
-Digo que habría que brindar al pueblo una herramienta para controlar al poder. Por ejemplo establecer el plebiscito. Un millón de firmas lo habilitarían y el cincuenta por ciento más uno podría cambiar una política o defenestrar a un dirigente.
Los políticos utilizan la apatía social para que el vulgo acepte lo inaceptable. Hoy se valen en gran parte de la prensa. Cuentan la historia y los hechos como necesitan ser contados. No se permite debatir. Se engaña y manipula. Se excluye al ciudadano. Así utilizando la propaganda el poder puede hacer cualquier cosa. Incluso llevar al pueblo a una guerra. Es una locura. Por medio de los diarios se alecciona al pueblo y se modifican las mentes. Y ni que hablar de los medios masivos de distracción y de la educación pública.
-Usted está loco. Primero el que manda, el líder no debe abandonar bajo ninguna circunstancia la plataforma de su ideología general. Solo los políticos corruptos hoy dicen una cosa y mañana hacen otra, traicionando descaradamente al pueblo. Solo piensan en sus propios provechos.
El poder debe estar concentrado en una sola mano. Un sistema de gobierno que pone la facultad de la decisión final en manos de una asamblea, está asegurando su fracaso.
Solo uno manda. Responsabilidad es la palabra. Debe ser responsable de sus actos y asumir todas las consecuencias de los mismos. No debe ser de otra forma.
Solo una tormenta de pasiones ardientes puede cambiar el destino de los pueblos; pero despertar esa pasión solo podrá hacerlo quien en sí mismo sienta el fuego pasional.
De pronto el Anciano hizo silencio. Miré sus ojos perdidos. Luego bajó su cabeza y se durmió. Sin saber que hacer esperé uno minutos y me levante. Miré al gigantón que lo cuidaba. Lo dejé ya dormido.
Lentamente regresé a la cabaña de Frida, esperando estrecharla en mis brazos. Mientras caminaba pensaba en las palabras del Anciano. ¡Que uno solo mandara sería un suicidio! ¿Acaso no hay ya pruebas suficientes de la locura humana para depositarla en una sola mano? ¿Qué posibilidades tendremos los hombres comunes de vivir en paz y con dignidad en éste mundo brutal? ¿Cómo hacernos respetar y escuchar por el poder?
Me acercaba a casa mientras los vuelos furtivos de las aves, que buscaban su nido terminando el día, me acompañaron.
La noche inmensa aleja los fantasmas. La espero ansioso y feliz. La cena esta lista, las velas producen un juego de luces y sombras exquisitas. Debe estar hambrienta. ¡Allí llega! Escucho a Parsifal. ¡Al fin!

8 de Febrero 1958

Ella ha venido temprano. Juntos disfrutamos el anochecer.
Hay momentos en que todo se va apagando y el silencio llena el alma de pura paz y nos miramos a los ojos. Entonces nos convertimos en un solo y pleno ser.
Ella se encuentra muy nerviosa a causa del Anciano. Me ha dicho que otra vez mañana no estará durante las horas de la siesta. Le dije que ya tendremos tiempo.
-¿Tiempo? Es lo que se va acabando. ¿Comprendes que te amo? –dijo–.
Me aterra a veces escucharla en esos tonos.
Está allí mirándome escribir. Seré breve.
Luego de almorzar visité a Don Otto. Ya no se levanta. Ese despojo humano aún conserva una fuerza arrolladora. Otra vez el tema de Dios.
-Usted ha dicho que es agnóstico, ahora que me acerco a mi propio fin no puedo de dejar de hacerme algunas preguntas. En una época acepté la importancia de la Iglesia y su trabajo social. Pero ahora veo una realidad totalmente distinta.
-¿Distinta?
-Somos imperfectos y débiles. Necesitamos creer. Así imaginamos (nos han creado) un mundo más allá de nuestro fin. Nos inventamos un Dios. Un monstruo ciego al dolor de sus hijos. En su nombre se estableció la idea del castigo y por supuesto hermosos cielos. No le echemos la culpa a ese pobre e insensible ser. ¡Nosotros lo creamos! Necesitábamos un padre y dejamos hacer.
-¿Hacer?
-Sí. Creímos que vivir constituía un pecado por el solo hecho de nacer. Una idea monstruosa. Cargarle la culpa al inocente.
Permitimos que nos flagelaran la mente y los cuerpos. Así se alzaron los templos hacia los cielos inertes. Gritamos con gusto por la llegada de un salvador. Y nos encaminamos al dominio de unos pocos. Ellos supieron crear el mayor negocio de la historia. La superchería se convirtió en ley y Dios en la necesidad inmanente del hombre.
Muchas de las religiones copiaron casi letra por letra lo mismo. Así (por poner un ejemplo) los viejos egipcios hablaron de un ser nacido de una virgen que vendría a salvar al hombre. No sé si alguien llamado Cristo habrá existido en Judea. No tiene ninguna importancia, pero sí sus efectos. Bien empleadas algunas ideas sirvieron nada menos que para crear siglos de oscuridad. Detener el conocimiento y condenar a la hoguera a todo aquel que intentó mostrar una poco de razón. Acuérdese de Giordano Bruno y tantos otros quemados vivos.
-¿No piensa que el fin justifica los medios? Las tablas de la Ley no dejan de ser órdenes totalizadoras, imprescindibles para una sociedad.
-Necesarias, sí. Usadas para justificar el poder de los príncipes. Sin ellos igual hubiesen sido creadas.
Imagine a un buen cura que ayuda los pobres. Recorre las calles, brinda sustento, abrigo, compasión al que se encuentra en el suplicio de la pobreza. ¿Podríamos considerarlo un mal hombre?
-No
-¡Exacto! Un buen hombre de Dios (incluso él cree seguramente en el Padre supremo). ¿Cómo podríamos dudar de ese ser que en su razón cree y practica la caridad y el desprendimiento? Hago la pregunta al revés ¿Los medios justifican el fin? En ese hombre santo se encuentra la respuesta. El cree en su Dios y ayuda a sus semejantes. Pero pertenece al sistema de opresión. Trabaja por un lado para consolar al necesitado y por otro (y esto es lo grave) le dice a ése mismo pobre ser que es un pecador. Que encontrará una mejor vida en la muerte. Lo engaña (aunque él mismo lo crea). Así, sin saberlo, ese santo no es otra cosa que un saboteador de la verdad. La oscuridad sonríe, sus soldados son fieles y estúpidos, aunque bien intencionados. Como ve han trabajado siempre a favor de los poderosos.
Habrá épocas y momentos en los que sea necesario realizar acciones dolorosas para fines superiores. Sé que la masa se inclina más fácilmente hacia el que domina que hacia el que implora, y se siente más íntimamente satisfecha de una doctrina intransigente que no admita paralelo, que del roce de una libertad que generalmente de poco le sirve.
O Dios no existe, en ese caso nada importa. O Dios existe y entonces carecemos de significancia para él y no me venga con eso del libre albedrío.
-Como sea no puedo imaginar a un Dios que deja morir a inocentes. Ninguna religión debería aceptarlo.
-El golpe más fuerte recibido por la humanidad fue la llegada del Cristianismo. Ha sido la mejor propaganda de la historia. ¿Cristo existió? ¿Quién va a probarlo? Y ¿Quién lo negaría? Lo divertido es creer lo que mucho creen. Se hecha una piedra a rodar y esa arrastrará a otras. ¡Y yo sí que se eso! Él caminó por Judea siendo un pescador de almas. Nos han dicho que solo los que escucharon sus palabras y creyeron en él, entrarían al reino de los cielos. ¿Qué posibilidades de escucharlo tuvieron los chinos, los americanos de entonces, o cualquier otro habitante de la tierra, que no residiera en Judea? Ninguna, por lo tanto ¡Un Padre solo para algunos!
Revise el tema de la crucifixión, “alguien,” creo que fue Pedro, al día siguiente va a la cripta y ya no estaba el cuerpo del hijo de Dios, había resucitado. ¡Una sola persona! Lo que me apasiona es la capacidad de la iglesia para crear un símbolo y a continuación toda una estructura filosófica. Siempre para tener el poder. ¡Qué idea! Usted debe cumplir fielmente con los preceptos que le imponen. Si comete algún acto de maldad, simplemente se arrepiente y Dios lo perdona. Luego si lleva una vida ordenada podrá ir a un paraíso y si no al infierno. ¡Extraordinario!. Una aseveración que no hay manera de probar. Nadie pudo crear una fantasía semejante, y a pesar de ello nadie lo niega.
El Génesis en la Biblia es desopilante. Adán y Eva, Abel y Caín, sus hijos. Luego vienen otras mujeres y otros hombres. No hay otra forma Abel y Caín o sus otros hijos tuvieron relaciones sexuales con su madre ¡lindo comienzo!
La historia de Moisés tampoco tiene desperdicio. Hijo adoptivo de Seti y hermano de Ramsés. Éste lo denuncia a su padre por ayudar a los judíos. En la historia bíblica, su vida queda en manos de Ramsés, quien lo condena al exilio. Luego vuelve con las órdenes de Dios a liberar a su pueblo. Es interesante, tenemos los cuerpos de Seti, de Ramsés y de muchos otros. Nada se dice de Moisés. No hay registros, ni una sola palabra.
Como Ramsés se niega a liberar a los judíos, Dios le envía plagas y hasta la muerte de cada primogénito Paradójicamente durante el reinado de Ramsés nunca hubo plagas, ni trastornos conocidos. Todo lo contrario, nunca como entonces los rindes del trigo fueron tan buenos. ¿Haber que dicen de ello?
¿Y cuál es el símbolo más querido? ¡La cruz! Un elemento de tortura, es increíble. Imagine que la gente llevara colgada del cuello una pequeña guillotina.
La iglesia es poder y dinero, no es otra cosa.
Pienso que el ser humano siempre tendrá su Dios. El deseo de sobrevivir es innato, la fe proviene de la esperanza y lleva al fanatismo. ¡Qué sencillo ha sido engañar al hombre!
Bregué por un Estado en que los hombres y mujeres se sintiesen orgullosos de su pertenencia. Una idea única, totalizadora seguida por las masas. Arrollar el presente y lanzarse al futuro.
Pero debo aceptar algo fundamental, como creo que ya le dije: la Iglesia es absolutamente necesaria para que los individuos caminen un sendero moral. Me guste o no es así. Quizás alguna vez podamos liberarnos del dogma falaz que nos han vendido.
-Usted dice que en un Estado alguien manda y otros obedecen ¿No sería eso también dogmatismo? Una idea sin discusión. ¿No se convertirían en fanáticos de esa idea?
-No me entiende. Estoy muy cansado. ¿Para qué hemos luchado tanto, para qué?
Cuando dijo la última palabra cerró sus ojos. Así dejé hoy a ese extraño hombre. No tiene sentido discutirle a un viejo.
Es muy tarde. Escribo estas últimas palabras escuchando al búho de todas las noches. Él y la brisa fresca que acaricia las cortinas son mis compañeros.
Han pasado varios días y no he regresado a visitar a mi familia. Siento que el Anciano me necesita aunque me gustaría tener el valor para gritarle que esta absoluta y totalmente equivocado. ¡Pero no puedo! ¿Pero quién tiene la razón? Solo la duda me sigue como un perro indolente pero cariñoso.

9 de Febrero 1958

Al despertar Frida, a mi lado, aún dormía.
Observé un largo rato su hermosa cabeza y ese pelo dorado que baña la almohada. Su respiración se agita cada tanto. ¿Con que soñará? ¿Qué vida ha pasado que yo desconozco y ella evita contarme? Sé que me ama como yo a ella sin embargo no he logrado aún que se abra totalmente. Los secretos seguramente son muy grandes.
Cuando miro a sus ojos trato de hundirme en su alma torturada pero no lo consigo.
Se despertó muy despacio y la bese con ansias. Soy un náufrago aferrado a la única tabla que la vida me ha ofrecido. Nos quedamos un rato acostados mimándonos.
Desayunamos esos huevos revueltos que a ella le gustan tanto, yo mi café con leche y tostadas.
Me exigió que hoy no viese al Anciano. Antes de salir de la casa golpearon fuertemente. Uno de los hombres de él habló con ella, algo en alemán. Cerró la puerta y dijo simplemente -Quiere verte. No imaginas cómo te aprecia. Trata de ser cuidadoso. Está muy enfermo y no quiero que se excite. ¡Por favor!
Rato después me encontraba sentado a su lado. Su cara mostraba el deterioro y el cansancio de un ser al fin de sus fuerzas. Lanzó una pregunta para la que no estaba preparado
-¿Cómo están usted y Frida?
-¿Nosotros? Magníficamente bien. Haciendo planes
-¿Planes?
Comprendí que había hablado de más. No dije nada.
-Ayer charlamos sobre las religiones. De la corrupción moral que han significado.
La necesidad del hombre de creer viene de un elemento básico: la conservación de la especie. Quiere perpetuarse, no terminar al fin de la vida. Por eso las religiones aprovecharon ese deseo y crearon la culpa. Hicieron al hombre pecador desde siempre. Condenado de ante mano. ¡Han sido muy inteligentes! ¡Qué manera de utilizar la propaganda! Ésta siempre ha sido fundamental para lograr que las masas hagan lo que se quiera.
Pero quiero hablar de otra culpa más mundana. Imagine que usted está seguro de algo, digo absolutamente.
Comenzó a toser y temblar. Uno de sus hombres me apartó. Otro salió corriendo. En pocos minutos Frida se encontraba a su lado asistiéndolo. Me miró enojada. Él se repuso y alzando como pudo la voz ordenó que nos dejaran solos.
Con su voz lenta y cansada siguió:
-Volvamos al tema. Suponga que va a tomar una decisión fundamental, no solo para usted, para muchas personas. Ha calculado, lo ha pensado una y otra vez y da la orden. En un principio todos son éxitos. Juega más fuerte, vuelve a ganar. Luego comienzan los problemas y aparece el dolor. Allí no puede haber culpa, hizo lo que creía necesario. La culpa se siente como una deuda de no haber logrado aquello que se propuso.
-Esto que me dice ¿cuestan vidas?
-Por supuesto.
-Entonces sí hay culpa.
-¿Y si se hubiese logrado el triunfo? Imaginaba una Europa unida, donde la guerra dejara de ser la única salida. Todos trabajando y disfrutando el bien común. Un nuevo mundo más ético, más libre, más organizado.
En lugar de avivar la lucha de clases lograr que cada una apoyara a las otras, al Estado en su conjunto. La masa trabajadora con derechos, sin abusos de las otras.
-Pero costarían vidas
-Sí, en un principio. Nada es gratuito.
-¿Cuántas vidas valen una idea? ¿Qué logros justifican anular los sueños, las esperanzas? ¿Cuánto dolor se requiere? Y ¿para qué? Perderlas para que otros vivan es un sinsentido.
-Siempre habrá unos pocos que mandan para que muchos obedezcan. No hay otra forma.
-Debe haberla o estaremos perdidos. Se ha logrado que las masas hagan lo que unos pocos desean. Lo grave es que esos millones de personas creen que deben obedecer, que la orden es justa y perfecta. Así el soldado va a la guerra para defender a su patria. El esclavo para obedecer a su amo. El “pecador” para no ofender a su dios. El ciudadano para respetar los “valores” ¿Cuáles valores? ¿Los que nos han inculcado a través de los siglos? ¿Cuál es la verdad? ¿Qué es lo justo? No, un pueblo no debe ir nunca a la guerra. Es una tragedia inmensa.
¿Usted piensa que hoy un alemán cualquiera puede imaginar a un soldadito congelado en una trinchera? ¿Alguien en un futuro sentirá el dolor inconmensurable de todas las vidas sacrificadas para que otro trabaje, cobre un sueldo, tome una cerveza y piense en las vacaciones? No, jamás podrá entender el sacrificio de los que lucharon y murieron antes. Además usted se contradice. No acepta el dogma de una religión y pretende el dogma de una o más ideas sin discusión. Aceptar los deseos de quien manda es lo mismo.
-¡Tampoco usted vivió todo lo que yo he pasado! ¿Qué sabe?
-La he visto llorar a Frida, su dolor toca mi alma y sufro por ella. ¡Estamos tan lejos de todo aquello! Pero la guerra a veces parece estar aquí, en este campo tranquilo y solitario.
-Debe existir alguna razón. Algún bien supremo que justifique el sacrificio. Si su nación está en peligro nada importará, deberá obedecer, aún a costa de su propia vida.
-¿A quiénes? ¿Y si equivocan? ¿Para qué habrá servido mi sacrificio? Ya no tendré sueños, ni hijos, ni ellos tendrán a los suyos. No despertaré nunca más en las mañanas, ni habrá soles y lunas. Ni brisas en las mañanas. El preciado verde de un bosque, el azul del mar ya no serán para mis ojos. ¿Usted puede imaginar la nada? ¿La eternidad del vacío? ¿Acaso no ha mencionado a los pobres soldados que usted vio morir?
-Es evidente que no comprende lo que significa la palabra sacrificio. Mi vida ha sido darlo todo a cualquier costo.
-¿Valió la pena?
-No puedo volver el tiempo atrás.
-¿Y si pudiese cambiaría su vida?
-Es una pregunta que carece de sentido. Viví de acuerdo a mis convicciones más profundas.
-¿Esas convicciones causaron dolor a otros?
-Fue inevitable.
-Si sus decisiones hubiesen sido otras, tal vez el sufrimiento, la angustia no hubiesen existido. Hoy no estaría haciéndose esas preguntas.
-Podríamos haber triunfado, hoy tendríamos otro mundo. Usted hace lo posible para hacerme sentir peor.
-Lo siento no es mi intención molestarlo…
-Por eso se encuentra aquí. No es alemán, dice lo que siente. Vaya con Frida. Dígale que me siento bien, no es necesario molestarla otra vez. Esa mujer es maravillosa.
-Sí, sí lo es.

11 de Febrero 1958

El Anciano ha permanecido en cama. Es preocupante. Frida se ha quedado a su lado. No la he visto en todo el día. Solo una pequeña nota: “Te amo, debo permanecer con él”.
Aproveché el resto del día para hacer un inventario en el Almacén.
Imposible dormir. Son las tres de la mañana. Una brisa fresca llega desde el sur. Los sonidos de la noche se funden con la música lenta y baja de la radio.
Desperté de un sueño caótico. Trozos fugaces, mi mujer allá en Mar del Plata. Mi vida por los caminos. Frida galopando. El Anciano. Una mezcla de gritos y llantos.
No puedo definirlo, no sé por qué pero otra vez esa preocupación creciente inunda mi ánimo. De pronto estoy inmensamente alterado y terriblemente solo. Frida, Frida ¡cuánto la necesito! Quiero pasar el resto de mi vida a su lado. Pero cada vez que su amor me llena de gozo surgen negras nubes. Mi familia, el Anciano. Las dudas. ¡La culpa! ¿Por qué no puedo sencillamente ser feliz? ¿Qué mal he hecho? Solo deseo un poco de paz. ¿Ser feliz? Sí, aunque nunca, jamás ese sentimiento podrá ser eterno.
Si viviésemos en un permanente éxtasis, sin intervalos de dolor, sin la duda de la pérdida entonces no sentiríamos diferencias. Pero aun sabiendo que nunca podré tenerla siempre, sufro por el solo pensar que podría perderla.
Si estoy condenado definitivamente a la muerte y al olvido de los eones al menos pido no saberlo, ni siquiera imaginarlo. La amo demasiado y esos cuervos que sobrevuelan mi alma me torturan. El amor, la duda, la esperanza, la culpa, el suplicio de verme al borde de un precipicio. Un abismo que me reclama. Una eterna noche sin ella. Sin sus manos, sin su piel, ni su voz iluminando nuestros momentos.
Llega a mi mente el recuerdo de una música infinitamente triste. Una lluvia callada e indiferente que me moja el alma mientras pienso en su cintura en mis manos. En su alegría cuando me mira.
El silencio me acerca un tiempo blanco sin horas. Solo un futuro de días exactamente iguales. Un desierto sin contornos. Un espacio sin proporciones. Un ciego sin voz ni piernas. Una cárcel eterna, sin un solo trozo de cielo. Perder el gozo de su risa. Sí, lloro por ella. No me importa escribirlo, aunque solo sean palabras para mí. Las lágrimas resbalan indolentes y terribles. Frida, Frida ¿Dónde estás?

12 de Febrero 1958

Hoy temprano él me llamó. Ella volvió exigirme que no lo canse, se encuentra cada vez más débil.
Gracias a mi memoria fotográfica volveré a recordar cada palabra.
Lo encontré ojeroso y amarillento.
-Gracias por acudir Mario.
-Estoy para acompañarlo.
-¿Cómo cree que continuará este mundo cuando ya no estemos?
-¿Qué importancia tiene? Seguirá sin nosotros, como siguió sin los persas, sin los egipcios, sin el imperio romano y continuará sin los americanos, esté usted seguro. Las cosas son como son.
Sabe que lo opuesto a la ciencia es el dogma, que no se demuestra, se lo acepta sin discutir. En la ciencia no se puede afirmar algo sin demostrarlo. Usted a ha dicho que un líder no debe cambiar de idea. ¿Qué pasaría si los políticos aplicaran el método de la ciencia? ¿Si revisaran sus posiciones y abandonaran lo que dan por cierto cuando la realidad les muestra lo contrario?
-Ya no tiene remedio pensarlo. Yo creía en la absoluta necesidad de mantener una idea. ¿Es que nada ha servido?
La vida comienza y soñamos siempre con un mundo mejor. Es solo un viaje de ida, sin retorno. Mientras los días pasan y los cielos cambian nosotros continuamos corriendo siempre hacia delante.
Imaginaba que todo sería posible. Nada ni nadie podría detenerme. Soñé con un cambio que duraría mil años. Nada de eso ocurrió, apenas unos miserables y cortos tiempo. Y aquí estoy terminando un viaje inútil. Ya no hay sueños. Nada, solo el dolor por no haber logrado mi objetivo.
Durante el Siglo II después de Cristo, Roma cambió completamente. Por entonces los ejércitos dejaron de anexar más tierras y se dedicaron a proteger al pueblo. Comenzó entonces una época de paz, tranquilidad y placer, decenas de etnias juntas. El mundo conocido inmenso hablaba un solo idioma: el latín. Desde Inglaterra hasta el Oriente Próximo. ¡Todos juntos! ¡Yo quería un país en ese sentido ! ¡Fraternizar a las clases sociales!
-Dolor es lo único que hemos logrado una y otra vez. Solo cambiamos los métodos. ¿Por qué piensa tanto ahora? Debería descansar
-Lo único que me queda es esto, comunicarme hasta que ya no pueda más. Por la tanto lo necesito como interlocutor ¡Hable!
-No sé cómo será el futuro o si lo habrá. Voy a decirle mi humilde opinión. Creemos idílicamente que si un pueblo alcanzó la democracia ya no debería pedir más nada. ¡Elegimos a los que tomarán el poder! A ellos les cedemos graciosamente una parte importante de nuestra libertad. ¿Sabe que creo? Tanta guerra y lucha para nada. La democracia se está convirtiendo en una trampa.
La historia no ha sido otra cosa que la luchas por el poder y el sometimiento. Así como usted dijo la otra vez, las religiones han tratado sistemáticamente de engañarnos, para someternos. La política pasó de las guerras tribales a las ciudades estado y luego a los imperios. Guerras una y otra vez. Obediencia, esa es la palabra, es el dolor verdadero en el hombre, la causa de su propia angustia. Hemos sido engañados por miserables siglo tras siglo.
-¿Qué pretende? No hay otra forma. Siempre alguien manda y otros obedecen, ya lo dije.
-Ese es el problema. ¿Cuál es la diferencia entre las actuales democracias y cualquier tipo gobiernos anteriores? ¿A dónde nos están conduciendo las actuales políticas?
-Dígamelo usted.
-La historia está dando la vuelta. Los pueblos lejos de ser libres vuelven a ser sometidos. Pero ahora es peor. Se elige a aquellos que una vez instalados “popularmente” en el poder hacen lo que se le viene en gana. El votante nada puede hacer. Solo esperar hasta la próxima elección, la que nuevamente será otra trampa.
-Los pueblos son solo un grupo de seres sin demasiada consciencia. Como los animales en manada siguen al líder. Solo unos pocos pueden pensar para y por el resto. Eso no significa que el Líder no ame a su pueblo. Es más, debe ser un doble juego el pueblo a su vez debe amar a quien manda. Éste solo trabajará en beneficio de todos, nunca en el suyo.
-¡Cómo no! Uno manda, impone, envía a las masas a una guerra, se equivoca y millones mueren. ¡Extraordinario! Por un imbécil se pierden generaciones. Bastante sangre ya se ha derramado.
-¡No entiende nada! No puede siquiera imaginar a un solo hombre en el poder, cargando sobre sus hombros a una nación. Decidiendo por todos.
-Los que mueren son los soldados no los déspotas. Los que pierden son los padres, las madres, las esposas de los soldados. ¡Usted mismo lo dijo!
-Un líder puede equivocarse. Está dentro de las posibilidades. Pero solo será aceptable si lo que busca es el bienestar para su pueblo y para las generaciones por venir.
¡Dentro de las posibilidades! ¡Eso es monstruoso!
-Estoy cansado, llame a Frida! Mañana temprano lo quiero aquí.
Regresé a casa con una profunda tristeza.
Ella me ha prometido que mañana a la hora de la siesta estaremos juntos.

13 de Febrero 1958

Otro día con mucho trabajo en el almacén. Llegaron dos automóviles con gente extraña. No saludaron a nadie. Fueron directamente a ver al Anciano. Le pregunté a Frida quienes eran. No me contestó. Una vez que se retiraron, él volvió a llamarme.

Lo encontré sentado en la cama. Se había ladeado a un lado. Dos grandes almohadones evitaban que se cayera. La boca torcida mostraba unos dientes amarillos y oscuros. ¡Pero sus ojos! brillaban como carbones encendidos.

Con gran dificultad se enderezó.

-Llegó ¿Dónde andaba?

Tartamudeando solo atiné a decirle “Frida.”

-Quiero decirle algo muy importante. Anótelo y divúlguelo como pueda. ¿Sabe que va a ocurrir con éste país y con el mundo?

-No, no lo imagino.

-Los van a engañar a todos. El poder se hará elegir una y otra vez, por medio del voto “popular” o directamente lo tomará por la fuerza. Poco importa uno u otro.
-Entonces coincide con lo que le dije.
-Así es. Deberán resistir. Ustedes los latinos jamás van recurrir a las armas. Pero existe un método nunca usado. Una forma de doblegar al poder. La economía es lo único que les preocupa a todos los gobiernos. Recaudar impuestos y más impuestos. ¿No quiere eso usted? Comenzó a toser una y otra vez. No supe que actitud tomar. La puerta se abrió y uno de sus hombres vio el cuadro y salió corriendo. En instantes Frida estaba a su lado gritándome “Es tu culpa”.
Él con vos baja pero recia le dijo -tú te vas, él se queda.
Ella, roja de ira, salió como una tromba de la habitación. Él continuo, ahora más tranquilo.
-Deberán aguantar y golpearlos donde más les duela. ¡En la economía!
Imagine que el pueblo tiene que cambiar una terrible decisión tomada por un gobierno. Que puede acarrear serias consecuencias a la comunidad. No poseen armas. Ni la fuerza para oponerse. O el gobernante fue elegido y aún faltan años para un cambio. ¿Cómo atacarlo? Sencillo y brutal: cortarle el flujo del dinero. ¡Los impuestos!
El Anciano se acaloraba y gritaba: ¡No pagar los impuestos! Un primer hombre va a la plaza de su pueblo con una sola boleta y la quema. Luego otro y otro, cientos, miles. La prensa hará lo posible para apagar la protesta, no podrán. Primero no los tomarán en cuenta, luego se reirán, después los atacarán, pero ya será tarde. Una llama correrá en toda la Nación. Solo así podrá el pueblo doblegar a los que manden. Piense en ello.
-¡Pero usted se contradice! Habla del poder en una sola mano y ahora dice que el pueblo debe rebelarse.
Hizo silencio y pareció dormir. Un rato después abrió dolorosamente los ojos y me pidió agua. Ya sus manos no pudieron sostener el vaso. Lo ayude.
Dijo algo que no comprendí y luego -Nunca se debe abandonar la fuerza, ni la creencia en uno mismo. Pase lo que pase.
Cuando fui joven el destino me golpeo despiadadamente. A más golpes más me reconfortaba. En los largos años de la gran Guerra mis queridos compañeros morían, yo no lloraba. ¡No debía hacerlo! ¡No tenía derecho!
Ya en los últimos días de la espantosa contienda llegó el gas a nuestra trinchera. ¡Quedé ciego! Aunque estaba desesperado por el terror a perder la vista, una voz dentro mío me gritaba “¡No puedes llorar cuando miles de camaradas sufren cien veces más!” Así soporté aquellos terribles trances. La patria nos necesitaba indemnes en aquellos momentos. ¡Resistir, resistir como sea!
Agotado ante tanta fuerza puesta en sus palabras se agitó y se durmió. Salí a buscar a Frida.
Mientras caminaba hacia la casa recordé la última pregunta que le hice al Anciano “Usted habla siempre de la fuerza y de la unión del pueblo en pos del bien común, ¿Qué haría con aquellos que se niegan a ello?” Contestó en un tono casi inaudible “A los incorregibles, hay que sacarlos de la sociedad, no sirven. Darles una segunda oportunidad es poner en riesgo a toda la sociedad, los hombres no cambian. Y le digo más: si hablamos de poder hay que entenderlo como la capacidad para obtener los resultados deseados. El poseer los recursos necesarios no son garantía de la obtención de lo querido Por eso no bastan las armas, se necesita coraje, determinación y voluntad. Se puede someter a los individuos, esclavizarlos, obligarlos. En algún momento se volverán contra el amo y le morderán la mano. Lo difícil pero sublime es lograr que el ciudadano quiera hacer su trabajo, ame su patria y entiendan que ésta no es otra cosa que la suma de todos.”
Encontré a mi amada cruzando la plaza. Enfurecida me gritó que no debía ponerlo nervioso. -Ve a casa, iré cuando pueda -dijo.
Volví apesadumbrado. La tristeza y la preocupación no logran dejarme. Ella no ha regresado.
¡Estoy tan solo! La noche continúa inmune a la agitación de mi alma. Solo cuando ella se encuentra junto a mí, mi alma puede descansar brevemente. En esos momentos, breves pero indispensables, mi alma descansa. El mundo mismo se esfuma y nada me perturba. No hay dudas, solo la certeza absoluta de saber que la amo. Entonces un halo de paz me eleva como si no tocase el piso. Pasa mi lado, se detiene, me mira desde la profundidad de su espíritu. Solo así vuelo muy alto, libre de las angustias terrestres hacia mundos de pura luz, hasta que ella parte y otra vez las sombras me atan firmemente a esta vida gris y opaca.
No tengo apetito, iré a dormir.

14 de Febrero 1958

Frida no vino anoche. La busqué temprano. Don Atilio me ha dicho que acompañó a Don Otto en una ambulancia. No sabemos a dónde. Noto temor en su voz. Nada dice.
Otra noche solo y ahora con la incertidumbre de la espera.
Me senté en el porche. Algunas nubes ocultan precariamente a las estrellas.
Un profundo silencio se ha desparramado sobre la llanura.
Pienso en ella, en sus brazos. Temo, temo al futuro. La necesito.
Allá lejos los campos de maíz esperan al sol. Los animales, desparramados hasta el horizonte, descansan. Los peones duermen. Seguramente tienen sueños simples, pero buenos. Sus vidas duras, pero apacibles, han hecho a estas gentes de pocas palabras. Sin grandes esperanzas y por ello mismo son sanos. Solo viven en un eterno presente. A lo sumo aguardan la próxima cosecha o al hijo que vendrá.
Vivir sin la esperanza del futuro lejano es libertad. ¿Acaso un animal no vive en un eterno presente y así evita a la incertidumbre? Estos campos les han dado una paz que yo no puedo alcanzar.
Mi mente va y viene, entre la felicidad y la desazón. Entre la culpa y la necesidad de amar. Entre la duda de una existencia posterior que me lleve a un mejor lugar y la casi certeza de la futilidad de ese racionamiento. Estoy sufriendo inmensamente. Pero el Anciano ha dicho que en los peores momentos hay que ser duro y aguantar el dolor. Otros seguramente estarán peor que yo. Sí, seguramente. Ella volverá, sí volverá.

15 de Febrero 1958

Sin novedades. Otro día de trabajo.
Tantas horas de soledad y la espera, minuto a minuto. Frida no ha regresado.
El pueblo se ha sumergido en un silencio osco. Hasta el mismo sol fue tapado por unas nubes que presagiaron lluvia.
Miré una y otra vez el reloj en el negocio de Don Atilio. Las agujas, en el paroxismo de mi ansiedad, apenas se movían.
Estoy tan, tan solo. La gente entra al negocio, pide algo y se retira. Ella no está, el Anciano tampoco. De pronto es como si yo no importara nada. Solo soy un objeto más en el pueblo, en cambio cuando caminamos juntos todos nos miran. Como si un respeto silencioso pero profundo flotara a nuestro alrededor.
Será una larga noche. Iré al porche, mientras escucho áreas de ópera. Una furtiva lágrima es mi favorita, tanta emoción en la voz del tenor me transporta a la tierra de mis padres. Llevo el canto en mi sangre. Arte que mi mujer trató siempre de callar. Aquí estoy mirando a las estrellas que como lágrimas plateadas titilan al son de la música que trepa hasta los confines de mi alma. Es la única alegría que la vida me permite.

20 de Febrero 1958

Han pasado cinco largos y oscuros días. Frida ha regresado sola. No ha dicho nada. Nada. Llora a escondidas. No ha probado bocado. Dijo que mañana hablaremos. Tengo tanto miedo.

21 de Febrero 1958

Son las diez de la noche. He luchado con mi alma para poder escribir esto. ¡Es tan difícil ser feliz!
Ella vino a buscarme al trabajo. Hoy salí antes de la hora de cierre.
Don Atilio estuvo extraño. Se acercó y me dijo -vaya Mario, hoy cerraremos temprano. Tomó con sus dos manos las mías y dijo: “¡gracias, gracias por todo!, ha sido un honor conocerlo”. Sus ojos estaban mojados, sin duda la tristeza ha llegado a también a él.
En silencio caminamos hasta su casa. Ella apretaba mi mano. Sus hermosos ojos desparramaban lágrimas. Cada paso se hizo más pesado y lento. Presentía que al llegar algo terrible me diría. Supe que nada podría detener al destino que nos esperaba, lento pero brutal, en la puerta.
Nos sentamos.
Ella apretó mis manos mientras todo su cuerpo temblaba.
-Él ha muerto. Ha sido el final.
-Pobre Don Otto
-¿Don Otto? Ya no tienes que llamarlo así.
-¿Por qué no?
-¿Es posible que no sepas quien fue?
-No amor. Solo un pobre viejo con un terrible pasado y un espíritu inquebrantable. Duro muy duro.
-¡Mario! Has sido el último ser humano en que él confió y se entregó. Te estimaba por eso quiso que ambos nos uniésemos. No deseo ahora pronunciar su nombre dímelo tú.
-No sé, no sé.
-Mira este símbolo. Lo conoces. Lo has visto muchas veces en banderas y estandartes, en brazaletes. Es algo odiado por muchos. ¿Ahora sabes con quien compartiste los últimos días de su vida?
-¡Frida! No, no es posible. No puede haber sido él.
-¡Querido Mario! La casualidad te trajo a mi puerta y a él al fin de su camino. Has sido un privilegiado.
En ese momento comprendí muchas cosas. Aquellos hombres que me siguieron en Buenos Aires, cuando me preparaba para instalarme aquí. El mando que él tuvo hasta el final. Los hombres que lo protegían. Algunos personajes del pueblo. Todo, todo apareció ante mis ojos, mientras la contemplaba lloraba desbastada.
-Sí, era él.
-¿Por qué yo? Solo soy un simple hombre y él, nada menos que él…
-El destino teje extraños caminos. Simplemente estuviste aquel día en el bar del hotel y él te escuchó. Dio órdenes que no te molestaran. Y hasta que te protegieran.
Cada vez que volviste a ver a tu familia un equipo te siguió.
Nadie podría haber compartido tanto a su lado. Él fue todo para mí, casi como un padre.
-¿Pero te das cuenta de quien fue, lo que hizo?
-Mario la historia la escriben los que ganan, no lo que pierden. Digan lo que digan y aunque se prohíba hablar sobre el tema, él logró un milagro: consiguió una base social. Bienestar para los obreros. Fomentó la vida económica uniendo a otras clases. Todos queriendo lo mismo. Una colaboración completa. Los obreros ganaban el doble. Se crearon seis millones de nuevos trabajos. Con cinco marcos semanales se accedía a un auto popular. Casas bonitas con jardín, para respirar a la llegada al hogar. Vacaciones pagadas. Logró duplicar los sueldos. Condiciones dignas de trabajo. La sociedad se reconcilio y miró al futuro. Salimos de una economía arrasada y de la inflación brutal. Se crearon nuevas industrias y elementos que faltaban. Todo eso sin apoyo de los bancos ni del extranjero. Solo con la fuerza y el orden de nuestro pueblo. Alemania fue, en esa época, un gran frente cívico y moral.
Hoy para satisfacer a todos hay que decir que fue un tarado atiborrado de pastillas. Que fue un inútil que no sirvió para nada. ¡Debo decírtelo! Ese viejo que viste al fin de su vida, después de Napoleón, fue el mayor genio militar. La planificación de las grandes batallas fue idea suya. Aparte logró dar a su país eficacia política, espíritu de solidaridad y prosperidad económica. Desde 1933 a 1939 llevó a un pueblo vencido y arruinado al más organizado y fuerte de Europa. Además el arte llegaba a él. Admiraba toda manifestación en ese sentido. ¿Qué más puedo decirte?
-Háblame de los hornos. Las ejecuciones. Los Guetos. Existió una realidad que no se puede negar.
-Lo sé querido. Esa ha sido mi carga. El eterno dolor de querer a alguien y conocer tanto martirio. No te imaginas hasta qué punto he sufrido el tener que vivir entre esos dos mundos. El amor y el recuerdo. La muerte de tantos inocentes y luego el odio del mundo entero. Solo el estar, este último tiempo, a tu lado me ha salvado de caer en la locura. Solo tú pudiste darme tanto.
-Y te lo seguiré dando. Amor, todo el amor. Nos iremos de aquí. Buscaremos algún lugar.
-No Mario, no es posible. Se me parte el corazón. No va a ver futuro para nosotros.
-¿Por qué, por qué Dios mío? ¿No me amas?
-Te amo tanto amor. Pero tu vida ni la mía no valdrán nada juntos. Escúchame: Cuando todo terminaba en Alemania él quiso quedarse. Morir allí junto a sus hombres. El líder debía asumir las consecuencias de sus actos. Pero sus allegados lo convencieron de dejar a su amado país. Si vivía quizás quedara alguna esperanza. Teníamos muy buenas relaciones con Argentina. Fue el lugar perfecto, alejado, amigo. Contábamos con mucho apoyo, no solo de nuestros compatriotas aquí. Tu gobierno nos brindó mucho más de lo que esperábamos.
Antes de la finalizar la guerra se adquirió una estancia en la provincia de Buenos Aires, con acceso a la costa. Una buena amiga, una argentina Mabel, junto a una alemana, armaron toda la estructura para los desembarcos. Se efectuó una de las operaciones de mayor envergadura. Los submarinos iban y venían.
La estancia seguía sus tareas tradicionales, pero su función fue esperar, recibir y distribuir a los recién llegados. Varios de los hombres de él, que asegurarían su estancia aquí, entraron de esa forma.
Todos los que allí trabajaban respondían fielmente.
Al fin del conflicto se cerraron los viajes y la estancia quedó sin apoyo, en manos de la señora argentina. Ella recibió, enviada directamente por él, la gran distinción: La Cruz de Hierro. Grandes fueron los servicios que nos prestó.
Nosotros no llegamos allí. Para ello se preparó una operación especial. Nuestro transporte fue otro U-Boat.
Se me aleccionó. Necesitaban una médica.
Nada quedaba para mí en Alemania. Habíamos huido dejando todo. Mi familia y mis amigos habían muerto, lo había perdido todo.
Ocuparme de él implicaba lanzarme a una aventura en la que correría inmensos riesgos. Tuve claro que viviría a su lado escapando, ocultándonos. ¿Qué podría perder? Ya la vida carecía de sentido para mí.
Cuando mi ciudad fue atacada y mis hermanos y padres fueron asesinados, yo logré sobrevivir. Pude esconderme en un granero. Los rusos habían llegado. Yo tenía entonces 16 años. Me descubrieron. Fui golpeada y violada por muchos de los soldados. Aún veo la carnicería. ¡Qué injusta que es la historia! Se cuenta solo una parte. Jamás vas a imaginarte lo que yo tuve que presenciar. Los hombres eran ejecutados. Las mujeres violadas sistemáticamente y luego muertas. Los niños también. ¿Quién ha alzado alguna vez la voz por esos crímenes?
Un día ocurrió un ataque. Ellos se olvidaron de mí. Me escabullí, al salir de la habitación tomé una lona y corrí hacia un bosque. Esperaba un disparo en mi espalda. Estaba segura que moriría allí. Caía la tarde. Escuchaba los disparos.
Al pie de un gran árbol abrí la tierra húmeda y en el hueco me acurruqué. Tapada por la lona sucia nadie me vio. Esa noche llovió. Empapada y aterrada logré pasar aquellas largas horas de oscuridad. Al siguiente día la fortuna me sonrió. Una espesa niebla cubría todo. Corrí largo rato. Estaba sedienta. A unos kilómetros de allí se encontraba una ladera de roca. Una pequeña cueva, a la que íbamos algunos domingos con los amigos, me permitió esconderme.
Con un hambre atroz llegué dos días después a un pueblo. Una familia me brindó ayuda y fueron como padres para mí. Ellos conocían a un médico que trabajaba en investigaciones avanzadas. Me llevaron hasta él y me dejaron a su cuidado.
En pocos meses aprendí más de lo que te puedas imaginar. Me convertí en una enfermera experta. Me enseñó anatomía, farmacología. Supe cómo detectar enfermedades. Me instruyó y supe como colocar mis manos y oídos en los cuerpos de los enfermos. A sentir las patologías y a definirlas. Me entrenó a pensar científicamente. En poco tiempo y a su lado logré realizar operaciones simples y luego más complejas. Él fue mi universidad, mi maestro y mi tutor.
En apenas unos cuantos meses mi vida cambió radicalmente. Ahora me sentía segura, fuerte y única. Pero el lugar…querido jamás podría describirlo. ¡Has visto seguramente tantas fotos! Cercas, prisioneros. Nunca olvidaré sus caras de entrega, de agotamiento, de tristeza infinita. Imaginarás que yo sufría por esas almas olvidadadas. ¡Es muy difícil creer en un Dios con tanto dolor! Sin embargo mi familia había muerto y en el fondo oscuro y profundo de mi mente yo los veía como enemigos. ¡Así es el espanto de la guerra!
Avanzaba vertiginosamente en mis conocimientos. En ese mundo gris y brutal él me trataba con cierta ternura.
Un día mi maestro me llamó a su oficina y me dijo -Has sido una alumna excepcional. Deberás realizar una tarea única. Confió en ti. Viajarás a un país lejano cuidando a un ser único. Serás su doctora. Tendrás una nueva vida y serás un orgullo para Alemania. No quiero que veas el colapso, que indefectiblemente llegará.
Así me llevaron a España y lo conocí a él. Cuando estuve frente a ese hombre tembloroso, pero aún firme, me aterré.
Cuando abordamos el submarino no imaginaba siquiera todo lo que pasaría.
En los largos días sumergidos volvían a mi mente tantos recuerdos espantosos.
Una y otra vez encerrada en esa caja de metal escuchaba el golpe del agua en el casco. Imaginaba que moríamos y el fondo oscuro nos tragaría para siempre.
¿Sabes cuál era mi terror? No la muerte, que vendría a apagar tanto dolor. Sufría por la ausencia. Por el olvido. Nadie, nadie sabría jamás que mis restos quedaban en la noche eterna.
En cada crujido de la nave me aferraba a los mamparos. Me ahogaba con el aire sucio y aceitoso. Fue un largo, largo suplicio.
Te conté que en Dresden vivían unas tías mías. Al quedar huérfana intenté ir con ellas, pero no pude llegar. La ciudad fue bombardeada por los americanos y convertida en ruinas. Allí no había fábricas de armamentos. Solo gente inocente. A pesar de todo tuve suerte. Había sobrevivido a la guerra. Pero los recuerdos se encuentran en lo profundo de mi mente. Los gritos, la sangre, el humo, las sirenas, el terror, los cuerpos destrozados. ¡Dios mío! ¡Cuánto horror! ¡Cuántos inocentes muertos! ¡Cuánto odio! ¿Por qué Dios permite la tragedia de la guerra?
Llegamos a la Argentina en U-Boats Clase XXI, una maravilla submarina. Su enorme autonomía nos permitió navegar desde España hasta aquí. Fue un penoso y largo viaje.
En la segunda semana ocurrió un accidente estúpido. Él venía con su esposa, que sufría mucho el largo viaje. Uno de los hombres guardaba su arma y se le disparó. La bala rebotó y le dio de lleno a Eva. Dos días después falleció. No pude hacer nada. Él me suplicaba que la salvara, no pude, no pude. La impotencia me abrumaba. En el último suspiro él me miró con una congoja infinita. La sepultamos en el mar. Fue un golpe inmenso. Él empeoró y ya nunca volvió a ser el mismo.
Dos meses duró la travesía. No podíamos arriesgarnos.
Días y noches sumergidos, respirando el aire viciado.
En la Patagonia permanecimos ocultos mucho tiempo antes de desembarcar. Solo de noche emergíamos cerca de la costa y subíamos a cubierta.
Algunas veces pude ver la luz lejana y parpadeante de algún faro. En esos breves momentos respirábamos aire fresco.
Finalmente un día llegamos, muy cerca de Punta Dúngenes al final del continente. ¡Debíamos desembarcar en un mundo nuevo! Nuestro Comandante, Gerd Schaar, fue uno de los caballeros del mar. El U-Boat fue reportado hundido tiempo antes.
Mucha información fue falsa adrede.
Once naves llegaron a tus costas. Allí nos esperaban. Fue un gran operativo. En total cien hombres y yo desembarcamos. Nos trasladaron a distintos puntos.
Durante meses deambulamos de un sitio a otro. Finalmente llegamos a éste pueblo. Largo tiempo nos alojaron en una estancia, cerca de un pueblo muy pequeño, al sur de Chubut, muy lejos de la ruta tres, es un nombre de un marisco, sí, ya recuerdo: Camarones. El campo era de un alemán.
-¿Qué tiene todo eso que ver con nosotros? ¿Con nuestra vida? ¿Con nuestra felicidad?
-Todo amor, todo. ¡Son tantas las cosas que desconoces!
-¡Quiero saberlas!
-Cuánto más sepas más riesgos afrontarás, también tu familia. Quedemos así. Recordemos en el futuro la mejor parte de nuestras vidas. No me iré enseguida
-¿Cuándo entonces! ¡Por Dios! ¿Cuándo?
-No lo sé. Aún tenemos unos días. Los aprovecharemos amor, te lo prometo.
-Y después te perderé para siempre. ¿Cómo voy a soportarlo? Te amo tanto que moriré si te vas.
-Si permanecemos unidos moriremos ambos y de la peor manera. Estos últimos días nos amaremos hasta agotarnos. Quiero llevarme tu recuerdo en mi sangre.
-Trabajo muchas horas al día.
-Ya no trabajas.
-¿Cómo?
-Don Atilio se ha ido del pueblo. El Almacén se cerró. También se fueron los Embers, los Roters y otros. El pueblo cambiará totalmente. No quedarán rastros de nuestro paso.
-¿Pero qué mandaré a mi familia?
-No te preocupes cariño. Dejaron algunos regalos para ti. ¿Te los doy ahora o luego de amarnos?
-Después de amarnos, ven aquí ¿Cómo voy a vivir sin vos?
-Tendremos una noche larga y un despertar hermoso, solo nosotros.
Ella me está llamando a la cama. Dejaré de escribir. Mi alma se parte en añico pero aún se encuentra aquí.

3 de Marzo 1958

Han pasado varios días. Puedo decir que han sido los más maravillosos que hemos vivido. Nos agotamos amándonos. Cada secreto fue dicho. Pero la angustia estuvo latente, agazapada. Esperando el terrible momentos en que vengan a buscarla. El final tan temido. Ahora que ella abrió su alma y lo sé todo debo aceptar su partida. No hay escapatoria.
Una mañana en que acostados yo acariciaba su exquisita cabeza y jugaba con su pelo, me ha narrado hechos extraordinarios. Los escribiré para no olvidarlos
Él le dijo que la ciencia alemana había llegado a logros inimaginables.
La Argentina fue pensada como un lugar para vivir no solo por el apoyo de los gobiernos. Su cercanía al Polo Sur la hacían perfecta para viajar hasta la gran base.
Ella me preguntó -¿Quieres saberlo todo? Lo sabrás. Yo no estuve allí pero él me dio esa información. El Paso al Polo Sur.
-¿Al Polo Sur? ¿Y para qué?
-Bases, establecieron una gran colonia en el Polo Sur. Pero eso te lo contaré mañana en el desayuno, después de amarme. Ahora ven aquí ¡Quiero mimos! Y ¡Deja de escribir! Ya tendrás tiempo cuando yo no esté.

4 de Marzo 1958

Hoy vivimos un día estupendo. Fuimos hasta nuestro remanso en el arroyo. Allí mismo nos amamos desenfrenadamente. La soledad de la llanura, el sonido de la chicharra y la paloma nos acompañaron en esos momentos increíbles.
Bebimos cerveza enfriada en el arroyo. Comimos un pastel de manzana hecho con sus maravillosas manos. Mientras amaba su cuerpo desnudo, terso y dorado miré por un instante hacia el horizonte. Vendrían a buscarla y todo, todo acabaría. Comencé a temblar. Ella se dio cuenta y miró mis ojos vidriosos por las lágrimas. Con las palabras entrecortadas por la emoción dijo -No llores amor, es nuestro destino. Trágico pero ha sido hermoso el conocerte y no lo cambiaría por nada. Aunque todo el dolor nos llegue, cada vez que has rosado mi cuerpo y me has mirado ha sido la gloría más grande de toda mi vida. Siempre te amaré.
Vimos la puesta del sol y regresamos a casa.
El pueblo está en silencio. Ya nada es igual.
Como cada noche ella enciende una vela en la mesa. Cenamos callados mirándonos. Una música exquisita llegaba desde la radio, alegrando nuestros corazones. Entonces me acordé y le dije: “Ayer dijiste algo sobre la Antártida”.
-Así es. Entre 1938 y 1939 se realizó la Operación Antártica Alemana. Luego se extendería durante años. El objetivo fue crear una Base a gran escala, en el lugar más inaccesible del globo.
En un principio se establecieron en la costa, en el lugar conocido como Tierras de la Reina Maud. Se realizó un primer asentamiento. Posteriormente, en otra expedición muchos kilómetros adentro, se encontró una gran caverna y allí se fundó la nueva Neuschwabenland. Esa caverna fue ampliada para albergar no solo material sino decenas de personas. Así comenzaron los viajes interrumpidos hasta el fin de la guerra. Muchos de los grandes descubrimientos se encuentran aún allí.
-¿Descubrimientos?
-Sí, lo mejor de la tecnología alemana. Investigaciones totalmente prometedoras, máquinas que ni la mente más imaginativa puede concebir. Es cierto que ya pasaron años, de todas maneras abren campos de la ciencia aún no soñados.
-¿Pero cómo hicieron? ¿No es que el hielo se cierra en invierno y ningún navío puede pasar?
-Los rompehielos trabajan burdamente, aplastando y partiendo el hielo. Usaron una técnica nueva, pulverizaban el hielo, incluso el más grueso, utilizando vibraciones, sonido. Claro que en el entorno, una vez que el barco o submarino pasaba, el hielo se volvía a cerrar. Así las embarcaciones alcanzaban velocidades de hasta diez nudos. ¡Esa es la inteligencia alemana!
-¿Pero cómo?
-La materia existe dentro de ciertos parámetros, fuera de ellos, deja de ser como tal. Así, cuando a cualquier elemento se le aplica calor extremo, llega un momento en que los átomos pierden sus características y se transforman en una sopa. Las cosas ya no son. Por el contrario, si se las llevas al frío extremo, el movimiento molecular se detiene y la materia literalmente se hace polvo. Nuestros científicos descubrieron el inmenso poder del sonido, de las vibraciones. Éstas, en cierto nivel, logran también que la materia se pulverice. En el Polo es mucho más sencillo. Así pasaron las naves.
-¡Maravilloso! ¿Esa Base esta hora está vacía?
-No lo sabemos. En 1945, cuando todas las operaciones por mar cesaron, varios capitanes de los U-Boats decidieron no regresar. Algunos se encaminaron a Neuschwabenland. Un oasis, un Shangrilá esperando un nuevo mundo.
Los suministros acumulados allí permitirían a una pequeña flota de submarinos, permanecer activa un muy largo tiempo. Y lo extraordinario es que algunos de aquellos Lobos Grises aún rondan a veces por las costas argentinas. El pasado mes le llegó a él un informe
-¿Después de tanto tiempo?
-Sí, todavía vienen.
-¿Del polo?
-Es posible. No lo sabemos. Quizás la Marina Argentina les de apoyo.
Al finalizar la guerra los norteamericanos enviaron una flota al Polo para buscar lo que no encontraron, ni encontrarán.
-Esa gruta que ampliaron ¿cómo es?
-Fue excavada cientos de metros, reforzada con concreto y acero. Además contigua a ella se encontraron grandes edificios, por llamarlos de alguna manera.
-¿Edificios?
-Sí, construcciones muy antiguas, en un tipo de roca que no es del lugar. La envergadura es de una dimensión asombrosa.
-¿Quiénes la hicieron?
-No lo sabemos. Según él dijo se enviaron varias patrullas a recorrerlas, solo regresó un hombre de treinta, veinte días después, en un estado total de insania.
-¿No hicieron más investigaciones, no ocuparon esa ciudad?
-No, es extraño. Los científicos cerraron la entrada y se abocaron a la construcción y puesta en marcha de la nueva metrópolis. Ya estaba la guerra encima, habría tiempo más adelante.
-¿Por qué no utilizaron esa base?
-Sirvió mucho tiempo.
¿-Y los artefactos o tecnología dejada no podría ser utilizada para provecho propio, de aquellos que accedían allí una vez que la guerra terminó?
-No, solo tres personas tuvieron acceso al plano, a la ubicación exacta de los contenedores sellados que guardan los desarrollos. Dos ya han muerto, la otro soy yo.
¿Por qué no hacerlo público y dejarle a la humanidad elementos que puedan beneficiar a todos?
-¿Crees en serio que quienes hoy pudiesen llegar y apoderarse de esos inventos los utilizarían en beneficio de la humanidad? No conoces a los políticos. Los que manejan a las potencias solo buscan su propio provecho. El mundo no les importa. Por eso yo debo desaparecer ¿Entiendes?
Te aseguro algo, en un futuro próximo, cuando el acceso al polo sur sea más accesible, los amigos americanos cerrarán todo camino al público. No más. Sospechan que allí hay mucho más que hielo.
-¡Pero vamos!, ya ha habido muchos viajes y hay bases de diversos países.
-Sí, y habrá más, pero solo cerca de la costa, nunca dejarán ver la totalidad de la Antártida.
Los edificios antiguos se extienden en una gran distancia hacia el corazón del continente. Las patrullas que enviaron a recorrer ese mundo, anduvieron no menos de seiscientos kilómetros, estaban motorizadas. ¡Quién sabe qué conocimiento puede haber allí!
-Entonces ese lugar tiene carreteras…es enorme. ¿Él te dijo todo eso?
-Sí, y vi muchas fotos.
-Nunca estuviste ¿cómo podrías darle su ubicación a alguien?
-Tengo las coordenadas en mi mente.
-¿Todo esto te asusta? ¿Por eso quieres dejarme? ¿Qué nos importa todo eso? Es historia. La guerra acabó hace mucho. ¡Olvida todo aquello! ¡Vivamos nosotros!
-No amor. Es imposible. La catástrofe del conflicto está aún en mi alma. Te lo he dicho amor y odio, dolor y placer. Jamás podría olvidar.
-Pero ellos no saben de tu existencia. ¿Por qué te buscarían?
-Sí saben. Al final, cuando estuvimos por abordar el submarino, ocurrió algo. Fuimos emboscados y escapamos por poco. Uno de sus hombres fue herido. Tuvimos que dejarlo. Tiempo después, ya en Argentina, lo supimos fue torturado y habló. Ese hombre trabajaba con el Doctor. Lo secundaba. Además conocía la operación al antártico y seguramente confesó, bajo tortura sobre el hallazgo y la tecnología guardada en la base. Desde entonces me buscan.
-¿Por qué a vos y no a Don Otto…digo, no puedo pronunciar su nombre…no puedo
-¡Todos lo creían muerto por su propia mano en el Búnker! ¡Hasta los rusos se consiguieron una calavera para decir que era la de él! ¿Cómo crees que hubiesen quedado ante el mundo habiendo dejado escapar al monstruo? Por ello tuvieron que aceptar su fin en Alemania. Aquí fue sencillo ocultarlo. Se tejieron historias. Muchos lo veían en Argentina en distintas partes. Toda mentira. La mejor manera de ocultar algo es dar información falsa. Y funcionó. Lejos de quedarse en algún pueblo parecido a nuestra querida Alemania (donde seguramente lo buscarían) eligió este pueblo pequeño, perdido en la llanura bonaerense. Ahora ya no importa. Ha muerto y yo soy la única persona a la que buscarán. Si estamos juntos tu vida no valdrá nada. No voy a permitirlo. Te amo, te amaré siempre.
Nos encontrábamos en España. La operación para llegar a Argentina estaba en marcha. El Submarino nos esperaba a cinco millas de la costa. Un lanchón nos debía llevar hasta el sumergible. La tripulación se encontraba a bordo. Solo faltábamos nosotros. Él, Eva y cinco hombres que lo cuidaban. Y como te dije allí nos emboscaron.
-¿Cómo se llamaba el Doctor?
-Prefiero no decirlo, aún tiemblo al recordarlo.
-¿Pero te enseño él medicina?
-Así es. Se hicieron cosas terribles en aquel tiempo. No quiero hablar más ahora. Quiero olvidar, olvidar.
Solo ámame, ámame otra vez. Dejemos todo, no quiero pensar en otra cosa que en ti.
Antes de dormirse me ha mostrado un documento que el Anciano le dejó. ¡Cómo se ha ocultado la verdad al mundo! Lo transcribo textual “El jefe del consejo americano en el juicio de Núrernberg, Thomas J. Dodd dijo -Nadie puede decir que (Hitler) esté muerto”. El General Mayor Floyd Parks, comandante general del sector americano en Berlín, añadió que él mismo se encontraba presente cuando Zhukov (El General Ruso que entró en Berlín en 1945) declaró que pensaba firmemente que Hitler podría haber escapado.
Teniente General Bedell Smith, jefe del Estado Mayor del General Eisenhower en la invasión sobre Europa, y más tarde, director de la CIA, declaró públicamente el 12 de octubre de 1945: «Ningún ser humano puede decir de forma concluyente que Hitler esté muerto».
Todos esos hechos nos persiguen, intentando apagar nuestro amor ¿Qué tengo que ver con ello? Si se ha creado una de las mentiras más grandes de la historia, nosotros dos somos ajenos a ella. Solo quiero amarla, nada más, Poco me importan las ideologías. Solo quiero ser feliz.
Ahora nos persiguen los fantasmas del pasado, en un tormento abrumador.
Ella se ha acostado. Me llama. No puedo dejar de escribir todos estos extraordinarios sucesos.

8 de Marzo 1958

Hemos pasado varios días felices, aunque con el temor de la separación definitiva. Hoy amaneció lloviendo lenta y pesadamente. El día me entristece. Me llena de una congoja pegajosa. La ansiedad trepa desde mi pecho. Pienso, pienso una alternativa que me permita no perderla. El desamparo me envuelve el alma. Estoy al borde de un precipicio profundo y final.
Frida no se levantó a preparar el desayuno. La encontré llorando en silencio. La abrace con ternura. No quise preguntarle.
-Querido la historia lo muestra como un monstruo, un maníaco que llevó a su pueblo a la destrucción. Temblaba cada vez que estaba a su lado. Nunca lo juzgué. He visto las imágenes, el horror, los campos, las pilas de cadáveres, los soldados congelados. Para mí fue infinitamente peor el sufrimiento, porque soy parte de todo eso, soy alemana. También el dolor ha sido mi compañero año tras año.
La ausencia definitiva de mis seres queridos y de tantos otros, se me ha clavado en el pecho. Duele en lo profundo. Intentas respirar y el aire es pesado. Siento a una mano que me estruja el corazón. El olvido nunca llega.
Miraba a ese viejo, enfermo, con sus terribles dolores de estómago y sus manos temblorosas y recordaba tanta tragedia. ¡Ha sido un suplicio Mario! ¿Sabes por qué?, porque yo sí siento que la culpa, me desgarra y lloro cada noche en mi cama. A veces me despierto gritando, ya lo has visto. Sufro, sufro un horror como no puedes imaginar. Yo sé que se equivocó, su tozudez destruyó todo aquello por lo que se luchaba, pero yo quise a ese viejo a pesar de todo.
-No llores querida, vos no mataste a nadie, también fuiste una víctima de tanto horror. ¡Mírame yo estoy aquí!
-¡Mario, ya no soportaba más!, le doy gracias a Dios porque te puso en mi camino. Y ahora un nuevo suplicio se acerca tendremos que dejarnos. Olvidar
-Yo voy a protegerte, a cuidarte.
Ya canta ese insecto ¿cómo se llama?
-La cigarra.
-Cigarra, ¡Qué nombre!, va a hacer calor.
-Yo te daré calor, querida, vamos.

9 de Marzo 1958

Hoy pasaron hechos terribles. Salí temprano a buscar comida. Caminaba con temor, mirando hacia el camino, esperando a los verdugos a que se la lleven para siempre de mi vida. Frida se ha quedado acostada. Al regresar la encontré tirada en la cama y una botella de vodka vacía en el piso. Sus ojos vidriosos me miraron con un desamparo infinito. Quiso levantarse y se cayó de la cama sobre la botella rompiéndola. La levanté empapada en sangre. El vidrio le había cortado parte de la cintura y en una de sus manos profundamente. Entre los efectos del alcohol y el dolor gritaba y reía diciendo
-¡Maldito Doctor! ¡Maldito Doctor! ¿Qué me hiciste? Solo atiné a llevarla al baño. Le levé las heridas. La vendé y la arrastré a la puerta. No tenemos un médico así que pensé en llevarla al pueblo más cercano. Frida reía y gritaba que no hacía falta. Le dije que estaba borracha y que los cortes eran muy profundos. Se sentó en el piso riendo mientras se arrancaba las vendas. Las heridas habían cicatrizado, sencillamente no estaban. La piel, ahora apenas roja, se levantaba suavemente en cada latido.
La puse en la cama y se quedó dormida.
Sentado en el porche, pensaba en el extraño suceso. Era imposible y sin embargo allí estaba ella totalmente curada. ¿En qué extraño mundo me encuentro? ¿Qué es ella?
El cielo se cubrió con unas nubes bajas, encapotando aún más a mi ánimo. El Trueno llegó y después el rayo. El aguacero hizo desaparecer al pueblo, al campo, a todo.
El mundo se transformó en una rueda que gira enloquecida. Pasaron por mis ojos seres brutales, campos arrasados, ciudades, ruinas, bombas abrazando todo con fuegos, gritos, llantos, humos, mares rojos, playas con miles de cadáveres, sirenas, niños abandonados, submarinos estallando en las profundidades, náufragos, mares encendidos, islas remotas desbastadas, carne quemada, chimeneas, cielos negros de hollín, dolor infinito. Muertes en el hielo, inviernos brutales, arenas ensangrentadas. El llanto de millones de almas perdidas se confundió con el desbastador grito del rayo. Imágenes del horror me rodearon en la oscuridad del día.
La tenebrosa locura de la guerra que nunca viví se encuentra ahora aquí, a mi lado.
Mi alma amando a ese ser dormido, temeroso de perderlo y anonadado por las preguntas ¿Quién es ella? ¿Cómo pudo convivir con él? ¿Cómo? ¿Cómo?

10 de marzo 1958

Ella ha dormido intranquila toda la noche. ¿Con que soñará? ¿A qué mundos oscuros habrá llegado? ¡Cuánta tragedia en esta mujer maravillosa!
Pasadas las diez de la mañana abrió sus esplendidos ojos.
-Es tarde he dormido mucho ¿No es así amor?
Sus palabras no reflejaban los hechos asombrosos de la noche. Ni siquiera un dolor en las zonas de los cortes. Sonreía. Me acerqué y le tomé la mano herida. Ella me miraba sonriendo.
-¿Qué haces?
Le pregunté si no le dolían los cortes. Entonces todo cambió. Su cara se endureció. Había recordado. Retiró su mano de la mía.
-¿Qué viste anoche?
-Un milagro. ¿Me explicarás?
-¿Qué tengo que decirte?
-La verdad. Anoche tomaste y alcoholizada te caíste de la cama sobre la botella. Se rompió debajo de tuyo. Te cortaste profundamente. Aún se encuentra la toalla en el baño empapada de sangre. Yo estaba desesperado. Vos riendo te arrancaste las vendas rojas. Vi las heridas, los vidrios clavados centímetros. Luego tu piel quedó sin una sola herida, apenas roja. ¡Eso en un milagro!
-No, es ciencia, maravillosa ciencia alemana. Traté por todos los medios que no lo supieras. Pero ayer desesperada por perderte tomé mucho. Lo siento tanto Mario. Ahora vas a estar aún en un peligro mayor.
-¡Quiero saber!
-Él soñó con un ser especial, superior. Y lo consiguió. Con la ayuda del médico que te dije y miles de prisioneros para realizar experimentos. Yo soy ese ser único. Lo que no pudo imaginar es que ese inmenso descubrimiento no sería solo para los alemanes. Cualquier humano podría ser como yo. Negros, blancos, amarillos, latinos, orientales, eslavos. Sin quererlo encontraron la solución a las enfermedades del hombre. Lograron un ser casi perfecto, longevo, con características físicas e intelectuales asombrosas.
-¿Qué te han hecho?
-La familia que me cobijó conocía a ese médico.
Realizó experimentos terribles. Lo supe después. Como te dije me enseñó mucho de lo que sé. Me convirtió en un una persona excepcional pero también me condenó. Mi cuerpo es único.
-¡La caída de Parsifal y el tremendo golpe en la cabeza!
-En ese momento tuve miedo que te dieses cuenta. El accidente habría matado a cualquiera.
-Pero ¿cómo?
-Él comandaba un equipo de mentes brillantes. Cometían crímenes horrendos. La inteligencia y la casualidad produjeron un resultado final: yo.
-¡Quiero saberlo!
-Sencillamente mi cuerpo es casi perfecto. Una nueva entidad sobre la tierra. Más apto, más seguro de sí mismo. Mi cerebro incrementa exponencialmente mi inteligencia, la capacidad de absorber nuevos y más complicados temas. Cuando leo un libro, estudio un nuevo tema, las conexiones sinápticas se interconectan, desarrollándose rápidamente. Puedo manejar casi cualquier situación. De cada hoja que veo asimilo cada palabra y ya no la olvido. Las ciencias, las artes, la música, la literatura. He aprendido en poco tiempo lo que mil hombres no lograrían en años.
Mis células pueden reproducirse una y otra vez sin agotarse. Voy a envejecer muy lentamente. Prácticamente no puede haber enfermedades en mí. Salvo que adrede me destruya con alcohol, drogas o lo someta a tóxicos. Mis huesos son fuertes y a la vez flexibles. Mi sangre puede detener una gran hemorragia en segundos.
-¡Es maravilloso!
-No, no lo es. Es un suplicio. No tendré paz. Me perseguirán siempre. Te perderé. Veré morir a todos, yo seguiré entre desconocidos en la soledad, en la noche del anonimato y en el silencio interminable de días y años vacíos. No habrá nunca cielos claros. Jamás una mano amiga. Ni un hombre en el que pueda recostarme. Lloraré lágrimas heladas y no habrá nadie para secarlas. ¿Te das cuenta que quisiera ser normal? Ese maldito me convirtió en esto. Soy una cáscara. Una rama verde inútil que seguirá por mucho tiempo cuando todas las hojas hayan caído. Estaré sola. No te tendré a mi lado, ni a nadie que conozca. Todos, todos irán muriendo y yo aún estaré.
-¡Quiero saber!
-¿Para qué?
¡El más grande descubrimiento y yo estoy solo frente a vos!
-Solo obtendrás dolor y más dolor. Si algo te pasa luego…
-Nada, me va a pasar
-¡Si llegaran a sospechar que estuvimos juntos vivirás en el infierno!
-Dilo.
-Está bien. Existen decena de ideas que tratan de explicar por qué el ser humano envejece. Encontrar la fuente de la juventud es uno de los sueños más preciados. Una bebida mágica que nos haga inmortales.
-¿Es posible?
-No. No inmortales pero si muy sanos y fuertes.
Es importante no solo conocer por que los organismos se deterioran y mueren con el paso del tiempo. Es necesario además entender cómo ha actuado la evolución y porqué los procesos del envejecimiento varían tanto de una especie a otra y entre tejido y órganos. Algunos piensan que se produce un desgaste orgánico. La célula utiliza la glucosa y el oxígeno, generando energía, el motor se gastaría con el tiempo. Otros suponen que existe una programación genética. Así cada ser tendría incorporado un reloj biológico.
Ese maldito encontró que las células normales están programadas para una determinada cantidad de rondas divisionales ¿Entiendes?
-Sí.
-Bien. Recordarás que los cromosomas intervienen en la división celular. Allí está el ADN con la información genética que cada célula va a heredar. ¿Está claro?
-Sí.
-Cada cromosoma tiene en sus extremos una serie de secuencias muy repetitivas y no codificantes. Esos elementos se van acortando con las sucesivas divisiones. Existe una enzima que atenúa esa acción. El descubrió que esa enzima existe en las células embrionarias, pero se inactiva en las células desarrolladas. Es el reloj biológico que nos encamina lenta e inexorablemente hacia la muerte. Es decir que la capacidad de división celular se va perdiendo.
Los elementos que se van acortando en las divisiones, al llegar a un cierto nivel mínimo desencadenan mecanismos que llevan a la muerte celular. ¿Entiendes?
-Parece sencillo
-¿Sencillo? Es de una complejidad inmensa. Él lo logró.
-¿Bestial? Ha realizado el descubrimiento más importante para la humanidad
-¡No entiendes! Él buscaba crear una raza de seres genéticamente puros. Lo que ha conseguido es la posibilidad de vivir largos años en salud a todos los seres humanos. No es lo que buscaba.
-¿Qué importa? Como sea será un beneficio para la humanidad.
-Así no. ¡De ninguna manera! Obligó bajo pena de muerte a sus subordinados a profundizar en los secretos de la vida. Lo peor ha sido el costo. Miles de seres torturados. Conejillos de indias. ¿Cómo crees que llegó a lo que soy? Prueba y error. Cada error una vida. Cada vida decenas de días de suplicios.
-¿En qué lugar estuviste con ese hombre?
-En Auschwitz.
-¿Cómo pudiste ver todo eso y soportarlo?
-¡Eso es lo terrible! Vivía en dos mundos. ¿Quieres creerlo? Yo admiraba a ese hombre. Ya había visto el horror. Me trataban con respeto y yo aprendía en su compañía. Por un lado el gran médico impartía ciencia, por otro ante la búsqueda de la perfección no le importaban los costos. Contaba con varios laboratorios y equipos.
¿El lugar era muy grande?
Sí, se componían de tres campos principales y 39 secundarios.
-¿Cómo pudiste estar allí?
-¿Vas a odiarme ahora?
-¡Jamás!, te amo pero no lo entiendo.
-La guerra es lo más espantoso que puede ocurrirle a cualquier ser. ¿Sabes por qué? El odio. La destrucción engendra ese sentimiento brutal. Vives una vida normal, tranquila. Amas a tus padres, te quieren. Tienes a tus vecinos y amigos. En un abrir y cerrar de ojos los pierdes. No han muerto en un accidente. Han llegado de otro país y los han asesinado. Toda tu vida se desmorona. Ya no te encuentras limpia, tranquila, alimentada, segura, amada. Ahora estás sola, si nadie. En un mundo calcinado de dolor. Intentas sobrevivir. Muchos no lo soportan y sencillamente se dejan morir. Pero en mi una fuerza interior me hizo seguir, no rendirme.
¿Sabes que quería aquella pequeña adolescente que lo había perdido todo, hasta la inocencia? Deseaba la venganza. No importaba a quien o quienes. Imaginaba solo una cosa: matar, matarlos a todos los que pudiese. Ya vez lo que engendra el inmenso dolor de la pérdida. Odio, absoluto y brutal. Por eso en aquellos momentos en que los prisioneros pasaban muy cerca mío imaginaba verlos muertos a todos. Pero en las noches me despertaba de terribles pesadillas. Veía sus ojos y surgían en mi interior fuerzas titánicas. Quería odiarlos y no podía.
Lloraba en las largas horas nocturnas. Me desesperaba. Me levantaba, caminaba sobre el piso helado, miraba por la ventana a aquel mundo gris y bestial. Me ahogaba. Me imaginaba allí afuera, del otro lado de las alambradas, con aquellos seres. Volvía a la cama mientras las sombras grises de la noche lenta pero inexorablemente dejaban paso a otro día de sufrimientos y agonías
En aquel lugar yo trabajaba en uno de sus “hospitales”. Un día el Doctor trajo a una adolescente. Una pobre niña con su uniforme gris y la estrella en el pecho. No pude nunca olvidar sus ojos hundidos. Su mirada de infinita congoja me persigue. Los brazos caídos, sin un movimiento. Deambulaba en silencio. Trataba de pasar por un autómata, para que la creyeran un poco loca. De esa forma evitaría nuevas torturas.
Ya habían desechado a muchos prisioneros.
Él la trajo una mañana. Arrastraba sus piecitos. En su brazo un número indicaba su proceder.
Dijo que yo debería cuidarla y anotar cada una de sus reacciones.
Ella me miró a los ojos. Supe que en ese ser indefenso brillaba una inteligencia única. Con el riesgo de ser acusada de ayudar a una prisionera exigí que los guardias me dejaran llevarla a mi barraca. La excusa fue perfecta, Él había dicho que debería cuidarla. Y eso hice. Primero la alimenté. Le aseguré que no sufriría más. Antes que él se fuese me aleje y le dije “la cuidaré pero no la lastimen más”. Una mirada helada me taladró la mente. Me comprometí a ocuparme de ella y a controlarla. Te juro que en ese momento me jugaba la vida. Si pestañaba, sí él suponía que podría traicionarlo o ayudar a la niña terminaría en el patio trasero fusilada. Lo miré tranquila (pero aterrada). Simplemente dijo -está bien. Quiero respuestas.
Yo anotaba cada estudio, cada reacción. Él llenaba libros de notas con dibujos. Explicaciones infinitamente detalladas, fórmulas, etc.
Cuando la niña lograba dormirse leía cada hoja. Entonces entendí lo que él buscaba. El experimento máximo. El sueño supremo de la humanidad: un ser perfecto, puro físicamente. Una criatura cuyo cuerpo no enfermera. Sus células se reprodujeran indefinidamente, sin mutaciones. Un cuerpo sin cansancio. Un individuo que viviese años y años sano. Descendencias siempre perfectas. Cuerpos en los que ninguna enfermedad los atacaría. El sistema inmune, los glóbulos blancos se volverían capaces de protegerlo durante más de 140 años y mantener indemne al individuo. Las heridas cicatrizarían en segundos, incluso heridas grandes.
Se extendería la vida más allá de lo soñado. Los enfermos recobrarían su salud. No más afecciones mentales. Los huesos nunca se desintegrarían con la osteoporosis. Prácticamente, salvo lesiones extremas, nadie podría quebrarse un hueso. Estos se volverían increíblemente fuertes, pero a la vez más flexibles. Los corazones no fallarían, ni los riñones, ni el hígado, nada. Perfección. Un equilibrio maravilloso en todos los sistemas.
La niña dormía entrecortadamente. Hasta ese momento no pude imaginar el grado de locura y de genialidad de ese hombre, ni la cantidad de seres destruidos en esa búsqueda. Allí estaba quizás el resultado. Me acosté, esa noche al lado de esa niña cuya única posibilidad de vivir era yo.
Pasaban los días y ella me seguía siempre como un pequeño perrito. Como esos seres minúsculos, sin dueño que siguen desesperadamente a la única mano que les ha dado una simple palmada. Mientras tanto día a día ella era inyectada con distintas sustancias. Se le realizaban infinidad de análisis.
Por alguna razón que yo desconocía, siempre tuve la certeza que esa niña no moriría como tantos otros. Estaba segura que habían llegado casi al límite del conocimiento. Allí estaba ella, pequeña, perteneciendo a la raza que tanto odiaban. Se le daba la llave a una vida superior, única ¿No es una paradoja?
Había visto infinidad de seres definitivamente perdidos. Los prisioneros apenas eran alimentados. Solo los que trabajaban obtenían un poco más de sustento. La niña sin embargo se encontraba en perfectas condiciones. Entre las múltiples pruebas que debía efectuarle la alimentación era fundamental. Debía sobrevivir. Esa quizás fue la razón por la cual se me permitió llevarla conmigo.
En las noches, cuando el suplicio de las pruebas había concluido, se me acercaba mirándome desde la profundidad del dolor. Me suplicaba sin palabras.
Cada día, cuando caminábamos hacia el complejo donde trabajaba, ella miraba a los harapientos prisioneros. Luego alzaba sus ojos hacia mí. No podré olvidar jamás a aquella alma torturada. La traté con infinita ternura.
Se le tomaban pruebas de sangre. Jamás emitió una mueca de dolor. Extraordinariamente sus heridas cicatrizaban casi instantáneamente. Su cuerpo lentamente cambiaba. Se endurecía, su mente comenzaba abrirse. En aquellos momentos un terror vino taladrar mi espíritu. Pensaba que si lograban lo que querían la matarían. Lo que importaba era el método y lo estaban teniendo.
Un mes después de su llegada ya habíamos cenado, esperaba que le leyera alguna historia como cada noche, entonces ocurrió habló por primera vez. Solo dijo ¿Por qué? Dos palabras que encerraban toda la locura humana. Lloramos juntas. Comprendí allí que nada nos diferenciaba. Entonces un recuerdo de mi vida anterior llegó instantáneamente. Tenía 12 años, estábamos con mi madre en el centro de la ciudad, ella entró a una tienda. Me quedé esperándola, en la vereda. En ése momento un pequeño perro se acercó a mis piernas. Estaba perdido. Era un cachorro vivaz que olía desesperado el piso. Buscaba a su madre. Estaba perdido, nunca más la encontraría. La niña, yo y todos los prisioneros éramos como ese perro, seres que nunca más hallarían sus afectos. El animal no lo sabía, nosotros sí.
Al siguiente día nos encontrábamos en el campo realizando ejercicios. Una alambrada nos separaba del campo de prisioneros. Una larga hilera de seres destruidos caminaban hacia unos camiones. La niña de pronto se detuvo y yo con ella. Corrió hacia la cerca. Los guardias le gritaron. La criatura no pudo imaginar lo que ocurriría o tal vez eso buscaba. El tableteo de la ametralladora estalló en aire. Un grupo de palomas volaron desde los tejados. La niña sin un grito cayó a tierra con su espalda destrozada. Enloquecida corrí hacia ella. Los guardias me siguieron. En mi locura arrebaté una pistola y la puse en la cabeza del asesino. El Médico llegó en ese momento. Cinco armas me apuntaban. Quise matar y morir en ese instante, ya nada me importaba. Mi dedo se crispaba sobre el gatillo. El soldado temblaba. Él me sacó el arma de la mano. Dio una orden y las armas bajaron. Con la misma pistola que le apuntara a aquel soldado él se la puso en los ojos y disparó. La sangre me salpicó. Puso el arma en mi mano y me dijo ¡úsala! Apunte al cadáver y disparé una, dos, tres…muchas veces, hasta que se agotaron las municiones. Ese mismo día todos los guardias que estuvieron allí fueron fusilados. Habían matado a su más preciado tesoro.
Enterré yo misma a aquel pobre ser.
Al siguiente día vino a verme a mi habitación. Sus ojos inmutables buscaron los míos. Dijo -sigues tú, te convertiré en una mujer única, excepcional. Serás lo mejor de la raza alemana. Todavía estás en etapa de crecimiento, quizás lo logremos.
-¡Dios mío! Todo lo que has pasado. ¿Hay alguien más como vos?
-No
-¿Pero cómo es posible? ¿Cómo lo lograron?
-Se adelantaron decenas de años. Fue un golpe de suerte.
La complejidad de nuestro cuerpo es de una magnitud comparada con el universo. El cuerpo humano es una máquina maravillosa. Muchos de los sistemas poseen una doble acción, es decir ante un problema o una falla, se dispara un mecanismo de reparación. Luego se reinvierte y se establece el equilibrio, que llamamos homeostasis. Por ejemplo la sangre. Está constituida por glóbulos rojos, blancos, plaquetas, etc. Si se produce una herida, las plaquetas la detectan, cambian de polaridad y de forma, se “pegan” a la herida, crean un tapón de fibras y tú te salvas de morir desangrado. Luego el sistema se frena y todo vuelve a la normalidad. En el cerebro, entre las células nerviosas hay un espacio, cuando una señal debe pasar de una a otra, se liberan ciertos elementos que optimizan la conexión. Una vez que el impulso eléctrico ha pasado, una bomba de recaptación, toma esos elementos para utilizarlos la próxima vez. En la depresión falla ese sistema. El corazón funciona equilibradamente, ingresa sodio, se produce el movimiento, sale potasio, etc. Así ocurren infinidad de acciones corporales sin que tengamos la menor idea.
-¿Y entonces?
-En ocasiones el equilibrio, por múltiples causas, falla. A parte del normal envejecimiento también por herencia defectuosa de genes, stress, consumo de alcohol, drogas, mala vida, deficiente alimentación etc. Roto el equilibrio se presentan las enfermedades. Hasta aquí, muy brevemente para que entiendas, lo que ocurre en nuestros cuerpos.
Hay un momento del desarrollo de un ser en que todo (salvo excepciones) funciona perfectamente y podría ser casi inmortal. Pero cada vez que una célula se divide para formar otra, una pequeña parte del ADN pierde parte de su eficacia. En la próxima división perderá más y así sucesivamente. En algún momento ya no tendrá capacidad para crear nuevas células, el organismo se dirigirá lenta pero inexorablemente a su final. Como antes te dije.
Una vez que un ovulo ha sido fecundado por un espermatozoide el milagro de la vida comienza. Se produce un crecimiento muy rápido, las células se especializan y crean a un nuevo ser humano. Con el tiempo ese sistema se va deteniendo. Una vez que hemos crecido inexorablemente nos dirigimos hacia las enfermedades y hacia la muerte. Con el tiempo el motor de las células se gasta y se vuelve más y más ineficiente.
-Explícame más.
-El mecanismo de la vida. Por un lado lograron modificar el reloj bilógico que hace que las células vayan perdiendo la capacidad de reproducirse. Desarrollamos el método para que un cuerpo pueda auto regenerarse, utilizamos el mismo sistema que hace que en un feto o en un niño, sus células se reproduzcan velozmente. Las llamamos embrionarias. Son las encargadas de dar lugar a todos los tejidos del cuerpo. Tienen la asombrosa capacidad de convertirse en muchos tipos de células diferentes del organismo. Al servir como una especie de sistema de reparación para el cuerpo, pueden dividirse potencialmente sin límite para reponer otras células que se hayan dañado o que se deban reemplazar.
El desgaste de las células pasa desapercibido, pues estas nuevas progenitoras las reemplazan permanentemente, siempre son nuevas.
Se necesitaron miles de pruebas, fetos y cordones umbilicales….y personas.
Te dije, yo miraba a las alambradas. Esas caras no puedo olvidarlas.
Caminaba cada mañana desde mi barraca a los laboratorios. Ellos estaban allí, siempre distintos pero el mismo sufrimiento. Silencio ¡no puedes imaginar tantos ojos mirándome! En esos momentos mi mente volvía a mi familia, a mis amigos, a todo el dolor que yo había sentido y trataba de odiarlos, a ellos al enemigo.
-Ellos no eran tus enemigos.
-¡Lo sé! ¿Pero a quien odiar entonces? ¡No imaginas el terror que se siente ante un bombardeo! Allá arriba, hombres que nunca verás, lanzaban fuego y destrucción. Cientos, miles de ellos masacrando a cada habitante que caminaba sin armas. Desde sus países les dijeron que éramos el enemigo ¿Lo fuimos nosotros seres indefensos? Tuvimos nuestro país, al que amamos y desarrollamos inmensamente. ¿Sabes por qué ocurrió la guerra?
-Sí, porque el Anciano la inició.
-Eso es una mentira. Sencillamente nuestro desarrollo social y tecnológico no solamente sorprendió al mundo, creyeron que constituíamos un peligro. Nos llevaron a la guerra.
-Pero volviendo a los campos esos seres estaban indefensos.
-Sí, y ese ese es el peor recuerdo que taladra mi alma. Quiero convencerme que aún los odio, incluso cuando todos ellos ya hayan muerto, pero no lo logro. Se confunden espantosas sensaciones en mí. Desearía tanto hacer justicia con los que nos destruyeron.
-Trata de sacar eso de tu mente, te destruirá.
-¡No puedo! ¡No puedo!
-¿Cómo es posible que ante una gran herida tus tejidos cicatricen rápidamente?
-Es difícil de explicártelo, no lo entenderías
-Inténtalo.
-La casualidad vino en nuestra ayuda. Estaban estudiando una enfermedad que se da entre los euroasiáticos. Buscaban algo que nos diferenciara de los no arios. Encontraron un severo trastorno de hipercoagulabilidad. ¿Cómo te explico? Ante una herida existen tres momentos. En el primero las plaquetas (que corren en la sangre) se activan, cambian de forma y se pegan a la herida. Forman un provisorio tapón. Eso dura unos segundos. Luego se crea (a través de un muy complejo sistema) un tejido de fibras, que cubre mejor la herida. Dura minutos. Finalmente la cicatrización cierra el proceso que puede tardar un par de semanas. Descubrieron que muchas mujeres embarazadas, que portaban esa enfermedad de la sangre, sangraban muy poco en el parto. Los soldados heridos apenas lo hacían. Así se pensó que poseían una enorme ventaja sobre otras personas. Pero no era así. Tenían una enfermedad de hipercoagulabilidad.
-¿Y entonces?
-La sangre puede generar un taponamiento del sistema. Crear trombos, que pueden ocluir una vena o arteria y matar al individuo.
Todo el sistema plaquetario funciona en armonía, salvo en la enfermedad. Una vez que la herida es cerrada, todo el proceso de coagulación se detiene y vuelve a la normalidad. Las plaquetas regresan a su forma normal y circulan libres, hasta otro proceso, como dije.
-¿Cómo es posible que tus heridas cicatricen en segundos?
-¡Quieres saber mucho! ¡Será peor!
-¡Dímelo!
-Lograron que en mi sangre las plaquetas y el tapón fibroso se realice en casi un solo paso. Pero fundamentalmente sin crear en mí un riesgo de hipercoagulabilidad, es extraordinario. Ya ves.
-¿Pero cómo?
-Modificaron muchos parámetros y esperaron a que no tuviese mutaciones en mi ADN. Sencillamente sospechaban pero no lo sabían con certeza. Tuvieron mucha suerte y yo también. Cientos, miles sucumbieron antes.
-¡Estoy maravillado! Simplemente nuevas células.
-No exactamente, cada organismo posee una secuencia específica de ADN, una complejísima cadena de genes. Cuando uno cambia o muta, el organismo puede verse afectado y desarrollarse una patología específica. Nuestros científicos hallaron algo así como la huella digital para cada ser humano. La llave, el Grial. Perdimos la guerra, los vencedores nos quitaron muchos de nuestros descubrimientos, pero el más grande no lo tienen. Por eso debo huir y tú debes volver a tu vida. Olvidar todo esto.
-Eso es imposible, jamás, jamás podré.
-Soy la única persona en el planeta que ha ensayado el procedimiento. Aquella niña que yo cuidaba fue asesinada. Por eso trataron conmigo.
-¡Eres inmortal!
-No exageres, sana y es suficiente. Todos moriremos.
-Es un descubrimiento que supera todo, el sueño humano hecho realidad.
-¡No! Es una locura. La naturaleza llegó desde un mínimo ser hasta nosotros con tres herramientas, prueba, error y muerte. Una y otra vez. Un ser defectuoso moría y nacía otro mejorado. Miles de años y el hombre quiere contradecir la base de la naturaleza. ¿Qué crees que pasaría si millones de seres fuesen como yo?
-No lo sé.
-No te imaginas el mundo que vendría. ¡Basta! ya lo sabes. Si alguien más llega a saberlo ambos moriremos de la peor manera. Si me arrancan el secreto quien sabe que podría ocurrir.
-¿Qué pasaría si una gota de tu sangre toca la mía?
-¿Quieres ser como yo? Imagina que no te enfermas, ves a tus hijos sufrir el dolor que no podrías sentir tú. Tu familia envejecería y estarías casi siempre joven, al menos muchos más que ellos. Nada podrías hacer, solo verlos deteriorase. ¿Quieres una gota de mi sangre?
-No, mejor no.
-¡Muy bien! De todas formas, no funciona así. Deberán encontrar los procedimientos.
-¿Ese Doctor cómo era su nombre?
-Joseph Mengele.
-¿Mengele? ¡Dios mío!
-¿Aún vive?
-Sí y atendía en Buenos Aires junto a otro gran médico Karl Vaernet.
¡Ahora no vas a creer lo que te diré! Mengele ingresó al país con el nombre de Helmut Gregor, el 29 de junio de 1949. Lo gracioso es que luego uso su verdadero nombre.
-¡No puede ser!
-Sí, solicitó la rectificación de su apellido y obtiene la Cedula de Identidad de la Policía Federal. Le otorgaron el documento como Josef Mengele.
-¡Pero lo buscaban!
-¡No me digas! Qué interesante. Ya que te gusta tanto escribir te daré sus direcciones. La del consultorio que compartió hasta 1954 con Vaernet: Uriarte 2251, del Barrio de Palermo. La chapa con su nombre estuvo en la puerta largo tiempo. Sus domicilios: Sarmiento 1875, Olivos. Azcuénaga 1551, Buenos Aires. Arenales 2460, Florida y Dreysdale 3575, Carapachay.
-¿Cómo recuerdas todo?
-¡Gracias a él! ¡MI memoria!
-¡Es una broma!
-Lo he visitado varias veces. Me practicó varios estudios.
-¡No es posible!
¡Basta no me preguntes más, basta por favor! Quiero que me ames, que me ames. El final se acerca.
-Sí, soñaré siempre cuando llegabas a mi cama envuelta en tu toalla.
¡Debes olvidarme! Tal vez te escriba y tengas una sola vez noticias mías.
-¡Prométemelo!
-Está bien, te lo prometo, pero solo una vez. Guarda los mejores recuerdos de esta dicha que ambos hemos vivido. Nadie podrá nunca quitárnosla. En los días grises que lleguen, a nuestras solitarias vidas, cerraremos los ojos y pensaremos en éste tiempo. Ahora ven aquí. ¡Ámame!
¡Nos queda poco tiempo tan poco tiempo!

11 de Marzo 1958

Todo se vuelve gris. Como si un gigantesco pincel hubiese borrado el color de las ventanas. La fuerza del verde de los pinos. El plateado de los eucaliptus. El marrón suave de las calles. El campo inmenso es ahora un sucio recuerdo de otros días.
¡He vivido tanto en tan poco tiempo! Ella, la magnífica Frida se va apagando. Detrás de esos ojos azules la locura del fuego y el dolor quieren asomarse a esta triste vida de hombres simples de campo. Su alma se agita bajo las titánicas fuerzas de los terribles recuerdos.
Regresaba de comprar alimentos y una extraña música me recibió. Me quedé petrificado. Cerca de la casa, desde una de las ventanas, una maravillosa melodía trepaba hacia los cielos. No quise entrar e interrumpir ese momento mágico. Una flauta creaba imágenes. Cientos de ellas en una catarata extraordinaria de tonos. Subían y bajaban. De pronto un breve silencio lograba angustiarme hasta que otra vez los sonidos me trasportaban a mundos aún no soñados. Me dejé caer de rodillas absolutamente extasiado. Cerré los ojos y al abrirlos ya no estaba allí. Me encontré en una inmensa habitación cuyo techo no alcanzaba a distinguir. Una gran cortina se corrió. Surgió un inmenso coro de niños, vestidos de blanco; acompañaban a la flauta, creando una alegría imposible de describir. Ahora miles de aves, nunca vistas, atravesaban el estar, creando un gran arcoíris y una suave brisa con sus pequeñas alas.
La música cambió llevándome a una planicie.
Caminaba sobre una gruesa hierba. Me acosté sobre ella disfrutando su suavidad. En lo alto brillaba un cielo profundamente azul, surcado por nubes de miles de formas.
La música escalaba decenas de tonos, se calmaba y volvía a bullir. Me envolvía. Acariciaba la hierba como un viento tiernamente inesperado. Me incorporé. Caminé hacia abajo de una cuesta.
El cielo se cubrió lentamente. Las nubes blancas dejaron paso a otras suavemente grises.
A lo lejos una pequeña casa me llamaba.
Me deslizaba casi sin pisar el suelo, sin cansancio, feliz.
Crucé un breve bosque de encinas. El profundo aroma de la foresta me asaltó como cientos de curiosos ojos de pequeños animales. Otra vez en campo abierto. Me acercaba. Lograba ver sus ventanas iluminadas.
Las nubes se volvieron más y más oscuras. A lo lejos escuche el fragor del trueno. Me detuve y vi la luz de un rayo.
La flauta se multiplicó por cientos. Infinidad de notas se enroscaron en el aire trepando muy alto. Me empujaban hacia mi refugio. Corrí, corrí volando sobre la tierra que comenzó a recibir las primeras gotas.
Una inmensa bandada de extraños y oscuros pájaros voló hacia el bosque.
El rayo se acercaba. Una cortina de agua se descargó furiosa, mientras decenas de aromas brotaban y subían por mis piernas inundando mis sentidos. Con él último rayo cayendo muy cerca abrí la puerta. La casa se encontraba vacía. Solo un gran fuego en la chimenea iluminaba el estar. La noche había llegado. Afuera toda la oscuridad ocultaba la brutalidad de la tormenta. El cielo se deshacía.
La música continuaba ahora con un dejo de tristeza. Más tenue. Mientras, tiritando, me secaba al fuego, la melodía fue aumentando mi desasosiego, revelando mi oscuro mundo. Y como había comenzado cesó y yo estaba de rodillas en la puerta de la cabaña.
Entré y sin comprenderlo encontré a Frida con la flauta en la mano. Nunca la había visto tocar. Ella lloraba lenta pero desconsoladamente. La abracé sin saber que decir.
Hoy entre llantos me ha contado muchas más cosas. El movimiento alemán en nuestro país. Desde la lejana Patagonia, pasando por los inmensos bosques y lagos del sur hasta sus contactos en Buenos Aires y otras ciudades. Nombres, fechas, datos que resultan increíbles.
Me ha dicho que el gobierno nacionalista alemán no pensaba en invadir la Patagonia. Todo lo contrario, usarla como un bastión del Reich. Claro que apoyado por el gobierno de Perón de clara tendencia nacionalsindicalista. Pensaron en enviar tropas y armamento para reforzar este “fuerte” en el fin del mundo. Y el lugar se prestaba absolutamente para esos planes compartidos. Imaginaban una expansión mundial. La Argentina ubicada justo entre los dos océanos y por ende en el camino hacia Japón. Pero al caer Stalingrado se divide el Eje desde los puntos más importantes de abastecimiento de tropas, alimentos y armas para las ciudades.
Si se hubiese podido abastecer a la Argentina en tiempo y forma todo hubiese sido disto, pero entonces fue imposible. Se perdía la guerra y esa idea de un sur americano aliado fue impracticable. Pero aún quedaba algo. Nuestro país sirvió de salvoconducto con el fin que la doctrina nacionalsocialista no se perdiera y quizás diese a alguna esperanza a algunos de la cúpula del Reich.
Hacia finales de la Segunda Guerra el Estado Mayor de los Estados Unidos realizó una operación para utilizar a muchos científicos alemanes. En algunos años, cerca de 1500 científicos nazis son sacados de Alemania y reclutados para trabajar contra la URSS. Realizan investigaciones principalmente sobre armas químicas, el uso de psicotrópicos en la tortura y la conquista del espacio. Lejos de situarlos en puestos subalternos el Pentágono les confía la dirección de estos programas. Finalmente la codicia por el conocimiento deja de lado los “antecedentes” de muchos de ellos. Nombres fundamentales (según Frida) Wernher von Braun, afiliado a las SS. Así, Theodor Zobel es acusado de haber efectuado experiencias con seres humanos cuando dirigía los túneles de pruebas aerodinámicas de Chalais-Meudon, en Francia. Otto Ambros es de los que se benefician con el programa. Director del IG Farben durante la guerra, participa en la decisión de utilizar el Zyklon B (producido por una filial del IG Farben) en las cámaras de gas y escoge Auschwitz para instalar una fábrica.
Frida me ha brindado muchos más nombres y es inconcebible.
Friedrich Hoffmann es uno de los primeros en llegar a la base americana. Sintetizaba durante la guerra los gases tóxicos y las toxinas para el laboratorio de química de guerra de la universidad de Würzburg y el Instituto de Investigaciones Técnicas de la Luftwaffe. Una vez en los Estados Unidos, es encargado de crear nuevos trajes de protección y antídotos contra los dos gases más mortales, el Tabun y el Sarín, llevados en grandes cantidades desde Alemania a los arsenales norteamericanos.
¿Cuál es la verdad? ¿Para qué se perdieron tantas vidas? Nada a importa a los políticos, solo más poder, sin importar el costo.
Los otros días ella me hizo una pregunta. En ese momento estábamos lejos de casa y solo contaba con un anotador. Me dijo -¿sabes cómo se organizó el Servicio de Inteligencia Policial en tu país? Le respondí que no tenía idea. Y dijo -Perón tuvo un Secretario Personal, hijo de alemanes y conectado con la elite de la Gestapo, Rodolfo Freude. Fue el encargado de traer a científicos, economistas, militares, ingenieros y expertos en seguridad desde Alemania. Fue Perón junto con el personal de la Policía Política Alemana, nuestra Gestapo, quien crea un sistema policial a imagen y semejanza de esa organización. La llamaron Orden Social, luego Coordinación Federal. Le dije que eso es descabellado. Rió y exclamo -¡tonto!, debes aprender que nada es lo que parece. Si te cuento todo esto es por una sola razón, sabes mi secreto. Al conocer los datos que te doy tal vez puedan ayudarte a salvar tu vida. Podrás usarlos en un caso extremo. A veces el hacer público un secreto puede servir para detener un ataque. Pero no es seguro. Solo trata de olvidar y volver a tu familia.
¿Cómo podré lograrlo? ¿Será cierto todo esto? ¿Dónde está la verdad, Dios mío, donde?

12 de Marzo1958

Desayunábamos y Frida, con los ojos hundidos y húmedos a dicho sorprendida -¡he perdido el reloj que mi padre me obsequiara! Le pregunté dónde. “En el estanque” -dijo. Le pedí que fuésemos a buscarlo. Bajando la vista me pidió que lo trajese yo. Ella debería ir a ver a una mujer que le faltaba poco para dar a luz. Sin ganas subí a la camioneta y me dirigí a nuestro remanso. Al mejor lugar en el mundo, donde bajo el enorme sauce llorón nos amáramos tantas veces.
La camioneta levantaba una polvareda enorme. Me tapó la visión hacia atrás.
Dejé a mi espalda la larga línea de eucaliptus y salí a campo abierto. Tres tranqueras abrí y cerré.
A medida que me acercaba a la aguada mi corazón se aceleró. Un espantoso presentimiento trepaba por mis piernas hasta el pecho. La cabeza me pesaba. Paré, bajé del vehículo y caminé los últimos pasos hasta la sombra del sauce. Ya escuchaba el suave rumor del arroyo cayendo en el estanque. Vi los ojos de Frida llorosos. Su mirada baja. Sus palabras entrecortadas. Antes de llegar ya lo sabía. Finalmente vi el reloj sobre la carta. Caí de rodillas. Leí llorando a gritos sus últimas palabras. -Te dejo mi recuerdo más preciado. Que cada segundo te lleve dulcemente mi imagen, pero trata de no sufrir. ¡Me has hecho tan feliz! Me brindaste luz en mi oscuridad. Esperanza en la incertidumbre La más exquisita y tierna dulzura. Me has hecho sentir mujer y le has otorgado un sentido a mi existencia. ¡Te amo tanto!
PD: ¡Gracias, gracias querido Mario! Vuelve a tu familia. Una cosa más, no puedo ocultártela me has dado lo más maravilloso que una mujer puede tener: ¡Una hija! ¡Sí serás padre! Quizás, si algún día las fuerzas oscuras dejan de perseguirme, te haré saber de ella. Quédate tranquilo, estará bien y protegida.
¿Por qué digo una hija? ¡Estoy seguro que será niña! Y se llamará Ana ¿Te gusta ese nombre?
Te querré siempre. Sufre lo menos posible. Tuya para siempre Frida.
El campo entero escuchó mis gritos desesperados. Corrí a la camioneta, corrí, rompí varios alambrados. Volví a la casa. Se la habían llevado. Nada quedaba allí.
El silencio inmenso de la pérdida fue tapada a ratos por el sonido de una paloma. Esa música que yo tanto he amado parecía decirme ¡es el fin! Volví a la camioneta, corrí al centro del pueblo. A las tres de la tarde todos dormían la siesta. Un paisano cruzó la plaza solitaria. Llegué hasta él y lo tomé bruscamente del brazo, mientras le gritaba ¿Quiénes vinieron? ¿Cuántos eran? Se soltó diciéndome que no había visto nada.
Regresé a la casa. Buscaba algo, un mínimo recuerdo que la trajera de vuelta. Allí estaba sobre una silla, un largo pañuelo para la cabeza. En el colmo del frenesí lo olí a borbotones. Aún su perfume estaba allí. Abrí una botella de licor y la tomé integra. Estoy en plena noche. La borrachera se me ha pasado. Escribo estas últimas palabras en la angustia más intensa de toda mi vida.

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